Para Meliso, si existiese multiplicidad, cada una de las partes que la componen tendría que ser «uno», de tal forma, si pudiéramos utilizar nuestros sentidos «correctamente» veríamos que cada una de esas partes no ha cambiado en absoluto, pero, al contrario, al usar tales sentidos observamos que las cosas cambian constantemente, por tanto, o existe la multiplicidad y nuestros sentidos nos engañan (no hay movimiento, aunque parece haberlo), o no existe la multiplicidad y nuestros sentidos no nos engañan.
En el fondo, Meliso se abre a la posibilidad de rechazar lo que captamos con los sentidos. El problema es que para llegar a tal negación, de dichos sentidos, es necesario primero haber confiado en ellos, porque si no es así, ¿por qué los refutó?
Los filósofos presocráticos II, Meliso de Samos, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 115 a 120