El olfato, el gusto y el tacto en el sistema de Empédocles

f ) Los demás sentidos.

431 (31 B 99) TEOFR., De Sens. 9: La audición se produce por los ruidos externos 162: es así que cuando (el aire) es movido por el sonido resuena dentro. De tal modo, el oído sería como una campana que produce los mismos ruidos [que resuenan afuera], por lo cual lo llama

Retoño de carne…

Al moverse el aire golpea contra las partes sólidas y produce el ruido.

432 (31 A 93) AECIO, IV 16, 1: Según Empédocles la audición se produce al pegar el aire contra la parte sólida, de la que dice que al modo de una campana está colgada dentro del oído, se balancea y es golpeada.

433 (31 B 101) PLUT., Quest. Nat. 23, 917E: Acaso las perras, como dice Empédocles,

Rastrean con sus narices partículas de los miembros de las fieras

y recogen las emanaciones que abandonaron las fieras en los bosques, y a ellas las oscurecen y confunden, al nacer la primavera, los muchísimos olores de las plantas y las malezas 163.

434 (31 A 86) TEOFR., De Sens. 9: El olfato se produce con la respiración. Por ello es por lo que poseen mayor olfato aquellos en los que el soplo es más vigoroso. Y de los cuerpos sutiles y livianos emana el olor mas fuerte.

435 (31 A 94) AECIO, IV 17, 2: Según Empédocles el olor penetra junto con la respiración del pulmón. Y es así que cuando la respiración se torna difícil no podemos percibir por la irritación, como en el caso de los acatarrados.

436 (31 B 102) TEOFR., De Sens. 22: Quizás el respirar no sea en sí mismo la causa del olfato, sino por accidente, como lo atestigua el hecho de los demás animales [que no respiran] y por los fenómenos mencionados. Pero él aún dice, en definitiva, que ésa es la causa, manifestando que

Así, todos los seres poseen parte de respiración y olfato.

437 (31 A 86) TBOFR., De Sens. 9: En lo que se refiere al gusto y al tacto no determina cómo ni por qué se producen cada uno de ellos, salvo en su aspecto común, a saber, que la sensación consiste en una adaptación a los poros.

438 (31 A 94) ARIST., De Sent. 4, 441a: El gusto es una forma de tacto. Y es así que el gusto del agua tiende naturalmente a ser insípido. Es sin embargo necesario, o bien que el agua tenga en sí misma los varios géneros de sabores en grado imperceptible a causa de su pequeñez, como piensa Empédocles…

162 Seguimos los MSS. sin cambiar, como DK, éxothen por ésothen (en ese caso, tendríamos «ruidos internos»). La audición se produciría del siguiente modo: el objeto externo que produce el ruido arrojaría partículas o emanaciones de aire que, al penetrar en el oído, produciría el movimiento del órgano cartilaginoso, resonando éste como una campana.

163 Plutarco cita solamente el primer verso del fragmento. kérmata («fragmentos») no esta en Plutarco, sino que es tomada de otra fuente.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 231 a 233.

El sentido de la visión en el sistema de Empédocles

e) Visión 158.

426 (31 B 84) ARIST., De Sent. 2 , 437b-438a: Empédocles parece a veces creer que vemos por una luz que parte [del ojo], tal como se dijo antes. Dice, a propósito, lo siguiente:

Como cuando alguien que proyecta salir se arma de una antorcha
durante la noche invernal, llama de ardiente fuego,
colocando linternas que protegen de toda clase de vientos;
éstas dispersan el soplo de los vientos agitados,
pero la luz salta hacia fuera en tanto que es más sutil
y brilla a lo largo del umbral de la casa con indomables rasgos.
Así entonces el antiguo fuego, encerrado en membranas
y en finos velos, se recluyó en la redonda pupila,
velos éstos que estaban perforados por milagrosos pasajes.
Ellos preservaban el agua profunda que fluye en tomo de la pupila,
pero dejaban pasar el fuego, en tanto que es más sutil.

