Para Teofrasto, según Simplicio, Anaxágoras concibe «infinitos principios materiales»; pero «si se considera a la mezcla de todas las cosas, como si fuera una naturaleza indefinida en cuanto a tamaño y figura, sucede que afirma dos principios: la naturaleza infinita y el intelecto». Esto, sino me equivoco, porque entre la «naturaleza indefinida en cuanto a tamaño y figura», y la naturaleza definida en cuanto a tamaño y figura —infinitos principios materiales—, que observamos en el estado actual del universo, media el ordenamiento cósmico del intelecto; así este es necesariamente un principio ordenador; pero si aquella última naturaleza tuviera por antonomasia la cualidad de definida en términos de tamaño y figura, entonces, el orden conferido a la misma por el intelecto no tendría sentido de haber sucedido, o de suceder, porque no sería necesario; así aquel deja de ser un principio

702 SIMPL., Fís. 27, 11-23: Y Teofrasto dice que en esto Anaxágoras habla similarmente a Anaximandro. Pues aquél dice que, en la disgregación de lo infinito, las cosas del mismo género convergen; de modo que, si en el todo eran oro, llegan a ser oro, y si tierra, tierra, y de modo parecido con cada una de las otras cosas, de manera que nada nace si no existía antes. Además Anaxágoras añade el intelecto como causa del movimiento, por el cual se disgregan los mundos y se genera la naturaleza de las otras cosas. «Y así», dice Teofrasto, «Anaxágoras parece concebir infinitos principios materiales, pero una sola causa del movimiento y de la generación, el intelecto; mas si se considera la mezcla de todas las cosas, como si fuera una naturaleza indefinida en cuanto a tamaño y figura, sucede que afirma dos principios: la naturaleza infinita y el intelecto. De manera que, en cuanto a los elementos corpóreos, parece proceder de modo similar a Anaximandro» 51.

51 En el tomo I, texto núm. 119, hemos presentado este mismo pasaje, explicando en la respectiva nota 53 por qué invertíamos el orden en que son nombrados, al comienzo, Anaxágoras y Anaximandro, de modo que no cupiera dudas de que la palabra —que sigue— «aquél» se refiere a Anaxágoras. Aparte de las excepciones gramaticales de que disponíamos para hacerlo, hemos hecho notar entonces que lo que, según Teofrasto, «dice aquél» corresponde sin duda a Anaxágoras, o, al menos, digamos ahora, a lo que Teofrasto ha pensado de Anaxágoras, incluso con su «ejemplo favorito» del oro.

Los Filósofos Presocráticos II, Anaxágoras de Clazómenas, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 349.

119 SIMPL., Fís. 27, 9-23: Dice en efecto Anaxágoras que «en todo hay parte de todo» y que «cada cosa es y era manifiestamente aquello de lo que más poseía». Y en esto Teofrasto dice que Anaxágoras habla similarmente a Anaximandro. Pues aquel 53 dice que, en la disgregación de lo infinito, las cosas del mismo género convergen, de modo que, si en el todo era oro, llega a ser oro, y si tierra, tierra, y de modo parecido con cada una de las otras cosas, de manera que nada nace si no existía antes. Además Anaxágoras añade el intelecto como causa del movimiento, por el cual se disgregan los mundos y se genera la naturaleza de las otras cosas. «Y así», dice Teofrasto, «Anaxágoras parece concebir infinitos principios materiales, pero una sola causa del movimiento y de la generación, el intelecto; mas si se considera la mezcla de todas las cosas como si fuera una naturaleza indefinida en cuanto a tamaño y figura, sucede que afirma dos principios: la naturaleza infinita y el intelecto. De manera que, en cuanto a los elementos corpóreos, parece proceder de modo similar a Anaximandro».

53 Lo que, según Teofrasto, «aquél dice» corresponde sin duda a Anaxágoras. Por esa razón hemos invertido, en la frase anterior, el orden en que figuran los nombres de Anaxágoras y Anaximandro.
MCDIARMID, TonPC, pág. 100, n. 63, dice respecto del pronombre ekeînos, «aquél»: «No sólo el uso normal del griego requiere que esta palabra se refiera al primero de los dos nombres mencionados, esto es, a Anaximandro; sino que, a menos que ekeînos sea Anaximandro, la comparación con Anaxágoras pierde sustento; y la referencia a Anaxágoras, por su nombre, en la afirmación siguiente no sería necesaria si no debiera indicar un cambio de sujeto». Pero fuera de la norma gramatical, no se advierten las razones de McDiarmid, ya que el final de la cita muestra, como en el texto núm. 118, que Teofrasto encuentra una similitud entre Anaximandro y Anaxágoras respecto de la «mezcla» de «infinitos elementos corpóreos». Y la referencia a Anaxágoras que, según McDiarmid, perdería sentido si no indicara un cambio de sujeto («Además Anaxágoras añade el intelecto, etc.»), lo que indica es el punto en que Teofrasto encuentra la diferencia con Anaximandro: la adición del intelecto.
Respecto de la parte gramatical leemos en la Ausführliche Grammatik II de R. KÜHNER-B.GERTH (4.ª ed., 1955, vol. I, págs. 641 sigs.) que, en general, ekeînos «designa un objeto que no está en el ámbito del que habla, y lo que vale en cuanto al espacio, vale en cuanto al tiempo». Análogamente, D. LANZA, Anassagora, Florencia, 1963, pág. 48, menciona ejemplos en que ekeînos alude al último personaje citado: ISÓCRATES, XIII 9; PLATÓN, Ap. 18d-e y Fedro 233e, en los cuales ekeînos apunta «a personajes distintos de aquellos a los cuales se dirige el discurso, de ahí que indique una lejanía lógica; así como en Met. 1053b tiene valor cronológico». Por citar un solo caso, el de Ap. 18d-e, el pronombre allí no se refiere a los acusadores recientes, que han sido mencionados en primer lugar, sino a los aludidos en segundo lugar, que son quienes «hace tiempo» lo han acusado.

LOS FILÓSOFOS PRESOCRÁTICOS, Conrado Eggers Lan y Victoria E. Juliá, editorial Gredos, Madrid, España, 1981, páginas 101 y 102.

En Meliso, que el ser sea incorpóreo significa que es carente de toda forma, diferenciación, y determinación, algo así como el ápeiron de Anaximandro, el hómoion o asómaton

En Meliso, el vocablo incorpóreo puede tener el significado de carente de toda propiedad, de diferenciación cuantitativa o cualitativa, de partes, en suma, y excluye toda figura o forma determinada, expresando, así, una noción muy cercana tanto a ápeiron como a hómoion.

Para algunos estudiosos, en Meliso no se representaba un ser incorpóreo, ni polemizaba contra un ser de otra filosofía, sino definía un aspecto de su ser, como asómaton, es decir, existente por sí y carente de toda determinación.
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Los filósofos presocráticos II, Meliso de Samos, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 113 a 116