Cómo nació el intercambio de productos

Las tribus pastoriles no sólo produjeron más medios de vida que el resto de los bárbaros, sino también una mayor diversidad de productos. Tenían sobre ellos la ventaja de poseer más leche, productos lácteos y carne; además disponían de pieles, lana, pelo de cabra, así como de hilos y tejidos, que se fueron haciendo más habituales según aumentaba la cantidad de materia prima. Así fue posible, por primera vez, establecer un intercambio regular de productos.[…] Verdad es que una particular habilidad en la fabricación de armas e instrumentos puede producir una división transitoria del trabajo. Así, en muchos sitios se han encontrado restos de talleres para fabricar instrumentos de sílice, datados en los últimos tiempos de la Edad de Piedra. Los artífices que ejercitaban en ellos su habilidad debieron de trabajar por cuenta de la colectividad, como todavía hacen los artesanos en las comunidades gentilicias de la India. En todo caso, en esta fase del desarrollo sólo podía haber intercambio en el seno mismo de la tribu, e incluso esto con carácter excepcional. Pero cuando las tribus pastoriles se separaron del resto de los salvajes, encontramos enteramente formadas las condiciones necesarias para el intercambio entre miembros de tribus diferentes y para el desarrollo y consolidación del intercambio como un fenómeno regular. Al principio, el intercambio se hizo entre tribus, por mediación de los jefes de las gens. Pero cuando los rebaños empezaron poco a poco a ser propiedad privada, el intercambio entre individuos fue predominando más y más, y acabó por ser la única forma. El principal artículo que las tribus de pastores ofrecían a sus vecinos era el ganado, que llegó a ser la mercancía que servía como patrón de valoración de todas las demás y era aceptado con mucho gusto en todas partes a cambio de ellas. En resumen, el ganado desempeñó la función del dinero y sirvió como tal ya en aquella época. Con esa rapidez y precisión se desarrolló, desde el comienzo mismo del intercambio de mercancías, la necesidad de una mercancía que sirviese de dinero

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, páginas 174.

Cuando todavía existía “la propiedad fruto del trabajo personal”

Ya hemos seguido el curso de la disolución de la gens en los tres grandes ejemplos particulares de griegos, romanos y germanos. Para concluir, investiguemos las condiciones económicas generales que en el estadio superior de la barbarie minaban ya la organización gentilicia de la sociedad y la hicieron desaparecer con la entrada en escena de la civilización. El capital de Marx nos será tan necesario aquí como el libro de Morgan.
Nacida en el estadio medio del salvajismo y desarrollada en su estadio superior, la gens alcanzó su esplendor en el estadio inferior de la barbarie, según juzgamos a tenor de los documentos disponibles. Por tanto, este grado de evolución es el que tomaremos como punto de partida.
En él, donde los pieles rojas de América nos sirven de ejemplo, encontramos completamente desarrollada la constitución gentilicia.
Una tribu se divide en varias gens, por lo común en dos. Al aumentar la población, cada una de estas gens primitivas se segmenta en varias gens hijas, para las cuales la gens madre aparece como fratría; la tribu misma se subdivide en varias tribus, donde en la mayoría de los casos encontramos las antiguas gens; una confederación, por lo menos en ciertas ocasiones, enlaza a las tribus emparentadas. Esta sencilla organización responde por completo a las condiciones sociales que la han engendrado. No es más que un agrupamiento espontáneo apto para allanar todos los conflictos que puedan nacer en el seno de una sociedad así organizada. Los conflictos exteriores los resuelve la guerra, que puede acabar en la aniquilación de la tribu, pero no en su sometimiento. La grandeza del régimen de la gens, pero también su limitación, es que en ella no tienen cabida la dominación ni la servidumbre. En su seno no existe aún diferencia entre derechos y deberes. Para el indio no existe el problema de saber si es un derecho o un deber tomar parte en los asuntos sociales, sumarse a una venganza de sangre o aceptar una compensación; el planteárselo le parecería tan absurdo como preguntarse si comer, dormir o cazar es un deber o un derecho. Tampoco puede haber división de la tribu o de la gens en clases distintas. Y esto nos conduce al examen de la base económica de este orden de cosas.
La densidad de población es en extremo baja. Sólo es alta en el lugar de asentamiento de la tribu, alrededor del cual se extiende, en vasto círculo, el territorio de caza; luego viene la zona neutral de bosque protector que la separa de otras tribus. La división del trabajo es totalmente espontánea: sólo existe entre los dos sexos. El hombre
caza y pesca, va a la guerra, procura los alimentos y produce los objetos necesarios para dicho propósito. La mujer cuida de la casa, prepara la comida y hace los vestidos. Cada uno es el amo en su dominio: el hombre, en el bosque; la mujer, en la casa. Cada uno es el propietario de los instrumentos que elabora y usa: el hombre, de sus armas y pertrechos de caza y pesca; la mujer, de sus utensilios caseros. La economía doméstica es comunista, común para varias familias, y a menudo para muchas.
Lo que se hace y utiliza en común es de propiedad común: la casa, el huerto, la canoa. Por tanto, aquí, y solamente aquí, existe todavía realmente “la propiedad fruto del trabajo personal” que los jurisconsultos y los economistas atribuyen falsamente a la sociedad civilizada y que es el último subterfugio jurídico en el cual se apoya hoy la propiedad capitalista.