Unas veces explica la visión de esta manera, otras veces por las emanaciones procedentes de los objetos de ella.

427 (31 A 86) TEOFR., De Sens. 7-8: También procura referirse a cómo se produce la vista. Dice que dentro del ojo hay fuego, y alrededor suyo (agua,) tierra y aire 159 a través de los cuales penetra el fuego gracias a que es sutil, tal como ocurre con la luz de las linternas. Los poros del fuego y del agua están ubicados en orden alternado; por los del fuego tomamos conocimiento de las cosas blancas y por los del agua de las negras, pues cada una de estas cosas guarda proporción con el poro correspondiente. Los colores son llevados hacia la vista por medio de las emanaciones.
No todos los ojos están compuestos del mismo modo (sino que unos lo están de elementos semejantes) y otros de elementos contrarios, y en unos el fuego se halla en el medio mientras que en otros en el exterior. Por ello es por lo que hay animales que ven con mayor agudeza de día y otros, en cambio, de noche: de día, los que poseen menos fuego, porque en ellos la [poca] luz interior es compensada por la [mucha] luz de afuera. Y aquellos que poseen menor cantidad del elemento contrario 160 ven mejor de noche, porque también en ellos resulta colmada la deficiencia. En situaciones inversas se produce (el caso inverso). En efecto, también aquellos en los cuales existe exceso de fuego poseen la vista más debilitada durante el día, porque al abundar el fuego obstruye y retiene los poros del agua. Y lo mismo acontece de noche para aquellos en los que hay agua en exceso, pues el fuego es retenido por el agua. [Ello sucede] hasta que, en los unos, el agua sea apartada por la luz externa o que, en los otros, lo sea el fuego por [la humedad de] el aire. Cada una de estas situaciones es subsanada por el elemento contrario. [El ojo] mejor conformado y óptimo es aquel que está compuesto por iguales cantidades de ambos elementos [—fuego y agua—]. Poco más o menos, esto es lo que dice acerca de la vista.

428 (31 A 91) ARIST., De Sent. 2, 437b: Pues si en verdad el ojo fuera fuego, como dice Empédocles y como está escrito en el Timeo, y si la visión resultara de la luz que procede de él como de una linterna, entonces ¿por qué no se ejercería también la vista en la oscuridad?

429 (31 A 91) ARIST., Gen. Animal. V 1 , 779b: No está bien sostener, como dice Empédocles, que los [ojos] claros son de naturaleza ígnea, mientras que los negros poseen mayor cantidad de agua que de fuego, y que a causa de ello los claros no ven de día con agudeza debido a su carencia de agua, mientras que los otros de noche por su carencia de fuego. Porque la vista, precisamente, en todos los casos no es atribuible al fuego sino al agua.

430 (31 A 88) AECIO, IV 12, 1: [Sobre las imágenes de los espejos] dice Empédocles que se producen por las emanaciones reunidas en la superficie del espejo, vueltas compactas por el elemento ígneo que es segregado por el espejo y que trae consigo al aire intermedio, hacia el cual son llevadas las corriente 161.

158 Lo doctrina de Empédocles sobre la visión ofrece a los intérpretes ciertos problemas. El fragmento conservado que se lee a continuación, al utilizar el símil de la linterna, puede parecer dar importancia al ojo como agente activo que emite rayos luminosos hacia el objeto y, de este modo, la explicación se asemejaría a la teoría platónica del Timeo 45B, en la que se supone una síntesis de las efluencias ígneas del ojo y las que vienen del exterior. Pero en la descripción detallada de Teofrasto (texto núm. 427) no se alude al supuesto papel del ojo como emisor de eflujos luminosos y agente de la visión, sino que se incluye a esta dentro del mecanismo general de las sensaciones, esto es, las emanaciones del objeto que penetran en los poros. A estas dos explicaciones distintas alude Aristóteles al terminar de citar el frag. 84, teniendo en mente la doctrina del Timeo, la que unas líneas antes había sido asimilada a la Empédocles. La cuestión no nos queda del todo clara, pero parece probable que Aristóteles esté desarrollando indebidamente las implicaciones que surgen del fragmento de Empédocles, y que allí nuestro filósofo no vaya más allá de intentar mostrar que hay fuego en el ojo (cf. BIGNONE, página 249, n. 2).

