En el sistema de Empédocles, el conocimiento y la sensación son procesos de índole física y, por consiguiente, están regulados por el principio físico fundamental de la atracción de los semejantes, en una forma particular de este conocida como «lo semejante percibe o conoce lo semejante»

416 (31 B 109) ARIST., Met. III 4, 1000b: …Y el conocimiento es de lo semejante por lo semejante 152.

Pues por la tierra

—expresa Empédocles—

vemos la tierra, por el agua el agua,
por el éter el divino éter, por el fuego el destructivo fuego,
el cariño por el cariño, y el odio por el odio funesto 153.

[…]

152 El conocimiento y la sensación constituyen, como se dijo, procesos de índole física. Por lo mismo, el principio que los explica y regula («lo semejante percibe o conoce a lo semejante») no es más que una aplicación particular del principio físico fundamental de la atracción de los semejantes. En el frag. 90 aparentemente se lo refiere al proceso de nutrición; en el 62, v. 6 actúa sobre el fuego en el contexto zoogónico del período del Odio creciente; en el frag. 22 se expresa que las cosas diversas, para poder formar parte de una mezcla, deben ser vueltas semejantes por obra de Afrodita o la Amistad. Los intérpretes han discutido acerca de si la atracción entre los semejantes debe ser atribuida a la actividad del Odio (que busca reunir en una única masa a cada uno de los elementos, distribuidos entre las criaturas), a la de la Amistad, o bien se trataría de un principio independiente del accionar de ambas fuerzas cósmicas (por ej., BIGNONE, pág. 525). Tras haber examinado el problema, O’BRIEN, pág. 313, concluye que «’lo semejante hacia lo semejante’ describe la actividad de ambos, Amor y Odio. Aunque pueda parecer paradójico, para Empédocles el fuego hacia el fuego y el fuego hacia el agua son ambos manifestaciones del principio de que lo semejante es atraído por lo semejante: pues el Amor, cuando une elementos opuestos, los hace semejantes» (subr. de O’Brien).

153 El hecho de que se mencionen aquí a la Amistad y al Odio podría permitir la inferencia de que estas dos fuerzas están presentes inclusive como parte integrante de la mezcla de elementos que constituye el sujeto de la percepción y del pensamiento. Es pertinente Cf. la crítica de Aristóteles en Del Alma, I 4, 408a18 y ss.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 224.