Los procesos de la naturaleza se reflejan en el cerebro pensante

En Ludwig Feuerbach encon­tramos la exposición siguiente de las ideas de Feuerbach y de las ideas de Engels: [...] el reflejo de los procesos de la naturaleza "en el cerebro pen­sante".

V.I. Lenin, Obras Completas. Tomo 18. Materialismo y Empiriocriticismo. Página 88. Editorial Progreso. URSS 1983.

La naturaleza es objeto de conciencia del hombre

Decía Feuerbach [...]: "La naturaleza, que no es objeto del hombre o de la conciencia, es claro, para la filosofía especulativa, o a lo menos para el idealismo, la cosa en sí de Kant" [...], "una abstracción sin realidad; pero precisamente contra la naturaleza es contra lo que se estre­lla el idealismo. Las Ciencias Naturales, por lo menos en su actual estado, nos llevan necesariamente a un punto en que aún no se daban las condiciones para la existencia hu­mana; en que la naturaleza, es decir, la Tierra, aún no era objeto de la mirada humana ni de la conciencia del hom­bre; en que la naturaleza era, por consiguiente, un ser que no tenía absolutamente nada de humano (absolut unmen schliches Wesen). El idealismo puede replicar: pero también esta naturaleza es una naturaleza pensada por ti (von dir gedachte). Cierto, pero de ello no se deduce que esta naturaleza no haya existido realmente en un tiempo, como tampoco se puede deducir que porque Sócrates y Platón no existan para mí si yo no pienso en ellos, no hayan tenido una existencia real en su tiempo, sin mí"

V.I. Lenin, Obras Completas. Tomo 18. Materialismo y Empiriocriticismo. Página 84. Editorial Progreso. URSS 1983.

No son la naturaleza y la humanidad las que se conciertan con los principios, sino los principios los que son verdaderos precisamente en tanto concuerdan con la naturaleza y la historia

[Lenin citando a Engels]: «[…] No son la naturaleza y la humanidad las que se conciertan con los principios, sino los principios los que son verdaderos precisamente en tanto concuerdan con la naturaleza y la historia […]»

V.I. Lenin, Obras Completas. Tomo 18. Materialismo y Empiriocriticismo. LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO DEL EMPIRIOCRITICISMO Y LA DEL MATERIALISMO DIALÉCTICO, página 35. Editorial Progreso. URSS 1983.

El problema medioambiental en Marx y Engels

Mucho se le ha criticado al marxismo por no tocar la cuestión medioambiental, sin embargo, esta crítica no se ajusta a lo que nos muestra la realidad. F. Engels en su Dialéctica de la Naturaleza (libro que no alcanzó a terminar de escribir y que fue publicado como estaba), por poner un ejemplo, respecto a tal cuestión dice: «Cuando en Cuba los plantadores españoles quemaban los bosques de las laderas de las montañas para obtener con la ceniza un abono que sólo les alcanzaba para fertilizar una generación de cafetos de alto rendimiento, ¡poco les importaba que, privada de la protección de los árboles, las lluvias torrenciales del trópico barriesen la capa vegetal del suelo y dejasen la roca al desnudo! En el actual modo de producción, y tanto en lo que respecta a las consecuencias naturales como a las consecuencias sociales de los actos humanos, lo que interesa preferentemente son sólo los primeros resultados, los más palpables» (Introducción a «dialéctica de la naturaleza» y otros escritos sobre dialéctica, F. Engels, Fundación Federico Engels, 2006, página 43). En tal libro F. Engels presenta otra serie de escritos que muestran y analizan la destrucción que está sufriendo la naturaleza, por parte de la forma de producción del hombre: «La concepción naturalista de la historia, sostenida, por ejemplo, en mayor o menor medida, por Draper y otros naturalistas, y según la cual es la naturaleza la que influye exclusivamente sobre el hombre, son las condiciones naturales las que condicionan siempre y en todas partes el desarrollo histórico de éste, es, por consiguiente, una concepción unilateral, en la que se olvida que el hombre actúa también, a su vez, de rechazo, sobre la naturaleza, la transforma y se crea nuevas condiciones de existencia. Muy poco, poquísimo, es lo que hoy queda en pie de la “naturaleza” de Alemania en los tiempos de la inmigración de los germanos. Todo en ella ha cambiado hasta lo indecible, la superficie del suelo, el clima, la vegetación, la fauna y los hombres mismos, y todos estos cambios se han producido por obra de la actividad humana, siendo, en cambio, incalculablemente pequeños, insignificantes, los que durante estos siglos se han manifestado en la naturaleza de Alemania sin la intervención del hombre» (DIALÉCTICA DE LA NATURALEZA, F. Engels, Editorial Grijalbo, México, 1961, página 195 y 196.).

