Relación y etimología de las palabras «daímon» (demonio), alma y «psyché» (psique), en, o usando, la filosofía de Empédocles

El griego «daímones», demonios, literalmente, tiene el sentido de «espíritus» (esencia trascendente de los seres vivientes, potencia divina que no se puede o no se quiere nombrar, no es objeto de culto), viene del verbo «daíomai» —repartir, dividir, asignar, que da la idea de fragmento de unidad divina—; el «daímon» es un dios solamente en potencia. Aunque también puede entenderse como «alma», que es el uso más común. «Psyché», psique, tiene el sentido de «aliento de vida» o, simplemente, «vida» (principio divino, trascendente e inmortal)

b) La ley de la Necesidad.

445 (31 B 115) HIPÓL., VII 29 170: Esto es lo que dice Empédocles sobre su nacimiento:

Yo también soy ahora uno de ellos, exiliado de los dioses y vagabundo,

llamando de este modo dios a lo Uno y a su unidad, en la cual residía antes de ser arrancado por el Odio y de nacer entre los múltiples seres propios del orden cósmico impuesto por el Odio. Dice, en efecto:

〈Por haber confiado en el furioso〉Odio,

llamando Empédocles [Odio] furioso, turbulento e inquieto, al artesano de este mundo. Pues ésta es la condena y la Necesidad a que están sujetas las almas, que el Odio arranca de lo Uno y crea y produce. Y al hablar de este modo:

Errado emite un vano juramento 171,
[uno de] éstos, espíritus 172 que tienen asignada una larga vida 173,

denomina espíritus de larga vida a las almas, porque no las afecta la muerte y viven largas eras:

Por treinta mil estaciones 174 deben vagar lejos de los Bienaventurados,

y considera bienaventuradas a aquellas que, por obra de la Amistad, son conducidas de la multiplicidad a la unidad del mundo inteligible. Dice así que ellas deben ir vagando y

Naciendo a lo largo del tiempo bajo todo tipo de figuras mortales
que truecan uno por otro los penosos rumbos de la vida.

Expresa que los penosos rumbos son los cambios y transfiguraciones de las almas en los cuerpos. Tal cosa es lo que significa

Que truecan uno por otro los penosos rumbos de la vida.

Porque las almas truecan un cuerpo por otro, reubicadas y castigadas por el Odio, sin que se les permita permanecer en lo Uno. Al contrario, son las almas castigadas por el Odio con todo tipo de penas, y deben cambiar un cuerpo por otro cuerpo. Y añade, en efecto:

El vigor del éter los empuja hacia el mar,
el mar los escupe hacia el suelo terrestre, la tierra a los rayos
del sol resplandeciente, y se los lanza a los torbellinos del éter:
uno los recibe del otro, pero todos los aborrecen.

Éste es el castigo que aplica el artesano [de este mundo], al modo en que un herrero transforma el hierro y después del fuego lo baña en agua. Es así que el éter es el fuego, a partir de donde las almas son reubicadas en el mar por el artesano [de este mundo]… Pero a las almas odiadas… Las reúne la Amistad, que es buena y se apiada de su lamento y del orden confuso y perverso del Odio furioso… Empédocles exhorta a sus discípulos a que se abstengan [de alimentarse] de todo ser animado de este mundo fraccionado en virtud del ordenamiento cósmico del Odio funesto, porque dice que los cuerpos de los animales que devoramos constituyen la morada de las almas castigadas. Y a los que escuchan tales discursos les enseña a contenerse del trato íntimo con mujeres, para que no sirvan y colaboren con las obras que el Odio produce, que siempre disuelve y dispersa la obra de la Amistad. Agrega Empédocles que ésta es la máxima ley del gobierno universal, hablando así:

Hay un oráculo de la Necesidad, antiguo decreto de los dioses
eterno, sellado con vastos juramentos,

y denomina Necesidad al cambio de lo Uno hacia lo múltiple en virtud del Odio, y de lo múltiple hacia lo Uno por obra de la Amistad. Y cuatro dioses son mortales —fuego, agua, tierra y aire— y dos inmortales, inengendrados y totalmente enemigos entre sí —el Odio y la Amistad.

