Según Cicerón, Anaxágoras decía «que la materia es infinita, pero que de ella surgen diminutas partículas, similares entre sí, mezcladas en un comienzo y después puestas en orden por una mente divina». Sin embargo, de seguro la palabra, y el concepto, «materia» no fueron utilizados por Anaxágoras

709 (59 A 49) CIC., Acad. II 37, 118: Anaxágoras dice que la materia es infinita, pero que de ella surgen diminutas partículas, similares entre sí, mezcladas en un comienzo y después puestas en orden por una mente divina.

Los Filósofos Presocráticos II, Anaxágoras de Clazómenas, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 354.

Según los autores, es una inferencia bastante natural, aunque anacrónica, relacionar el intelecto de la filosofía de Anaxágoras con un dios: Aecio lo hizo, probablemente inspirado por Teofrasto, y aquel a su vez inspiró a Cicerón y otros

707 (59 A 48) AECIO, I 7, 5: Anaxágoras dice que los cuerpos, al comienzo, estaban firmes, y que el intelecto de dios ordenó cósmicamente las cosas y produjo los nacimientos de todas las cosas.

708 (59 A 48) AECIO, I 7, 15: Anaxágoras dice que el dios es un intelecto creador del mundo 56.

56 Estos dos textos de Aecio (adviértase el paso graduado: en el primero se habla de «el intelecto de dios» y en el segundo se afirma que «el dios es un intelecto») parecen provenir de Teofrasto, y de allí servir de fuente a Cicerón y otros. Se trata de una inferencia bastante natural, aunque anacrónica.

Los Filósofos Presocráticos II, Anaxágoras de Clazómenas, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 354.

El concepto de «ápeiron» en Anaximandro

b) El concepto de «ápeiron»

84 (12 A 14) AECIO, I 3, 3: Anaximandro… dijo que el principio de las cosas es lo Infinito, pues a partir de él se generan todas las cosas.

85 (12 A 1) D. L., II 1: Afirmó que el principio y elemento de las cosas es lo Infinito.

86 (12 A 13) CIC., Acad. II 37, 118: Pero en esto [a saber, de que todas las cosas constan de agua, Tales] no persuadió a su conciudadano y amigo Anaximandro, pues éste dijo que hay una naturaleza infinita, de la cual se generan todas las cosas.

87 SIMPL., Fís. 41, 17-19: Anaximandro… postuló como principio… a una cierta naturaleza infinita.

88 (12 A 17) AG., Civ. Dei VIII 2: No pensaba que cada cosa naciera de una sola, como Tales con el agua, sino de sus propios principios, y creía que los principios de las cosas singulares eran infinitos.

89 HOMERO, Il. VII 446: Padre Zeus: ¿hay un mortal sobre la vasta tierra?

90 HOMERO, Od. XV 79: Antes de que se vayan por la inmensa tierra.

91 HES., Teog. 187: Ninfas que se llaman Melias sobre la tierra inmensa.

92 HOMERO, Il. XXIV 545: El vasto Helesponto.

93 HOMERO, Il. VIII 478-479: Ni aunque te fueras a los confines de la tierra y del mar.

94 HOMERO, Il. XIV 200-201: Voy a los confines de la fértil tierra para ver a Océano, génesis de dioses, y a la madre Tetis.

95 HOMERO, Il. XXIV 776: Gimió el pueblo incontable.

96 HOMERO, Od. VIII 286: Un dios me sumergió bajo un sueño profundo.

97 HOMERO, Od. VIII 340: Tres veces tan inextricables lazos, me rodearan.

98 (PÍND., fr. 130 S.) Desde allí descargan una tiniebla profunda.

99 HOMERO, Od. XXIII 248: Mujer, aún no has llegado al fin del trabajo*.

100 PLATÓN, Timeo 51a: Por lo cual diremos que la madre y receptáculo de todo lo que nace, que es visible y en general sensible no es tierra ni aire ni fuego ni agua, ni ninguna de las cosas que nacen de ellas o de las cuales han nacido ellas, sino que es una cierta Idea invisible y amorfa, que recibe todo y participa de lo inteligible de algún modo muy difícil(41).