Basta una lectura a dicho libro para percatarse de que el marxismo sí se ocupa de la cuestión, que ahora conocemos como, medioambiental. Lo que sucede es que si bien es cierto fue un tema para Marx y Engels, este no tuvo la relevancia que ahora, en nuestros tiempos, deseamos que hubiera tenido en tales pensadores. Esta falta de trascendencia se debió a dos factores fundamentales: por una parte, en los tiempos de Marx y Engels, el modo de producción capitalista no estaba tan desarrollado, en comparación a lo que vemos actualmente, y esto conducía a que la destrucción de la naturaleza no fuera a escala gigantesca, dadas las nuevas tecnologías: un ejemplo es lo que ocurre en la actualidad en Chile con las compañías extractivistas de cobre y litio, las cuales destruyen cerros enteros, y quizá cordilleras, con el afán de obtener dichos minerales (el desarrollo de la economía acarrea el desarrollo de la tecnología, y viceversa, pero el primer factor es preponderante sobre el segundo); por otra parte, el tamaño de la población, en la época de Marx y Engels,era de, aproximadamente, 1.000 millones de habitantes, frente a los más de 7.000 millones en el año 2018 (fuente: U.S. and World Population Clock). Esto, de manera evidente, dada la mucho menor cantidad de población (7 veces menor), en tiempo de dichos pensadores, provocaba que los problemas medioambientales fueran mucho menos graves. No es difícil concluir que un número mayor de personas en el planeta, provocará, necesariamente, un incremento en el daño al medioambiente, incluso, si pensáramos el planeta sin desarrollo capitalista (como a algunos idealistas les gusta imaginar): sin desarrollo tecnológico de cualquier tipo, el simple desecho biológico de esa cantidad de población provocaría problemas medioambientales en sectores del planeta, y así seguirían incrementándose exponencialmente a medida que incrementa la población, aunque, insisto, no existiera tecnología producto del desarrollo del capitalismo (con esto podemos inferir que la tecnología no es el problema, sino más bien, quizá, un factor que puede aumentar el daño medioambiental, dentro de un sistema de producción determinado).

Con estos en antecedentes es bastante poco realista culpar a Marx y a Engels, por no ocuparse de los problemas medioambientales. Con las citas encontradas en la Dialéctica de la Naturaleza, podemos concluir que se ocuparon de tales cuestiones, pero en un grado necesario para su situación histórica: leve desarrollo, en comparación al actual, de las fuerzas productivas del capitalismo, en especial de la tecnología; y poca población mundial, en comparación a la que encontramos en la actualidad. Dado que ambos factores mencionados cobran relevancia en el mundo actual, entonces, cobran relevancia para nosotros los problemas ambientales.

Sacar a Marx y a Engels, de su momento histórico para culparlos de determinadas situaciones que no analizaron en profundidad conducirá necesariamente a una idealización de todo lo que se desee analizar posteriormente (solamente un dios puede prever acontecimientos sin la necesidad de tener las pruebas materiales de que algo va a suceder); y, por lo tanto, a una incomprensión de lo que es el marxismo, dado que no se concibe a Marx y a Engels como insertos en una realidad concreta sino abstraídos de lo que sea.

Camarada Gato Rojo

Según Aristóteles, Anaxágoras adoptó la doctrina que aboga porque el intelecto se encuentra tanto en los seres vivos como en la naturaleza, como causa del cosmos y de todo el orden

712 (59 A 58) ARIST., Met. I 3, 984b: Cuando alguien dijo que el intelecto se encuentra tanto en los seres vivos como en la naturaleza, como causa del cosmos y de todo el orden, se mostró como un hombre sobrio, comparado con lo que en vano habían hablado los anteriores a él. Sabemos claramente que Anaxágoras adoptó esta doctrina, aunque se dice que antes la sostuvo Hermotimo de Clazómenas.

Los Filósofos Presocráticos II, Anaxágoras de Clazómenas, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 355.

Para Aristóteles, las manos fueron dadas a la humanidad, por la naturaleza, debido a que se trata de seres inteligentes que pueden usarlas; al contrario, Anaxágoras, según el mismo Aristóteles, decía que la humanidad está formada por seres inteligentes a causa de tales manos

668 (59 A 102) ARIST., Partes Animal. IV 10, 687a: Anaxágoras dice que el hombre es el más inteligente de los seres vivos a causa de tener manos, pero lo razonable es decir que ha recibido las manos por ser el más inteligente. En efecto, las manos son un instrumento, y la naturaleza —tal como un hombre sabio— asigna cada cosa al que puede usarla 24.

