La reproducción animal, y el consecuente desarrollo de los embriones, en el sistema de Empédocles

c) Reproducción y embriología.

395 (31 B 61) PLUT., Quaest. Nat. 917C: El recuerdo de los placeres del amor lo produce el acto de alimentarse y de que las hembras se unan con los machos, y al mismo tiempo provoca el deseo. Así supone Empédocles que ocurre en los hombres:

Y le sobreviene también el deseo, que determina el acoplamiento merced a la digestión 140.

396 (31 B 63) ARIST., Gen. Animal. I 18, 722b: Empédocles dice que en el [semen] masculino y femenino hay como un símbolo, y que el hijo entero no proviene de ninguno de ellos [por sí solos],

Pero está dispersa la naturaleza de los miembros: parte en el [semen] del varón… 141.

397 (31 B 65) ARIST., Gen. Animal. I 17, 723a: Si difieren en el embarazo el macho y la hembra, tal como dice Empédocles:

Fueron vertidos en las [regiones] puras: unos se volvieron mujeres
al toparse con el frío 〈en cambio otros machos, al toparse con el calor〉 142.

398 (31 A 81) ARIST., Gen. Animal. IV 1, 764a: Otros [dicen que la diferenciación de sexos se produce] en la matriz, como es el caso de Empédocles: cuando [el semen] llega a un vientre cálido dice que se producen los machos, y cuando llega a uno frío las hembras. Y lo que constituye la causa de dicha calidez o carácter frío es el flujo de las menstruaciones, que puede ser más o menos caliente y más o menos reciente…

399 (31 A 81) AECIO, V 11, 1: ¿De dónde provienen las semejanzas entre los padres y sus ascendientes? Según Empédocles la semejanza se produce en virtud del predominio del semen genital, mientras que la desemejanza se produce cuando se evapora el calor en el semen.

400 (31 A 81) AECIO, V 10, 1: Según Empédocles los mellizos y los trillizos se generan en virtud de la sobreabundancia o de la escisión del semen.

401 (31 A 81) AECIO, V 8, 1: Según Empédocles los monstruos se producen por la sobreabundancia del semen, o por su insuficiencia, o por la confusión de su movimiento, o por su división en muchas partes o porque altera su dirección. Parece así haber prevenido en cierta manera sobre toda su etiología.

402 (31 A 79) SORANO, Gynaec. I 57, 42, 12: [El ombligo] está compuesto de vasos en número de cuatro, dos venosos y dos arteriales, a través de los cuales la materia sanguínea y el aire son transportados a modo de alimento para los fetos. Empédocles cree que estos [vasos] están insertos en el hígado…

403 (31 A 83) AECIO, V 21, 1: Dice Empédocles que en los hombres la articulación de las partes [del feto] tiene comienzo a los treinta y seis días y se cumple a los cuarenta y nueve 143.

404 (31 A 84) CENSOR., 6, 1: Empédocles, siendo en esto seguido por Aristóteles, consideró que el corazón se desarrolla antes que todo [otro órgano], porque contiene en grado máximo la vida del hombre.

405 (31 A 83) ORIB. en ATEN., II 78, 13: El físico Empédocles dice también que el macho se forma más rápido que la hembra, y que las partes [del feto] que están a la derecha más rápido que las de la izquierda.

406 (31 A 74) AECIO, IV 22, 1: Empédocles dice que la primera respiración del animal se produce en los recién nacidos con la retirada de la humedad, al penetrar en los vasos el aire externo por el vacío así creado. Y en seguida se produce la exhalación cuando el calor connatural, en su impulso hacia afuera, expulsa al aire… 144.

140 Al final de la línea los MSS. traen diapépseos ammisgon, que debe ser corregido. No seguimos la lección de DK sino la de Q. CATAUDELLA, «Empecloclea», RFIC 38 (1960), 128 y s.: di’hepséseos ammisgon. Véase el texto núm. 383, el semen es producido por la sobreabundancia de la alimentación.

141 Un «símbolo», esto es «una contribución, una parte, del cuerpo que se generará» (BIGNONE, pág. 451 n.).

142 El sujeto de la primera frase esta constituido por los dos sémenes (masculino y femenino) de los que se habla en el texto anterior. Las «regiones puras» aluden al útero. La última parte fue reconstituida por DK. Cf. el texto siguiente.