159 Que el ojo contenga los cuatro elementos estaba de todos modos implícito en el texto núm. 416.

160 Agua

161 Similar a la explicación que da PLATÓN en Timeo 46A.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 228 a 231.

Los poros y las emanaciones en el sistema de Empédocles —aquellas son las que, en última instancia, provocan las sensaciones y, por ende, el conocimiento para tal filósofo—

d) Poros y emanaciones.

419 (31 B 89) PLUT., Quaest. nat. 916D: Considera, en efecto, que según Empédocles

Debes saber que hay emanaciones de cuantas cosas existieron…

y no solamente de los animales, de las plantas y de la tierra y el mar, sino también de las piedras, del bronce y del hierro, salen muchas afluencias ininterrumpidamente. Y efectivamente todas las cosas se destruyen y perecen a causa de que siempre hay algo que fluye y es continuamente arrojado 154.

420 (31 A 92) PLATÓN, Menón 76C:

SÓCRATES. — ¿Quieres que yo te conteste a la manera de Gorgias, para que tú puedas seguirme mejor?
MENÓN. — Quiero, cómo no.
SÓCRATES. — ¿No dices tú acaso, de acuerdo con Empédocles, que de todos los seres se producen ciertas emanaciones?
MENÓN. — Sin duda alguna.
SÓCRATES. — ¿Y que existen poros hacia los cuales y a través de los cuales pasan las emanaciones.
MENÓN. — Por cierto.
SÓCRATES. — ¿Y que, entre las emanaciones, algunas se adaptan a ciertos poros, mientras que otras son más pequeñas o más grandes?
MENÓN. — Eso es.
SÓCRATES. — ¿Y no es así que existe algo que tú llamas vista?
MENÓN. — Pues sí.
SÓCRATES. — A partir de esto, «comprendes lo que te digo», como dice Píndaro: el color es una emanación de las figuras, proporcionado a la vista y sensible 155.

421 (31 A 87) ARIST., De Gen. y Corr. I 8, 324b: Para algunos existe la opinión de que cada cosa padece una afección cuando el agente último 156 y principal penetra [en ella] a través de ciertos poros, y expresan ellos que de esta manera vemos, oímos y captamos las demás sensaciones. Asimismo agregan que vemos a través del aire, del agua y de los elementos diáfanos, porque estas cosas poseen poros invisibles a causa de su pequeñez pero abundantes y dispuestos en hileras, y tantos más tienen cuanto más diáfanos son. Y es así que hay quienes —por ejemplo Empédocles— explican de esta manera algunos otros [fenómenos]; y no solamente los de las afecciones y sus agentes, sino que también dice Empédocles que entran en mezcla todas aquellas cosas cuyos poros guardan proporción entre sí.

422 (31 A 86) TEOFR., De Sens. 7 : Empédocles afirma lo mismo de todas [las sensaciones] y expresa que la sensación se produce por la adaptación a los poros de cada uno [de los órganos]. Por eso cada uno de ellos no es capaz de discernir los objetos propios de los otros, dado que ocurre que los poros de unos son más anchos y los de otros más estrechos en relación al objeto sensible, y entonces unos pasan con fuerza sin hacer contacto y otros no pueden penetrar en absoluto.