170 El comentario pormenorizado de Hipólito a este fragmento 115 (véanse los versos completos y en su orden correcto en el cap. siguiente), que contiene el meollo de la doctrina de las Purificaciones, resulta sumamente adecuado y esclarecedor, a pesar de alguna transposición platonizante (por ej., habla del mundo inteligible). Sobre todo porque pone de manifiesto los principales paralelismos respecto de la doctrina cosmológica. La alternancia mayor entre lo Uno y lo múltiple, dispuesta ineluctablemente por la Necesidad, es asignada claramente por Empédocles al origen y destino de las almas, pues constituye el contenido del «vasto juramento» que había determinado la asignación de los privilegios del Odio y de la Amistad en el fragm. 30 en el plano de la física. No es, por tanto, errada la interpretación de Hipólito del primer verso citado, según la cual «los dioses» de los que Empédocles dice estar exiliado no son sino lo Uno o el Esfero. Obsérvese, aunque resulta
superfluo señalarlo, que aquí, como en el poema físico, el Odio es el artífice del mundo siguiente al de la unidad. Finalmente, tampoco están aquí ausentes las cuatro raíces —fuego, aire, agua y tierra— que ahora representan los ámbitos por los cuales va pasando el alma que ha perdido la unidad, es decir, las subregiones del escenario de la pluralidad en las cuales ella no puede hallar un alojamiento estable.

171 El acontecimiento básico por el cual las almas se separan de la unidad por obra del Odio, es representado simbólicamente por Empédocles como derramamiento de sangre (cf. el v. 3 del frag. 115) y como perjurio. De este modo se quiebra el reino de armonía (y de ofrendas incruentas, ver texto núm. 443) propio de la edad de la Amistad.

172 Con «espíritus» traducimos el griego daímones, demonios, en este fragmento (en los demás casos, frag. 59, textos números 450 y 457, la misma palabra es vertida como «divinidad»). Designa a la esencia trascendente de los seres vivientes, cuyas figuras va adoptando de acuerdo con el itinerario de la transmigración. En nuestras notas, sin embargo, aludimos a este principio con el vocablo «alma», liberándonos al uso más común de la palabra. Pero en Empédocles psyché aparece una sola vez (frag. 138) aparentemente con el viejo significado de «aliento de vida» o, simplemente, «vida». Sobre los diversos sentidos de daímon en los fragmentos y doxografía empedóclea debe consultarse el trabajo de M. DÉTIENNE, «La ‘démonologie’ d’Empédocle», REG 72 (1959). 1-17. Para el papel del Daímon en la transmigración cf. nuestra nota 179.
La palabra psyché es utilizada con el significado evidente de principio divino, trascendente e inmortal, en algunos textos más o menos contemporáneos de Empédocles o anteriores: HERÓD., II 123 (como entidad transmigrante), JENÓFANES, frag. 7, IÓN DE QUÍOS, frag. 4, PÍND., frag. 131 (se dice que ella procede de los dioses) y 133. Por ello es significativo que Empédocles haya preferido el vocablo daímon. El significado tradicional de esta palabra es el de «potencia divina de donde dios, destino… el término se emplea en Homero para designar una potencia divina que no se puede o no se quiere nombrar, de ahí los sentidos de divinidad y destino, por otra parte; el daímon no es objeto de culto» (P. CHANTRAINE, Dictionnaire Étymologique de la Langue Grecque, I, París, 1968; s. v.). La etimología de la palabra remonta al verbo daíomai, «repartir, dividir, asignar», sentidos que Empédocles debe haber tenido bien presentes, por cuanto corresponden perfectamente a su concepción del daímon como fragmento de una unidad divina a la que la Necesidad le asignó el destino de emigrar. Véase A. TRAGLIA, pág. 171: «el daímon es un dios solamente en potencia»; y WILAMOWITZ, esp. la n. 1 de pág. 659.

173 No eternos, quizás en el sentido de que no es eterno su destino de emigrar a través del mundo del Odio. En el frag. 23, 8 se dice lo mismo de los dioses.

174 Si Empédocles no tomó esta cifra en sentido simbólico para indicar un lapso indeterminado (como quieren ZELLER, ZN, pág. 808 n., y MILLERD, pág. 55 n.), una «estación» debe quizás equivaler a un tercio del año solar, como en Homero y Hesíodo (ver LSJ, s. v. hóra). Entonces, el periodo de exilio del alma abarcaría 10.000 años y coincidiría con el que asigna PLATÓN, Fedro 248e, y posiblemente con PÍNDARO, frag. 133.
No sería extraño que Empédocles tenga en mente el «Gran Año» (GUTHRIE, n. 6 en págs. 251-252, menciona en favor de esto el paralelo con HESÍODO, Teog. 799) del que hablan las tradiciones cercana-orientales y griegas, a menudo hecho equivalente al tiempo que demora la precesión de los equinoccios en recorrer la mitad del ciclo zodiacal, es decir poco menos de 13.000 años (cf. R. GUÉNON, Formes traditionnelles et cycles cosmiques, París, 1970, págs. 22 y ss.). Es probable, por otra parte, que el ciclo de las almas sea el mismo que el ciclo cósmico, como muchos han supuesto.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 237 a 241.