* Traducimos tò ápeiron por «lo infinito», para no complicar la redacción con perífrasis o términos siempre discutibles y, sobre todo, para no desorientar al lector que ha oído hablar de «lo Infinito» de Anaximandro y no violentar los testimonios doxográficos haciendo una traducción en términos en que evidentemente no pensaron. Pero si el concepto de «infinito» en un sentido temporal (o, más bien, cuantitativo) es posterior a Parménides, la idea de «infinito» aplicada a la multiplicidad de «elementos» o al carácter múltiple del «elemento» es un anacronismo de Aristóteles y Teofrasto, que lo aplican a Anaximandro a partir de la visión que se forjan de Anaxágoras y de los atomistas. En el lenguaje arcaico de Anaximandro, la sustantivación del adjetivo ápeiron, aplicado por Homero a la tierra y al mar para sugerir la imposibilidad de recorrerlos por completo y acaso también su profundo misterio, parecería indicar algo total, omniabarcante —y, por lo tanto, en lo que se atiende no sólo a la tierra y al mar, sino al firmamento— y por eso mismo innombrable, por lo que recurre a sustantivar dicho adjetivo, como si fuera «lo más profundo, inescrutable, inabarcable».

Ver nuestra introducción a los milesios […]. Los adjetivos «vasto/a» (textos núm. 89 y 92), «inmensa» (textos 90 y 91), «incontable» (texto 95), «profundo/a» (textos 96 y 98) traducen el adjetivo griego ápeiron (apeiron, en el jonio homérico), lo mismo que, en plural, «inextricables» (texto 97). Análogamente, el vocablo griego contrapuesto a ápeiron, péras (o peirar, en el jonio homdrico; traducido habitualmente por «límite») es el que corresponde a nuestras traducciones «confines» (textos núms. 93 y 94, en plural, peírata) y «fin» (texto 99, en plural en griego, también). El mismo MONDOLFO, El infinito en el pensamiento de la antigüedad clásica (trad. F. Gonzáiez Ríos), Buenos Aires, 1952, pág. 48, que sustenta la tesis de que en todo momento y en todo sentido los griegos tuvieron la noción de «infinito», frente a pasajes como el que recortamos como texto núm. 89 —y muchos otros similares— apunta que la tierra aparece allí «concebida o sentida como inagotable lugar de exploración: forma característica de un pueblo de exploradores». Empero nos desilusiona al traducir esos pasajes como «la tierra infinita». ¿Cómo puede concebirse una tierra «infinita» si tiene «límites» o »confines»? Si la infinitud hubiera de ser concebida como «inexplorabilidad» o «inagotable lugar de exploración» (quitando el sentido meramente espacial), estaríamos de acuerdo hasta cierto punto en llamar a tò ápeiron de Anaximandro como «lo inexplorable»; pero no es ése el caso de Mondolfo (cf. ob. cit., págs, 77 sigs. y 286 sigs.), ni mucho menos, por supuesto, el de Teofrasto y los doxógrafos (textos núms. 84-88) que pensaban en términos aristotélicos.

(41) Platón parece concebir a lo que denomina «madre y receptáculo de todo lo que nace» pensando en algo como tó ápeiron de Anaximandro, pero con la diferencia de que, aun cuando las frases platónicas acerca del entrar de las cosas (al nacer desde las Ideas?) y salir (al morir) pudieran ser metafóricas, se trata de un lenguaje que, a nuestro juicio, resultaría inaceptable para Anaximandro: tò ápeiron es el Todo (cf. texto 127), y por ello nada hay fuera de él: todo nace, vive y muere en él.

LOS FILÓSOFOS PRESOCRÁTICOS, Conrado Eggers Lan y Victoria E. Juliá, editorial Gredos, Madrid, España, 1981, página 89-92.

D. L.= Diógenes Laercio

CIC.= Cicerón

SIMPL.= Simplicio

AG.= San Agustín

HES.= Hesíodo

PÍND.= Píndaro de Tebas