Las obras de Hegel nos ofrecen un amplio compendio de dialéctica, aunque desarrollado a partir de un punto de arranque absolutamente falso

La segunda forma de la dialéctica, la que más cerca está de los naturalistas alemanes, es la filosofía clásica alemana, desde Kant hasta Hegel. Aquí, ya se ha conseguido algo desde que, además del ya mencionado neokantismo, vuelve a estar de moda el recurrir a Kant. Desde que se ha descubierto que Kant es el autor de dos hipótesis geniales sin las que las modernas ciencias naturales teóricas no podrían dar un paso (la teoría de los orígenes del sistema solar, que antes se atribuía a Laplace, y la teoría de la retardación de la rotación de la tierra a causa de las mareas), este filósofo volvió a conquistar merecidos honores entre los naturalistas. Pero querer estudiar la dialéctica en Kant sería un trabajo estérilmente penoso y poco fructífero, dado que las obras de Hegel nos ofrecen un amplio compendio de dialéctica, aunque desarrollado a partir de un punto de arranque absolutamente falso.

Hoy, cuando, por un lado, la reacción contra la “filosofía de la naturaleza”, justificada en gran parte por ese falso punto de partida y por el imponente enlodamiento del hegelianismo berlinés, se ha expandido a sus anchas y ha degenerado en simples injurias, y cuando, por otro lado, las ciencias naturales han sido tan notoriamente traicionadas en sus necesidades teóricas por la metafísica ecléctica al uso, creemos que ya podrá volver a pronunciarse ante los naturalistas el nombre de Hegel, sin provocar con ello ese baile de San Vito en que el señor Dühring es tan divertido maestro.

Viejo prólogo para el ‘Anti-Dühring’ SOBRE LA DIALÉCTICA, Introducción a “dialéctica de la naturaleza” y otros escritos sobre dialéctica, F. Engels, Fundación Federico Engels, 2006, páginas 51 y 52.

En la filosofía griega el pensamiento dialéctico aparece todavía con una sencillez natural

La primera es la filosofía griega. Aquí, el pensamiento dialéctico aparece todavía con una sencillez natural, sin que le estorben aún los cautivantes obstáculos que se oponía a sí misma la metafísica de los siglos XVII y XVIII (Bacon y Locke en Inglaterra; Wolff en Alemania) y con los que se obstruía el camino que había de llevarla de la comprensión de los detalles a la comprensión del conjunto, a concebir las concatenaciones generales. En los griegos, precisamente por no haber avanzado todavía hasta la desintegración y el análisis de la naturaleza, ésta se enfoca todavía como un todo, en sus rasgos generales. La conexión general de los fenómenos naturales no se comprueba en detalle, sino que es el resultado de la contemplación inmediata. Aquí es donde estriba la insuficiencia de la filosofía griega, que hizo que más tarde hubiese de ceder el paso a otras concepciones. Pero también es aquí donde radica su superioridad respecto a todos sus posteriores adversarios metafísicos. Si la metafísica tenía razón contra los griegos en el detalle, en cambio, éstos tenían razón contra la metafísica en el conjunto. He aquí una de las razones de que, en filosofía, como en muchos otros terrenos, con harta frecuencia nos veamos obligados a volver los ojos hacia las hazañas de aquel pequeño pueblo, cuyo talento, dotes y actividad universales le aseguraron tal lugar en la historia del desarrollo de la humanidad como ningún otro pueblo puede reivindicar. Pero todavía hay otra razón, y es que las múltiples facetas de la filosofía griega ya contienen en germen, en estado latente, casi todas las concepciones posteriores. Por eso también las ciencias naturales teóricas están obligadas, si quieren trazar la historia de la génesis de sus actuales principios generales, a retrotraerse a los griegos. Y este enfoque va abriéndose camino cada vez más resueltamente. Cada vez hay menos naturalistas que, a la par que operan con aspectos de la filosofía griega —por ejemplo, con el atomismo— como si fuesen verdades eternas, miran a los griegos por encima del hombro, con un desprecio baconiano, porque éstos no conocían ninguna ciencia natural empírica. Lo único que hay que desear es que este enfoque llegue a convertirse en un conocimiento real de la filosofía griega.

Viejo prólogo para el ‘Anti-Dühring’ SOBRE LA DIALÉCTICA, Introducción a “dialéctica de la naturaleza” y otros escritos sobre dialéctica, F. Engels, Fundación Federico Engels, 2006, página 50 y 51.

Retornar desde el pensamiento metafísico al pensamiento dialéctico

Apenas se puede echar un vistazo a un libro teórico de ciencias naturales sin tener la impresión de que los propios naturalistas se dan cuenta de cómo están dominados por esa algarabía y confusión, y de cómo la llamada filosofía actual no puede ofrecerles absolutamente ninguna salida. Y, en efecto, no hay otra salida ni más posibilidad de llegar a ver claro en estos campos, que, de una u otra forma, retornar desde el pensamiento metafísico al pensamiento dialéctico.

Este retorno puede operarse por distintos caminos. Puede imponerse de un modo natural, por la fuerza coactiva de los propios descubrimientos de las ciencias naturales, que no quieren seguir dejándose torturar en el viejo lecho metafísico de Procusto. Pero éste sería un proceso lento y penoso, en el que habría que vencer toda una infinidad de rozamientos superfluos. En gran parte, este proceso está ya en marcha, sobre todo en la biología. Pero podría acortarse notablemente si los naturalistas teóricos se decidieran a prestar mayor atención a la filosofía dialéctica, en las formas que la historia nos la brinda.

Viejo prólogo para el ‘Anti-Dühring’ SOBRE LA DIALÉCTICA, Introducción a “dialéctica de la naturaleza” y otros escritos sobre dialéctica, F. Engels, Fundación Federico Engels, 2006, página 50.