143 Cf. el fragmento 153a.

144 «Primera» aparece en los MSS. como atributo de animal. Estas líneas fueron corregidas por DK y Bignone en la creencia de que se trata de los primeros seres vivientes que aparecieron en el ciclo (el primer estadio zoogónico de las formas de «naturaleza completa»). No nos parece así, y traducimos en presente.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 217 a 220.

Cómo surgieron los hombres, las mujeres, y los demás seres vivientes en el sistema de Empédocles

V. EL HOMBRE Y DEMÁS SERES VIVIENTES

a) Los estadios zoogónicos.

383 (31 A 72) AECIO, V 19, 5 134: Dice Empédocles que las primeras generaciones de animales y vegetales no nacieron completas, sino desunidas en partes incompatibles; las segundas, cuyas partes estaban combinadas, eran como los seres de la fantasía; las terceras eran de seres de naturaleza completa; las cuartas no procedían ya de los semejantes como la tierra y el agua, sino unas de otras, en algunos por ser sobreabundante la alimentación, en otros porque la belleza de las mujeres produjo la excitación del movimiento seminal. Y las razas de todos los animales se diversificaron de acuerdo con la cualidad de sus mezclas:
algunas poseen un natural impulso hacia el agua, otras —aquellas que poseen mayor cantidad de fuego— a volar por el aire, las más pesadas, en cambio, a ir por la tierra, y las que poseen igual proporción de partes en su mezcla [armonizan con todas las regiones] 135.

384 (31 B 57) ARIST., Del Cielo III 2, 300b: Además podría uno agregar el interrogante de si es o no posible que algunos [elementos] moviéndose desordenadamente puedan haberse combinado con tales mezclas, de las cuales se constituyen los cuerpos naturales, por ejemplo los huesos y las carnes, tal como dice Empédocles que ocurre bajo la Amistad. Pues expresa que

En ella brotaron muchas cabezas sin cuello…

385 (31 B 57) SIMPL., Del Cielo 586, 29: Cómo podría dar indicios de [cuál es su tipo de] mezcla la cabeza sin cuellos y las demás cosas mencionadas por Empédocles:

Y vagaban brazos desnudos desprovistos de hombros,
y erraban ojos solitarios carentes de frente;

y muchas otras cosas para las cuales no existe un paradigma de [cuál pueda ser] su mezcla.

386 (31 B 20) SIMPL., Fís. 1124, 9: Dice Empédocles que también allí mismo el Odio y la Amistad ejercen su predominio por turnos sobre hombres, peces, fieras y aves, escribiendo esto:

En la masa de los miembros mortales es claramente visible esto:
a veces, por causa de la Amistad, confluyen en uno todos
los miembros a los que les ha tocado formar un cuerpo, en la plenitud de la vida floreciente;
y a veces, nuevamente, partidos por malvadas Discordias,
cada uno vaga por separado en la rompiente de la vida.
Y del mismo modo ocurre con los arbustos y con los peces que moran en el agua,
con las fieras que se guarecen en los montes y con las aves de alado vuelo.

387 (31 B 58) SIMPL., Del Cielo 587, 18: En este ordenamiento 136 [cósmico] los miembros, a partir de la separación impuesta por el Odio, que eran

miembros aislados… erraban

en busca de su mutua combinación.

388 (31 B 61) SIMPL., Fís. 371, 33: Así Empédocles dice que durante el imperio de la Amistad nacieron primero, en forma fortuita, las partes de los animales como cabezas, manos y pies, y luego se combinaron:

Surgió prole vacuna con rostro humano, y a la inversa,

a saber, vástagos humanos con rostro de buey, o sea [combinaciones] de buey y de hombre. Y de todos aquellos [miembros] que se unieron entre sí de tal modo que les fue posible obtener su conservación, nacieron animales y subsistieron en virtud de que satisfacían mutuamente su requerimiento: los dientes cortando y triturando el alimento, el estómago cociéndolo, el hígado transformándolo en sangre. La cabeza de hombre al reunirse con un cuerpo humano hace que el conjunto se preserve, pero no armoniza con el de un buey y hace entonces que se destruya. Todo aquello que, en efecto, no entró en unión según una fórmula apropiada pereció.

389 (31 B 61) ARIST., Fís. II 8, 198b: Aquellos seres en los que ocurre todo como si se produjera en vista de un fin determinado, han sobrevivido, por estar convenientemente constituidos por obra del azar. En cambio, aquellos en los que no ha sido así, se destruyeron y se destruyen, tal como Empédocles habla de la

…prole vacuna con rostro humano.