423 (31 A 86) TEOFR., De Sens. 12: Lo primero que se le podría objetar a partir de lo que dice Empédocles es esto: en qué se distinguirán los seres animados de los otros en lo que respecta a la sensación. Pues existe la adaptación a sus poros también en los seres inanimados; y él supone por generalización que la mezcla se produce por la proporcionalidad de los poros. Por eso es por lo que no se mezclan el aceite y el agua, a diferencia de los otros líquidos y cosas de las cuales él enumera su peculiar tipo de mezcla. De tal modo, todas las cosas experimentarán sensaciones, y lo mismo será la mezcla que la sensación y el crecimiento; dado que supone que todo se produce por la proporcionalidad de los poros, sin que añada alguna otra diferencia.

424 (31 A 86) TEOFR., De Sens. 13: Además, ¿están los poros vacíos o llenos? Pues si están vacíos cae en contradicción consigo mismo, porque afirma que el vacío no existe en absoluto; si en cambio están llenos, entonces los animales experimentarían sensaciones siempre. Porque es evidente que lo que se adapta a ellos es, según dice, lo semejante 157.

425 (31 A 89) ALEJ., Cuest. II 23: Sobre la causa por la cual la piedra de Heraclea [o el imán] atrae al hierro: Dice Empédocles que el hierro es transportado hacia la piedra por las emanaciones que surgen de ambos, y porque los poros de la piedra guardan proporción con las emanaciones del hierro…

154 En el fragmento traducimos «debes saber» sin que ello corresponda en verdad al participio gnoús («sabiendo»). La doctrina empedóclea de que todos los cuerpos expulsan partículas de sí, si bien constituye la base (junto con el principio de los semejantes) de la concepción que posee de la sensación, le sirve también para explicar otros fenómenos como la muerte (según se dice en este texto y también en Teofrasto DK A 86, 20) y la atracción del imán (texto núm. 425).

155 Sobre este pasaje de Platón ver nota 28. Parece probable que, así como de todas las cosas proceden emanaciones, también es universal la presencia de poros en los sujetos; tal cosa podría suponerse a partir de los textos núms. 416 y 423.

156 Es decir, el agente que en último término produce el efecto; las emanaciones y no el agente primero del cual ellas proceden.

157 La crítica de Teofrasto apunta a que los poros, si no están vacíos, estarán llenos de emanaciones.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 225 a 228.

Según Teofrasto, para Empédocles, el pensamiento —conocimiento— se produce por obra de los semejantes, mientras que la ignorancia por obra de los contrarios, y de esta manera, resulta que pensamiento es lo mismo que sensación

418 (31 A 86) TEOFR., De Sens. 9-10: Respecto del conocimiento y de la ignorancia dice lo mismo. El pensamiento se produce, en efecto, por obra de los semejantes y la ignorancia por los contrarios, de modo que el pensamiento es lo mismo que la sensación o bien algo muy similar.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 225.

Según Teofrasto Parménides y Platón, al igual que Empédocles, establecen que la sensación se produce por lo semejante, mientras que para Anaxágoras, Heráclito, y los seguidores de ambos, es por obra de lo que es contrario

417 (31 A 86) TEOFR., De Sens. 1-2: Parménides, Empédocles y Platón [establecen que la sensación se produce] por lo semejante, mientras que para los seguidores de Anaxágoras y de Heráclito es por obra de lo que es contrario… En lo que se refiere al tema de las sensaciones particulares, los demás casi lo dejan de lado, pero Empédocles intenta remitirlas también a ellas al principio de la semejanza.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 225.

 

En el sistema de Empédocles, el conocimiento y la sensación son procesos de índole física y, por consiguiente, están regulados por el principio físico fundamental de la atracción de los semejantes, en una forma particular de este conocida como «lo semejante percibe o conoce lo semejante»

416 (31 B 109) ARIST., Met. III 4, 1000b: …Y el conocimiento es de lo semejante por lo semejante 152.

Pues por la tierra

—expresa Empédocles—

vemos la tierra, por el agua el agua,
por el éter el divino éter, por el fuego el destructivo fuego,
el cariño por el cariño, y el odio por el odio funesto 153.

