Identidad—abstracta, a = a, y negativa, a no igual y desigual a a al mismo tiempo, también inaplicable en la naturaleza orgánica. La planta, el animal, toda célula es, en cada momento de su vida, idéntica consigo misma y, a la par con ello, diferente de sí misma […] por una suma de innumerables cambios moleculares que constituyen la vida y cuyos resultados sumados se manifiestan visiblemente en las fases de la vida —vida embrionaria, infancia, juventud, madurez sexual, proceso de la procreación, vejez y muerte—. Cuanto más se desarrolla la fisiología, mayor importancia adquieren para ella estos cambios incesantes e infinitamente pequeños, mayor importancia adquiere para ello, por tanto, la consideración de las diferencias dentro de la identidad, y envejece y caduca el viejo punto de vista formal y abstracto de la identidad, según el cual un ser orgánico debe considerarse y tratarse como sencillamente idéntico a sí mismo y constante.* No obstante, perdura el modo de pensar basado en él, con sus categorías. Pero, ya en la naturaleza inorgánica, nos encontramos con que no existe, en realidad, la identidad en cuanto tal. Todo cuerpo se halla constantemente expuesto a influencias mecánicas, físicas y químicas, que lo hacen cambiar continuamente y modifican su identidad. Solamente en la matemática —ciencia abstracta, que se ocupa de cosas discursivas, aunque éstas sean reflejos de la realidad— ocupa su lugar la identidad abstracta, como la antítesis de la diferencia, que, además, se ve constantemente superada. Hegel, Enciclopedia, I, pág. 235. El hecho de que la identidad lleve en sí misma la diferencia, expresada en toda proposición, en la que el predicado es necesariamente distinto del sujeto: el lirio es una planta, la rosa es roja, donde se contiene en el sujeto o en el predicado algo que el predicado o el sujeto no cubre totalmente. Hegel, pág. 231. Que la identidad consigo misma postula necesariamente y de antemano, como complemento, la diferencia de todo lo demás, es algo evidente de suyo.
El cambio constante, es decir, la superación de la identidad abstracta consigo mismo, se da también en lo que llamamos inorgánico. La geología es su historia.[…]
El principio de la identidad, en el viejo sentido metafísico, principio fundamental de la vieja concepción: a = a. Toda cosa es igual a sí misma. Todo era permanente, el sistema solar, las estrellas, los organismos. Este principio ha sido refutado, trozo a trozo, en cada caso concreto, por la investigación de la naturaleza, pero teóricamente aún sigue resistiéndose y constantemente lo oponen a lo nuevo los sostenedores de lo viejo, quienes dicen: una cosa no puede al mismo tiempo ser igual a sí misma y otra distinta. Y, sin embargo, el hecho de que la verdadera identidad concreta lleva en sí misma la diferencia, el cambio, ha sido demostrado recientemente en detalle por la investigación de la naturaleza […]. —La identidad abstracta, como todas las categorías metafísicas, es suficiente para los usos caseros, en que se trata de relaciones pequeñas o de lapsos de tiempo cortos; los límites dentro de los cuales puede emplearse esta categoría difieren casi en cada caso y se hallan condicionados por la naturaleza del objeto: en un sistema planetario, en el que se puede aceptar como forma fundamental para los cálculos astronómicos normales la elipse, sin cometer prácticamente errores, mucho más ampliamente que tratándose de un insecto, que consuma su metamorfosis en unas cuantas semanas. (Poner otros ejemplos, por ejemplo los cambios de las especies, que se cuentan por varios milenios.) Pero la identidad abstracta es totalmente inservible para la ciencia sintética de la naturaleza, e incluso para cada una de sus ramas, y a pesar de que actualmente se la ha eliminado en la práctica de un modo general, teóricamente todavía sigue entronizada en las mentes, y la mayoría de los naturalistas se representan la identidad y la diferencia como términos irreductiblemente antitéticos, en vez de ver en ellas dos polos unilaterales, cuya verdad reside solamente en su acción mutua, en el encuadramiento de la diferencia dentro de la identidad.
Identidad y diferencia —necesidad y casualidad— —causa y efecto— las dos fundamentales contraposiciones, que, tratadas por separado, se truecan la una en la otra.
Y, además, deben ayudar aquí los “fundamentos”.
* Al margen del manuscrito encontramos aquí la siguiente observación, subrayada por Engels: “Prescindiendo, además, de la evolución de las especies.” (N.del ed.).
DIALÉCTICA DE LA NATURALEZA, F. Engels, Editorial Grijalbo, México, 1961, páginas 181 y 182.