390 (31 B 60) PLUT., adv. Colot. 1123B: Estas cosas y muchas otras son, ciertamente, más trágicas, semejantes a las irrisorias monstruosidades de Empédocles, entre ellas

Rebaños que doblan los pies al marchar 137, de innumerables manos

y prole vacuna con rostro humano.

391 (31 B 62) SIMPL., Fís. 381, 29: En el segundo libro de la Física, antes de hablar de las articulaciones de los cuerpos de los hombres y de las mujeres, expone Empédocles estos versos:

Y ahora, vamos, oye cómo a los nocturnos retoños de hombres y mujeres
llorosas los condujo hacia arriba el fuego cuando se separó;
mi relato, pues, no es vano ni necio.
Primero se elevaban de la tierra formas de naturaleza completa,
que poseían porciones de ambos, agua y calor,
a ellos los enviaba hacia arriba el fuego, que deseaba alcanzar a su semejante.
Empero ellos no ostentaban aún la figura graciosa de sus miembros,
ni la voz, ni el órgano propio de los varones.

Cuando Empédocles dice estas cosas, Aristóteles añade que también él expresa que la semilla parece haber sido engendrada antes de los animales. Y la «primera [forma] de naturaleza completa» mencionada por él era una semilla que no ostentaba la figura graciosa de sus miembros… Si se trataba, empero, de una semilla, me parece que la «[forma] de naturaleza completa», conviene con ello maravillosamente; pues una «[forma] de naturaleza completa» en su sentido propio es aquella que, absolutamente ella misma, es la totalidad de la cosa, cualquiera sea ésta, puesto que la división no ha tenido lugar aún.

392 ARIST., Fís. II 8, 199b: Es necesario además que la semilla sea engendrada primero y no a continuación de los animales, y la «primera [forma] de naturaleza completa» era una semilla.

393 (31 A 70) AECIO, V 26, 4: Dice Empédocles que los árboles fueron los primeros entre los animales en brotar de la tierra, antes de que el sol se desplegara en tomo y antes de que fueran separados el día y la noche. En virtud de la simetría de su mezcla contienen la fórmula propia de lo masculino y de lo femenino. Crecen impulsados hacia arriba por obra del calor que está en la tierra, por lo cual son parte de la tierra tal como los embriones que están en el vientre son partes de la matriz. Y los frutos son cantidades excesivas de agua y de fuego existentes en los vegetales… 138.

134 Esta descripción de Aecio de cuatro estadios de evolución zoogónica encuentra real apoyo en los textos mismos de Empédocles, porque cada uno de dichos estadios está ilustrado por algunos versos, que se citan luego. Ahora bien, el problema en la interpretación surge cuando se busca proyectar el orden zoogónico de Aecio en el marco del ciclo cósmico. Según la versión que elegimos nosotros, los cuatro estadios se producen en cada uno de los hemiciclos del Odio y de la Amistad crecientes, pero en un orden estrictamente inverso en uno y en otro. En el actual período del Odio creciente, primero surgieron (poco después de la quiebra del Esfero) los seres bisexuados de «naturaleza completa», luego los hombres y mujeres que ahora vemos (producto de la división de los anteriores), más adelante se producirían combinaciones monstruosas como «seres de fantasía» y, finalmente, poco antes de que el Odio ejerza su total dominio y ya no haya vida, las partes o miembros de los animales vagarán separadas. Bajo el período de la Amistad creciente, el orden será exactamente al revés. Los miembros separados se ilustran en los textos núms. 384-387; los monstruos en los 388-390; los seres «de naturaleza completa» en los 391-393. Ahora bien, la mayoría de los textos recién mencionados parecen describir las formaciones tal cual se produjeron bajo la Amistad creciente (por ej., hablan de las partes aisladas «en busca de su mutua combinación» (texto núm. 387), de combinaciones que sobrevivieron si eran adecuadas o perecieron en caso contrario (textos núms. 388 y 389), con lo cual se sugiere que el estadio zoogónico que debe sobrevenir a continuación debe ser aquel que corresponde al orden del período de la Amistad creciente).