[…]

152 El conocimiento y la sensación constituyen, como se dijo, procesos de índole física. Por lo mismo, el principio que los explica y regula («lo semejante percibe o conoce a lo semejante») no es más que una aplicación particular del principio físico fundamental de la atracción de los semejantes. En el frag. 90 aparentemente se lo refiere al proceso de nutrición; en el 62, v. 6 actúa sobre el fuego en el contexto zoogónico del período del Odio creciente; en el frag. 22 se expresa que las cosas diversas, para poder formar parte de una mezcla, deben ser vueltas semejantes por obra de Afrodita o la Amistad. Los intérpretes han discutido acerca de si la atracción entre los semejantes debe ser atribuida a la actividad del Odio (que busca reunir en una única masa a cada uno de los elementos, distribuidos entre las criaturas), a la de la Amistad, o bien se trataría de un principio independiente del accionar de ambas fuerzas cósmicas (por ej., BIGNONE, pág. 525). Tras haber examinado el problema, O’BRIEN, pág. 313, concluye que «’lo semejante hacia lo semejante’ describe la actividad de ambos, Amor y Odio. Aunque pueda parecer paradójico, para Empédocles el fuego hacia el fuego y el fuego hacia el agua son ambos manifestaciones del principio de que lo semejante es atraído por lo semejante: pues el Amor, cuando une elementos opuestos, los hace semejantes» (subr. de O’Brien).

153 El hecho de que se mencionen aquí a la Amistad y al Odio podría permitir la inferencia de que estas dos fuerzas están presentes inclusive como parte integrante de la mezcla de elementos que constituye el sujeto de la percepción y del pensamiento. Es pertinente Cf. la crítica de Aristóteles en Del Alma, I 4, 408a18 y ss.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 224.

El principio de los semejantes en el sistema de Empédocles

c) El principio de los semejantes.

416 (31 B 109) ARIST., Met. III 4, 1000b: …Y el conocimiento es de lo semejante por lo semejante 152.

Pues por la tierra

—expresa Empédocles—

vemos la tierra, por el agua el agua,
por el éter el divino éter, por el fuego el destructivo fuego,
el cariño por el cariño, y el odio por el odio funesto 153.

417 (31 A 86) TEOFR., De Sens. 1-2: Parménides, Empédocles y Platón [establecen que la sensación se produce] por lo semejante, mientras que para los seguidores de Anaxágoras y de Heráclito es por obra de lo que es contrario… En lo que se refiere al tema de las sensaciones particulares, los demás casi lo dejan de lado, pero Empédocles intenta remitirlas también a ellas al principio de la semejanza.

418 (31 A 86) TEOFR., De Sens. 9-10: Respecto del conocimiento y de la ignorancia dice lo mismo. El pensamiento se produce, en efecto, por obra de los semejantes y la ignorancia por los contrarios, de modo que el pensamiento es lo mismo que la sensación o bien algo muy similar.

152 El conocimiento y la sensación constituyen, como se dijo, procesos de índole física. Por lo mismo, el principio que los explica y regula («lo semejante percibe o conoce a lo semejante») no es más que una aplicación particular del principio físico fundamental de la atracción de los semejantes. En el frag. 90 aparentemente se lo refiere al proceso de nutrición; en el 62, v. 6 actúa sobre el fuego en el contexto zoogónico del período del Odio creciente; en el frag. 22 se expresa que las cosas diversas, para poder formar parte de una mezcla, deben ser vueltas semejantes por obra de Afrodita o la Amistad. Los intérpretes han discutido acerca de si la atracción entre los semejantes debe ser atribuida a la actividad del Odio (que busca reunir en una única masa a cada uno de los elementos, distribuidos entre las criaturas), a la de la Amistad, o bien se trataría de un principio independiente del accionar de ambas fuerzas cósmicas (por ej., BIGNONE, pág. 525). Tras haber examinado el problema, O’BRIEN, pág. 313, concluye que «’lo semejante hacia lo semejante’ describe la actividad de ambos, Amor y Odio. Aunque pueda parecer paradójico, para Empédocles el fuego hacia el fuego y el fuego hacia el agua son ambos manifestaciones del principio de que lo semejante es atraído por lo semejante: pues el Amor, cuando une elementos opuestos, los hace semejantes» (subr. de O’Brien).

