Cómo poner fin a la prostitución y alcanzar la monogamia del sexo masculino

Podría responderse, no sin fundamento, que lejos de desaparecer (la monogamia, con una revolución socialista), más bien se realizará plenamente a partir de ese momento. Porque con la transformación de los medios de producción en propiedad social desaparecerán también el trabajo asalariado, el proletariado y, por consiguiente, la necesidad de que cierto número de mujeres, estadísticamente calculable, se prostituyan. Desaparece la prostitución, pero la monogamia, en vez de decaer, llega por fin a ser una realidad, también para los hombres.

La aclaración ente paréntesis es mía

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, página 82.

La monogamia, el amor y el matrimonio en la clase burguesa

[…] el matrimonio (burgués) se funda en la posición social de los contrayentes y, por tanto, siempre es un matrimonio de conveniencia. También en […] este matrimonio de conveniencia se convierte a menudo en la más vil de las prostituciones, a veces por ambas partes, pero mucho más habitualmente en la mujer, que sólo se diferencia de la cortesana ordinaria en que no alquila su cuerpo a ratos, como una asalariada, sino que lo vende de una vez para siempre, como una esclava. A todos los matrimonios de conveniencia se les puede aplicar la frase de (Charles) Fourier: “Así como en gramática dos negaciones equivalen a una afirmación, de igual manera en la moral conyugal dos prostituciones equivalen a una virtud”.

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, páginas 78.

Libertad sexual de las mujeres y prostitución: “pago” por su derecho a castidad conyugal

Este heterismo (relaciones sexuales de mujeres no casadas con hombres, y prostitución de la mujer) deriva en línea recta del matrimonio por grupos, de la entrega propiciatoria con la que las mujeres adquirieron el derecho a la castidad (derecho a casarse con un solo hombre)

[…]El sacrificio de entregarse (“en carne” a un hombre: “pago” por el derecho antes mencionado), en un principio obligación de todas las mujeres, fue más tarde ejercido solamente por […] sacerdotisas, en sustitución de todas las demás. En otros pueblos, el […] (“pago”) proviene de la libertad sexual concedida a las jóvenes antes del matrimonio.

[…]Así pues, la herencia que el matrimonio por grupos legó a la civilización es doble, como también es doble, ambiguo, equívoco, contradictorio, todo lo que la civilización produce: por un lado, la monogamia, y por el otro, el heterismo, incluyendo su forma extrema, la prostitución. El heterismo es una institución social como cualquier otra y mantiene la antigua libertad sexual… en provecho de los hombres. No sólo tolerado de hecho, sino practicado libremente sobre todo por las clases dominantes, se reprueba de palabra. Pero, en realidad, esta reprobación nunca va dirigida contra los hombres que lo practican, sino solamente contra las mujeres, que son despreciadas y rechazadas, proclamando con ello, una vez más, la supremacía absoluta del hombre sobre el sexo femenino como ley fundamental de la sociedad.

Las aclaraciones, entre paréntesis, son mías.

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, página 73.

En otras palabras, según Engels, la libertad sexual de la que gozan las jóvenes en nuestra sociedad, y la prostitución, son formas de “pagos”, impuestas por el género masculino al femenino, por el derecho, de las mujeres, al matrimonio con un solo hombre.