24 Así como podría decirse que el dios creador del Timeo es similar a un hombre sabio (es «demiurgo», o sea, «artesano», y piensa, quiere, etc.), así, para Aristóteles, la naturaleza aparece no como Dios pero sí como un «hombre sabio».
W. THEILER, Zur Geschichte der teleologischen Naturbetrachtung bis auf Aristoteles, Zurich-Leipzig, 1925, pág. 90, considera que con esto se expresa «la personificación completa» de la naturaleza, pero no por eso la identifica con el «Alma del Mundo» ( = Demiurgo, según THEILER, págs. 72-73) del Timeo y Leyes de Platón.

Los Filósofos Presocráticos II, Anaxágoras de Clazómenas, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 326.

Según los autores, la naturaleza, para Aristóteles, no aparece como un dios (similar al del Timeo de Platón) pero sí como un «hombre sabio»

668 (59 A 102) ARIST., Partes Animal. IV 10, 687a: Anaxágoras dice que el hombre es el más inteligente de los seres vivos a causa de tener manos, pero lo razonable es decir que ha recibido las manos por ser el más inteligente. En efecto, las manos son un instrumento, y la naturaleza —tal como un hombre sabio— asigna cada cosa al que puede usarla 24.

24 Así como podría decirse que el dios creador del Timeo es similar a un hombre sabio (es «demiurgo», o sea, «artesano», y piensa, quiere, etc.), así, para Aristóteles, la naturaleza aparece no como Dios pero sí como un «hombre sabio».
W. THEILER, Zur Geschichte der teleologischen Naturbetrachtung bis auf Aristoteles, Zurich-Leipzig, 1925, pág. 90, considera que con esto se expresa «la personificación completa» de la naturaleza, pero no por eso la identifica con el «Alma del Mundo» ( = Demiurgo, según THEILER, págs. 72-73) del Timeo y Leyes de Platón.

Los Filósofos Presocráticos II, Anaxágoras de Clazómenas, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 326.

Aristóteles llamaba a Parménides, Meliso y a sus seguidores: «partidarios de la naturaleza» y «antinaturalistas»

Aristóteles llamaba a Parménides, Meliso y sus seguidores «partidarios de la naturaleza» y «antinaturalistas». «Partidarios de la naturaleza» porque se dedicaron a la physis y, sin embargo, no son físicos en el sentido aristotélico del término, y «antinaturalistas» porque la naturaleza se mueve constantemente y estos eliminan el movimiento.
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Los filósofos presocráticos II, Meliso de Samos, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 108

Aristóteles llama physikoi («naturalistas») o physiológoi («los que hablan de la naturaleza») a quienes dicen que «el principio de todo se mueve» ya que la «naturaleza» es «principio y causa del movimiento y del reposo en aquello que la tiene por sí y primeramente, y no por accidente»; pero dado ese carácter sustancial, vale para todas las cosas, y es aplicado en consecuencia a quienes se supone han pensado en lo que es sustancial para todas las cosas

23 HIPÓL., I 1, 1: Se: dice que el milesio Tales, uno de los siete sabios, fue el primero que se abocó a la filosofía natural. Dijo que el agua es principio y fin de todo. A partir de ella, por reunión, se forman todas las cosas y, a la inversa, al disolverse, son llevadas nuevamente hacia ella*.

* Aunque este texto no figure en DK, su contenido esta implícito en el testimonio de Aristóteles, y asimismo responde a su concepción de filosofía «natural».

Las expresiones physiké theoría, philosophía physiké, etc., reconocen una inspiración aristotélica que hace de la «naturaleza» (phýsis) el objeto de investigación de «los primeros que filosofaron», a quienes llama indistintamente physikoi (literalmente: «naturalistas») o physiológoi (literalmente: «los que hablan de la naturaleza»). En sentido estricto, el calificativo lo aplica a quienes dicen que el principio de todo se mueve (Fís. I 2, 184b-185a, en contraposición con Parménides y Meliso), ya que la «naturaleza» es «principio y causa del movimiento y del reposo en aquello que la tiene por sí y primeramente, y no por accidente» (Fís. II 1, 192b); pero dado ese carácter sustancial, vale para todas las cosas, y es aplicado en consecuencia a quienes se supone han pensado en lo que es sustancial para todas las cosas.

LOS FILÓSOFOS PRESOCRÁTICOS, Conrado Eggers Lan y Victoria E. Juliá, editorial Gredos, Madrid, España, 1981, páginas 69 y 70.

HIPÓL.= Hipólito

DK= Diels-Kranz, referencia a un libro parecido al citado.