La interpretación que parecía haberse impuesto totalmente entre los eruditos hasta no hace mucho tiempo, era la que sostenía que bajo el periodo de la Amistad creciente solamente surgieron los miembros errantes y los monstruos, en tanto que los seres de naturaleza completa y los hombres y las mujeres son formaciones propias del periodo del Odio creciente. Esta versión, que reconoce ciertas variantes (Bignone, por ej., cree que los hombres y las mujeres también se produjeron en el hemiciclo inverso al del Odio creciente), alcanza su expresión más acabada y desarrollada en GUTHRIE,
II, págs. 200-211. Contra ella pueden elevarse dos objeciones básicas —más allá del hecho menos significativo de que ella quitaría simetría a los dos períodos inversos del ciclo cósmico— que son las siguientes: a) La negación de que existan hombres, mujeres y demás seres que ahora vemos en el período opuesto al de la Amistad creciente, podría contradecirse con el frag. 35, pues este texto describe el período de la Amistad y, sin embargo, los «millares de razas mortales dotadas de toda clase de figuras» parecen no ser distintas de los seres del mundo actual. SOLMSEN, págs. 126 y ss., proporciona argumentos esclarecedores en este sentido, pero él niega que dicho fragmento describa un mundo distinto del actual. b) Como bien notan HÖLSCHER, pág. 24 y STOKES, One and Many, pág. 159, cuando Aristóteles y Simplicio refieren que los monstruos aparecieron ex archẽs, ello significaría (a partir de esta interpretación) «al comienzo de un mundo distinto de éste», y tendrían que ser colocados «no en el pasado sino en el futuro»; las frases entrecomilladas son de Stokes. El género de interpretación que hemos seguido nosotros —con los cuatro estadios zoogónicos en cada hemiciclo— fue adelantado por MINAR, págs. 140-146 (aprobado por Stokes), que supuso que los cuatro estadios se produjeron en el orden en que los refiere Aecio bajo la Amistad creciente, e inversamente bajo el Odio. Ahora bien, esto tiene el inconveniente de que los «seres de naturaleza completa» (en los cuales, por cierto, debe existir un alto grado de perfección y, por consiguiente, reflejarían una mayor actividad y pujanza de la Amistad) se ubican antes de los hombres y mujeres en el período de la Amistad creciente y después de éstos bajo el dominio progresivo del Odio. Paralelamente, los seres de naturaleza sexuada y distinta como los que vemos ahora representarían entonces el máximo grado de perfección zoológica, pues aparecerían justo antes de que el Esfero se reconstituya e inmediatamente después de que se quiebre, o sea, cuando el poder de la Amistad es más fuerte que nunca en el orden cósmico. Pero, si bien es comprensible que se requiera un alto grado de Amistad para que los seres bisexuados se unan sexualmente, mucho mayor grado de Odio es necesario para que los sexos estén diferenciados sin constituir una «naturaleza única». Por todo esto nos hemos inclinado en favor de la versión de O’BRIEN, págs. 196-236, que corrige a Minar alterando el orden de los estadios III y IV de Aecio. Resta observar dos cosas: 1) La afirmación de Simplicio al final del texto núm. 391 respecto de que los seres de naturaleza completa experimentan una división (de la cual derivarán hombres y mujeres) debe corresponder al período del Odio creciente, puesto que en el hemiciclo opuesto de la Amistad los hombres y las mujeres —como bien expresa el mismo Empddocles en el frag. 26— proceden del acoplamiento de partes y no de la división. 2) Simplicio y Aristóteles (textos núms. 388 y 389) refieren claramente que al lograrse un adecuado tipo de combinación de los miembros, la criatura sobrevivirá (por ej. un cuerpo de buey con cabeza de buey); ello corresponde sin duda al periodo de la Amistad creciente, como ya se anunció antes.

135 Corrupción ininteligible. Seguimos las sugerencias, similares en la traducción, de Diels y Reiske. Dos renglones antes, «volar…» también es conjetura de DK.

136 Aquel al cual se refiere el frag. 35, que Simplicio viene de citar, es decir, el período de la Amistad creciente. Esto (ver nota 134), ya se podía inferir a partir del contexto final del fragmento.

137 Simplicio comenta la falsa asimilación que hizo Aristóteles (ver texto siguiente) de las formas o seres de naturaleza completa a las semillas. Puede parecer curioso al lector moderno que estos seres bisexuzidos (o sin distinción sexual, no queda claro) ostenten un mayor grado de perfección, como seguramente ocurre en la concepción empedóclea. Obsérvese que estos seres, según se dice en el fragmento, surgieron de la tierra impulsados por el fuego. Ello ocurre bajo el periodo del Odio creciente, justo en su comienzo, con toda probabilidad. Respecto de la formación de estos seres en el hemiciclo opuesto, podríamos inferior que surgen por la unión de los machos y las hembras y, de este modo, conservar la simetría del sistema, porque bajo el Odio creciente los machos y las hembras procederían de la división de las formas de naturaleza completa (tal cosa da a entender la última línea de Simplicio: «la división no ha tenido lugar aún»). Pero el asunto no queda del todo claro.

