La burguesía a través de sus científicos intenta falsificar las deducciones de las leyes del desarrollo para hacer creer que el régimen capitalista es eterno e inmutable, que existirá por siempre

«Temerosa del análisis objetivo de las leyes del desarrollo social, que condenan el capitalismo al hundimiento, la burguesía exige de sus “comisionados” que falsifiquen deducciones de dicho análisis, que demuestren la “eternidad” y la “inmutabilidad” del régimen capitalista. Precisamente por eso el partidismo burgués es enemigo de la objetividad, de la cientificidad.»

Instituto de Marxismo-Leninismo adjunto al CC del PCUS. Obras Completas de V.I. Lenin, Tomo 18. Materialismo y Empiriocriticismo. Prefacio, página XX. Editorial Progreso. URSS 1983.

En el actual modo de producción, en lo que respecta a las consecuencias naturales y sociales de los actos humanos, lo que interesa son sólo los primeros resultados, los más palpables

La ciencia social de la burguesía, la economía política clásica, sólo se ocupa preferentemente de aquellas consecuencias sociales que constituyen el objetivo inmediato de los actos realizados por los hombres en la producción y el intercambio. Esto corresponde plenamente al régimen social cuya expresión teórica es esa ciencia. Dado que los capitalistas aislados producen o intercambian con el único fin de obtener beneficios inmediatos, sólo deben ser tenidos en cuenta, primeramente, los resultados más próximos y más inmediatos. Cuando un industrial o un comerciante venden la mercancía producida o comprada por él y obtiene la ganancia habitual, se da por satisfecho y no le interesa absolutamente nada lo que pueda ocurrir después con esa mercancía y su comprador. Igual ocurre con las consecuencias naturales de esas mismas acciones. Cuando en Cuba los plantadores españoles quemaban los bosques de las laderas de las montañas para obtener con la ceniza un abono que sólo les alcanzaba para fertilizar una generación de cafetos de alto rendimiento, ¡poco les importaba que, privada de la protección de los árboles, las lluvias torrenciales del trópico barriesen la capa vegetal del suelo y dejasen la roca al desnudo! En el actual modo de producción, y tanto en lo que respecta a las consecuencias naturales como a las consecuencias sociales de los actos humanos, lo que interesa preferentemente son sólo los primeros resultados, los más palpables. Y luego hasta se manifiesta extrañeza de que las consecuencias remotas de las acciones que persiguen ese fin resulten ser muy distintas y, en la mayoría de los casos, hasta diametralmente opuestas; de que la armonía entre la oferta y la demanda se convierta en su contrario, como nos lo demuestra el curso de cada uno de esos ciclos industriales de diez años, y como han podido convencerse de ello los que con el crac han vivido en Alemania un pequeño preludio; de que la propiedad privada basada en el trabajo de uno mismo se convierta necesariamente, al desarrollarse, en la desposesión de los trabajadores de toda propiedad, mientras toda la riqueza se concentra más y más en manos de los que no trabajan.

Introducción a “dialéctica de la naturaleza” y otros escritos sobre dialéctica, F. Engels, Fundación Federico Engels, 2006, página 43.

En la civilización, la especie humana, ha dejado de ser dueña de sus propias condiciones de vida