153 El hecho de que se mencionen aquí a la Amistad y al Odio podría permitir la inferencia de que estas dos fuerzas están presentes inclusive como parte integrante de la mezcla de elementos que constituye el sujeto de la percepción y del pensamiento. Es pertinente Cf. la crítica de Aristóteles en Del Alma, I 4, 408a18 y ss.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 224 y 225.

Al parecer, para Empédocles, la sensación y el pensamiento son comunes para todos los seres (animados o no) debido al fenómeno universal de las emanaciones y los poros

415 (31 B 103) SIMPL., Fis. 331, 10: Y se puede encontrar que en la Física de Empédocles se citan muchas [expresiones] tales, como por ejemplo éstas:

Así, por voluntad de la Fortuna, todas las cosas poseen pensamiento 151.

151 Lo mismo expresa Empédocles en el v. 10 del frag. 110. A partir de lo que señala Teofrasto en el texto núm. 423, podría inferirse que la sensación y el pensamiento son comunes a todos los seres (animados o no) debido al fenómeno universal de las emanaciones y los poros (cf. los textos bajo el ítem «d»).

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 223.

Para Empédocles la sangre es el órgano principal (no el único) del conocimiento: se puede inteligir usándola en virtud del principio de los semejantes —ya que en ella están los elementos mezclados en idéntica proporción—

412 (31 B 105) PORF., De Styge: Empédocles parece así decir que la sangre es un órgano para la conciencia:

Nutrido [el corazón] en los mares de sangre latiente,
es allí donde principalmente está lo que los hombres llaman inteligencia:
pues la sangre que rodea el corazón es para los hombres la inteligencia 150.

413 (31 A 97) AECIO, IV 5 , 8: Según Empédocles [la parte racional del alma se halla] en la constitución de la sangre.

414 (31 A 86) TEOFR., De Sens. 10-11: Por eso pensamos principalmente con la sangre; porque en ella los elementos están mezclados en grado principal entre sus partes. Y por cierto que todos aquellos seres en los que [las partículas de los elementos] están mezcladas en grado casi igual y semejante sin mayores diferencias, y no son muy chicas ni tampoco excesivas en tamaño, éstos son más sabios y de percepciones más exactas…

150 En el primer verso el sujeto de «nutrido» (tethramméne, enmienda de Grotius) debe ser el corazón. Pero cf. BIGNONE, pág. 475. Respecto de la fórmula armónica de la sangre ver el frag. 98. Gracias a que en ella (y, por tanto, en el corazón que la contiene) los elementos se hallan mezclados en idéntica proporción, la sangre se constituye en el órgano principal (no el único) del conocimiento, en virtud del principio de los semejantes. Cf. especialmente el texto núm. 414.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 222 y 223.

Para Empédocles los órganos de los sentidos son una vía para inteligir; y cada cosa debe ser inteligida mediante el sentido con el que se capte

410 (31 B 3) S. E., Adv. Math. VII 124:

Pero vamos, observa con toda tu destreza de qué modo cada cosa se hace patente
y al poseer una visión no confíes en ella más que en el oído,
ni en el oído resonante más que en las revelaciones de la lengua;
y de ninguno de los otros órganos, en cuanto que son una vía para inteligir,
tampoco alejes tu confianza, sino que intelige cada cosa por el medio en que se haga patente 148.

148 Nótese el contraste de estas líneas con el frag. 7 de Parménides. Las «revelaciones de la lengua» aludirían al sentido del gusto.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 221 y 222.