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, páginas 171 y 172.

Todas las revoluciones han sido para proteger un tipo de propiedad frente a otro

Hasta la fecha, todas las revoluciones han sido para proteger un tipo de propiedad frente a otro. En la gran Revolución Francesa, la propiedad feudal fue sacrificada para salvar la propiedad burguesa; en la de Solón (antigua Grecia, Atenas) la propiedad de los acreedores fue la que tuvo que sufrir en provecho de los deudores. Sencillamente, las deudas fueron anuladas. No conocemos con exactitud los detalles, pero Solón se jacta en sus poemas de haber hecho quitar los postes hipotecarios de los campos empeñados en pago de deudas y de haber repatriado a los hombres que, a causa de ellas, habían sido vendidos como esclavos o habían huido al extranjero. Esto sólo pudo hacerse mediante una descarada violación de la propiedad. Y, de hecho, de la primera a la última, todas las llamadas revoluciones políticas se han hecho en defensa de la propiedad, de un tipo de propiedad, y se han realizado por medio de la confiscación (o dicho de otra manera, del robo) de otro tipo de propiedad. Tanto es así que desde hace dos mil quinientos años la propiedad privada sólo ha podido mantenerse mediante la violación de los derechos de propiedad.

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, página 123.

La hermosa aurora de la civilización ateniense

[…]La historia política ulterior de Atenas, hasta Solón, se conoce de un modo muy imperfecto. Las funciones del basileus cayeron en desuso; a la cabeza del Estado se colocó a arcontes salidos del seno de la nobleza. La autoridad de la aristocracia aumentó cada vez más, hasta llegar a hacerse insoportable hacia el año 600 antes de nuestra era. Y los principales medios para estrangular la libertad común fueron el dinero y la usura. La nobleza solía residir en Atenas y sus alrededores, donde el comercio marítimo y la piratería ocasional la enriquecían y concentraban en sus manos el dinero. Desde allí, el sistema monetario en desarrollo penetró, como un ácido corrosivo, en la vida tradicional de las antiguas comunidades agrícolas, basadas en la economía natural. El orden gentilicio es absolutamente incompatible con el sistema monetario. La ruina de los pequeños agricultores del Ática coincidió con la relajación de los antiguos lazos de la gens, que los protegían. Las letras de cambio y la hipoteca (porque los atenienses habían inventado ya la hipoteca) no respetaron ni la gens ni la fratría. Y el viejo orden gentilicio no conocía el dinero, ni las prendas, ni las deudas de dinero. Por eso el poder del dinero en manos de la nobleza, poder que se extendía sin cesar, creó nuevas leyes consuetudinarias para garantía del acreedor frente al deudor y para consagrar la explotación del pequeño agricultor por el poseedor del dinero. Todas las campiñas del Ática estaban erizadas de postes hipotecarios en los cuales estaba escrito que las fincas donde se emplazaban se hallaban empeñadas a fulano o mengano por tal o cual importe. Los campos que no tenían esos postes habían sido vendidos en su mayor parte, por haber vencido la hipoteca o no haber sido pagados los intereses, y eran ya propiedad del usurero noble. El campesino podía considerarse feliz cuando lo dejaban establecerse allí como colono y vivir con un sexto del producto de su trabajo, mientras tenía que pagar a su nuevo amo los cinco sextos, como precio del arrendamiento. Y esto no era todo: cuando el producto de la venta del lote de tierra no bastaba para cubrir el importe de la deuda o cuando se contraía la deuda sin asegurarla con prenda, el deudor tenía que vender a sus hijos como esclavos en el extranjero para satisfacer por completo al acreedor. La venta de los hijos por el padre: ¡éste fue el primer fruto del derecho paterno y de la monogamia! Y si el vampiro no quedaba todavía satisfecho, podía vender como esclavo al propio deudor. Tal fue la hermosa aurora de la civilización en el pueblo ateniense.