[…] La civilización es, pues, el estadio de desarrollo de la sociedad en que la división del trabajo, el intercambio entre individuos de ella derivada y la producción mercantil que abarca a la una y al otro alcanzan su pleno desarrollo y ocasionan una revolución en toda la sociedad anterior.
En todos los estadios anteriores de la sociedad, la producción era esencialmente colectiva y el consumo se efectuaba también bajo un régimen de reparto directo de los productos, en el seno de pequeñas o grandes colectividades comunistas. Esa producción colectiva se realizaba dentro de los más estrechos límites, pero llevaba aparejado el dominio de los productores sobre el proceso de producción y sobre su producto. Estos sabían qué era del producto: lo consumían, no salía de sus manos. Y mientras la producción se efectuó sobre esta base, no pudo ponerse por encima de los productores ni hacer surgir frente a ellos el espectro de poderes extraños, como inevitable y regularmente sucede en la civilización.
Pero en ese modo de producción se introdujo lentamente la división del trabajo, que minó la comunidad de producción y de apropiación, erigió en regla predominante la apropiación individual y, de este modo, creó el intercambio entre individuos […]. Poco a poco, la producción mercantil se hizo la forma dominante.
Con la producción mercantil —que ya no es para el consumo personal, sino para el intercambio—, los productos pasan necesariamente de unas manos a otras. El productor se separa de su producto en el intercambio y ya no sabe qué se hace con él. Tan pronto como el dinero —y con él, el mercader— interviene como intermediario entre los productores, se complica más el sistema de intercambio y se vuelve todavía más incierto el destino final de los productos. Los mercaderes son muchos, y ninguno de ellos sabe lo que hacen los demás.
Ahora las mercancías no sólo van de mano en mano, sino de mercado en mercado. Los productores han dejado ya de ser dueños de toda la producción de sus propias condiciones de vida y los comerciantes tampoco han llegado a serlo. Los productos y la producción están entregados al azar.
Pero el azar no es más que uno de los polos de una interdependencia cuyo otro polo se llama necesidad. En la naturaleza, donde también parece dominar el azar, hace mucho tiempo que hemos demostrado en cada dominio particular la necesidad inherente y las leyes internas que subyacen en aquel azar. Y lo que es cierto para la naturaleza, también lo es para la sociedad. Cuanto más escapa del control consciente del hombre y sobrepasa a éste una actividad social, una serie de procesos sociales, cuanto más abandonada parece esa actividad al puro azar, tanto más las leyes propias, inherentes, de dicho azar se manifiestan como una necesidad natural. Leyes análogas rigen las eventualidades de la producción y el intercambio de mercancías, leyes que frente al productor y el comerciante aislados surgen como factores extraños y desconocidos, cuya naturaleza es preciso desentrañar y estudiar con suma meticulosidad. Estas leyes económicas de la producción mercantil se modifican según los diversos grados de desarrollo de la misma. Pero, en general, todo el período de la civilización está regido por ellas. Hoy, el producto todavía domina al productor; hoy, toda la producción social todavía está regulada no conforme a un plan elaborado en común, sino por leyes ciegas que se imponen con la violencia de los elementos, en último término, en las tempestades de las crisis comerciales periódicas.

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, páginas 188 y 189.

Mientras la clase oprimida no esté madura para liberarse, será la extrema izquierda en el capitalismo, y no reconocerá otro orden social posible

Mientras la clase oprimida —en nuestro caso, el proletariado— no esté madura para liberarse por ella misma, en su mayoría reconocerá el actual orden social como el único posible y políticamente constituirá la cola de la clase capitalista, su extrema izquierda. Pero a medida que vaya madurando para emanciparse por sí misma, irá constituyéndose como un partido independiente, eligiendo a sus propios representantes, y no a los de los capitalistas. El sufragio universal es, de esta suerte, el índice de la madurez de la clase obrera. No puede llegar ni llegará nunca a más en el Estado actual, pero esto es bastante. El día en que el termómetro del sufragio universal marque para los trabajadores el punto de ebullición, ellos sabrán, lo mismo que los capitalistas, qué deben hacer.

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, páginas 187.

Las relaciones amorosas mujer-hombre después de la supresión de la producción capitalista

[…]¿qué sobrevendrá? (con las relaciones amorosas hombre mujer después de la eliminación del capitalismo). Eso se verá cuando haya crecido una nueva generación: una generación de hombres que no sepan lo que es comprar una mujer con dinero ni con ayuda de ninguna otra fuerza social; una generación de mujeres que no sepan lo que es entregarse a un hombre por miedo a las consecuencias económicas que pudiera acarrear una negativa ni en virtud de otra consideración que no sea un amor real. Y cuando esas generaciones aparezcan, enviarán al cuerno todo lo que nosotros pensamos que deberían hacer. Se dictarán a sí mismas su propia conducta y, en consonancia, crearán una opinión pública para juzgar la conducta de cada uno. ¡Y todo quedará hecho!

La aclaración entre paréntesis es mía.

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, página 89.

El matrimonio con total libertad

[…]el matrimonio sólo se concertará con toda libertad cuando la supresión de la producción capitalista y de las condiciones de propiedad por ella creadas haya eliminado las consideraciones económicas accesorias que todavía ejercen tan poderosa influencia sobre la elección de los esposos. Entonces el matrimonio ya no tendrá más motivo que la atracción recíproca.

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, página 88.