138 A partir de este testimonio sería factible conjeturar que los árboles constituirían arcaicas formas de naturaleza completa que sobrevivieron sin experimentar división.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 207 a 214.

En la naturaleza nada ocurre de forma aislada: cada fenómeno afecta a otro y es, a su vez, influenciado por este

Los animales, como ya hemos indicado de pasada, también modifican con su actividad la naturaleza exterior, aunque no en el mismo grado que el hombre; y estas modificaciones provocadas por ellos en el medio ambiente repercuten, como hemos visto, en sus causantes, modificándolos a su vez. En la naturaleza nada ocurre de forma aislada. Cada fenómeno afecta a otro y es, a su vez, influenciado por éste; y es generalmente el olvido de este movimiento y de esta interacción universal lo que impide a nuestros naturalistas percibir con claridad las cosas más simples. Ya hemos visto cómo las cabras han impedido la repoblación de los bosques griegos; en Santa Elena, las cabras y los cerdos desembarcados por los primeros navegantes llegados a la isla arrasaron casi por completo la vegetación autóctona, con lo que prepararon el suelo para que pudieran multiplicarse las plantas llevadas más tarde por otros navegantes y colonizadores. Pero la influencia duradera de los animales sobre la naturaleza que los rodea es completamente involuntaria y constituye, por lo que a los animales se refiere, un hecho accidental. Pero cuanto más se alejan los hombres de los animales, más adquiere su influencia sobre la naturaleza el carácter de una acción intencional y planeada cuyo fin es lograr objetivos previstos de antemano. Los animales destrozan la vegetación del lugar sin darse cuenta de lo que hacen. Los hombres, en cambio, cuando destruyen la vegetación lo hacen con el fin de utilizar la superficie que quede libre para sembrar cereales, plantar árboles o cultivar la vid, conscientes de que la cosecha que obtengan superará varias veces lo sembrado por ellos. El hombre traslada de un país a otro plantas útiles y animales domésticos, modificando así la flora y la fauna de continentes enteros. Más aún; las plantas y los animales, cultivadas aquéllas y criados éstos en condiciones artificiales, sufren tales modificaciones bajo la influencia de la mano del hombre que se vuelven irreconocibles. Hasta el presente, todavía no han sido hallados los antepasados silvestres de nuestros cultivos cerealistas, ni ha sido resuelta la cuestión de saber qué animal dio origen a nuestros perros actuales, tan distintos unos de otros, o a las actuales razas de caballos, también tan numerosas.

Introducción a “dialéctica de la naturaleza” y otros escritos sobre dialéctica, F. Engels, Fundación Federico Engels, 2006, páginas 38 y 39.

La humanidad ha llegado a ser humanidad debido al consumo de carne

[…] ¿Y qué es lo que volvemos a encontrar como signo distintivo entre la manada de monos y la sociedad humana? Otra vez el trabajo. […] El trabajo comienza con la elaboración de instrumentos. ¿Y cuáles son los instrumentos más antiguos, a juzgar por los restos que nos han llegado del hombre prehistórico, por el género de vida de los pueblos más antiguos que registra la historia, así como por el de los salvajes actuales más primitivos? Son instrumentos de caza y de pesca; los primeros, utilizados también como armas. Pero la caza y la pesca suponen el tránsito de la alimentación exclusivamente vegetal a la alimentación mixta, lo que significa un nuevo paso de suma importancia en la transformación del mono en hombre. El consumo de carne proporcionó al organismo, en forma casi acabada, los ingredientes más esencia les para su metabolismo. Con ello acortó el proceso de digestión y otros procesos de la vida vegetativa del organismo (es decir, los procesos análogos a los de la vida vegetal), ganando así tiempo, materiales y estímulos para que pudiera manifestarse activamente la vida propiamente animal. Y cuanto más se alejaba el hombre en formación del reino vegetal, más se elevaba sobre los animales. De la misma manera que el habituarse a la alimentación mixta convirtió al gato y al perro salvajes en servidores del hombre, así también el habituarse a combinar la carne con la dieta vegetal contribuyó poderosamente a dar fuerza física e independencia al hombre en formación. Pero donde más se manifestó la influencia de la dieta carnívora fue en el cerebro, que recibió así en mucha mayor cantidad que antes las sustancias necesarias para su nutrición y desarrollo, con lo que su perfeccionamiento fue haciéndose mayor y más rápido de generación en generación. Debemos reconocer —y perdonen los señores vegetarianos— que el hombre ha llegado a ser hombre con el consumo de carne.