Semejante trastorno era imposible en el pasado, en la época en que las condiciones de existencia del pueblo aún correspondían a la constitución de la gens. Pero ahora se había producido, sin que nadie supiese cómo.

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, página 120.

Para qué se inventó el Estado

[…] la degeneración de las antiguas guerras de unas tribus contra otras en correrías sistemáticas por tierra y por mar para apoderarse de ganados, esclavos y tesoros, lo que llegó a ser un negocio más. En resumen, la fortuna es apreciada y considerada como el sumo bien, y se abusa del antiguo orden gentilicio para justificar el robo de las riquezas por medio de la violencia. No faltaba más que una cosa: la institución que no sólo asegurase las nuevas riquezas de los individuos contra las tradiciones comunistas de las gens, que no sólo consagrase la propiedad privada, antes tan poco estimada, e hiciese de esta santificación el fin más elevado de la sociedad humana, sino que además imprimiera el sello del reconocimiento social a las nuevas formas de adquirir la propiedad, que se desarrollaban una tras otra, y, por tanto, a la acumulación cada vez más acelerada de la riqueza. En una palabra, faltaba una institución que no sólo perpetuase la naciente división de la sociedad en clases, sino también el derecho de la clase poseedora de explotar a la no poseedora y el dominio de la primera sobre la segunda.
Y esa institución nació. Se inventó el Estado.

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, página 116.

La preponderancia del hombre en el matrimonio se debe a su preponderancia económica

Pero lo que sin duda alguna desaparecerá de la monogamia (con la supresión de la propiedad privada) son todas las características que le imprimieron las relaciones de propiedad que la originaron. Estas características son la preponderancia del hombre y la indisolubilidad del matrimonio. La preponderancia del varón en el matrimonio es sencillamente consecuencia de su preponderancia económica, y desaparecerá por sí sola cuando ésta desaparezca. La indisolubilidad del matrimonio es consecuencia de las condiciones económicas que engendraron la monogamia y de la tradición de la época en que, mal comprendida aún, la vinculación de esas condiciones económicas con la monogamia fue exagerada por la religión. Actualmente está deteriorada ya por mil lados. Si el matrimonio fundado en el amor es el único moral, sólo puede ser moral el matrimonio donde el amor persiste. Pero la duración del arrebato del amor sexual varía mucho según los individuos, particularmente entre los hombres. En virtud de ello, cuando el afecto desaparezca o sea reemplazado por un nuevo amor apasionado, el divorcio será un beneficio tanto para ambas partes como para la sociedad. Sólo que deberá ahorrarse a la gente el tener que pasar por el barrizal inútil de un pleito de divorcio.

La aclaración entre paréntesis es mía.

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, página 89.

Transformar los medios de producción en propiedad social

[…] la revolución social inminente, […] [va a] transformar la inmensa mayoría de las riquezas duraderas hereditarias (los medios de producción) en propiedad social.

Entre corchetes, mi aclaración.

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, página 82.

Acerca de la familia monogámica, o monogamia

Fue la primera forma de familia que no se basó en condiciones naturales, sino económicas, concretamente en el triunfo de la propiedad privada sobre la propiedad común primitiva originada espontáneamente. Preponderancia del hombre en la familia y procreación de hijos que sólo pudieran ser de él destinados a heredarle: tales fueron, abiertamente proclamados por los griegos, los únicos objetivos de la monogamia.

(…) Por tanto, de ninguna manera la monogamia aparece en la historia como una reconciliación entre el hombre y la mujer, y menos aún como la forma más elevada de matrimonio. Al contrario, entra en escena bajo la forma de la esclavización de un sexo por el otro, como la proclamación de un conflicto entre los sexos, desconocido hasta entonces en la prehistoria.

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, página 72.

Solo el hombre tiene derecho a la infidelidad, lo que está legitimado al menos por la costumbre, Napoleón la permitió expresamente a través de la ley. Si una mujer es infiel es castigada cruelmente. Esto debido a que el hombre necesitaba (necesita) paternidad indiscutible sobre sus hijos porque son sus herederos (propiedad privada).

Cuándo surgió la propiedad privada

Según entiendo, y como he leído en: El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, de F. Engels, la propiedad privada surgió cuando:

la fuerza de trabajo humana, produjo un excedente sobre sus gastos de mantenimiento.

Aquel “excedente”, en la barbarie, se traducía en carne y leche gestados por la ganadería, y productos generados por el trabajo de la tierra o agricultura. Todos aquellos pertenecián a una familia.