Introducción a “dialéctica de la naturaleza” y otros escritos sobre dialéctica, F. Engels, Fundación Federico Engels, 2006, páginas 35 y 36.

El trabajo y la palabra articulada: los dos principales estímulos bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando gradualmente en cerebro humano

Primero el trabajo, y después y con él la palabra articulada, fueron los dos principales estímulos bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando gradualmente en cerebro humano, que, a pesar de toda su similitud, lo supera considerablemente en tamaño y perfección. Y a medida que se desarrollaba el cerebro, se desarrollaban también sus instrumentos más inmediatos: los órganos de los sentidos. De igual manera que el desarrollo gradual del lenguaje va necesariamente acompañado del correspondiente perfeccionamiento del órgano del oído, así también el desarrollo general del cerebro va ligado al perfeccionamiento de todos los órganos sensoriales. La vista del águila tiene mucho más alcance que la del hombre, pero el ojo humano percibe en las cosas muchos más detalles que el ojo del águila. El perro tiene un olfato mucho más fino que el hombre, pero no puede captar ni la centésima parte de los olores que sirven a éste de signos para diferenciar cosas distintas. Y el sentido del tacto, que el mono posee a duras penas en la forma más tosca y primitiva, se ha ido desarrollando únicamente con el desarrollo de la propia mano del hombre, a través del trabajo.

Introducción a “dialéctica de la naturaleza” y otros escritos sobre dialéctica, F. Engels, Fundación Federico Engels, 2006, páginas 33 y 34.

La necesidad de hablar, debida al desarrollo del trabajo, creó el órgano para hacerlo

Los hombres en formación llegaron a un punto en que tuvieron necesidad de decirse algo los unos a los otros (debido al agrupamiento cada vez más grande y fuerte en la sociedad, producto del desarrollo del trabajo). La necesidad creó el órgano: la laringe poco desarrollada del mono se fue transformando, lenta pero firmemente, mediante modulaciones que a su vez producían modulaciones más perfectas, mientras los órganos de la boca aprendían poco a poco a pronunciar un sonido articulado tras otro.
La comparación con los animales nos muestra que esta explicación del origen del lenguaje a partir del trabajo y con el trabajo es la única acertada. Lo poco que los animales, incluso los más desarrollados, tienen que comunicarse entre sí puede ser transmitido sin el concurso de la palabra articulada. Ningún animal en estado salvaje se siente perjudicado por su incapacidad de hablar o de comprender el lenguaje humano. Pero la situación cambia por completo cuando el animal ha sido domesticado por el hombre. El contacto con el hombre ha desarrollado en el perro y en el caballo un oído tan sensible al lenguaje articulado, que pueden llegar a comprender, dentro del rango de sus representaciones, cualquier idioma. Además, pueden llegar a adquirir sentimientos antes desconocidos por ellos, como son el apego al hombre, la gratitud, etc. Quien conozca bien a estos animales, difícilmente podrá escapar a la convicción de que, en muchos casos, esta incapacidad de hablar es experimentada ahora por ellos como un defecto. Desgraciadamente, este defecto no tiene remedio, pues sus órganos vocales están demasiado especializados en una determinada dirección. Sin embargo, cuando existe un órgano apropiado, esta incapacidad puede ser superada dentro de ciertos límites. Los órganos bucales de las aves son radicalmente distintos a los del hombre, pero sin embargo las aves son los únicos animales que pueden aprender a hablar; y el ave de voz más repulsiva, el loro, es la que mejor habla. Y no importa que se nos objete diciéndonos que el loro no entiende lo que dice. Claro está que por el solo gusto de hablar y por sociabilidad con los hombres el loro puede estar repitiendo horas y horas todo su vocabulario. Pero, dentro del rango de sus representaciones, también puede llegar a comprender lo que dice. Enseñad a un loro a decir palabrotas, de modo que llegue a tener una idea de su significación (una de las distracciones favoritas de los marineros que regresan de las zonas tropicales), y veréis muy pronto que en cuanto lo irritáis hace uso de esas palabrotas con la misma corrección que cualquier verdulera de Berlín. Y lo mismo ocurre con la petición de golosinas.

La aclaración entre paréntesis es mía.

Introducción a “dialéctica de la naturaleza” y otros escritos sobre dialéctica, F. Engels, Fundación Federico Engels, 2006, página 32.