Fragmento probablemente auténtico de Empédocles

486 (31 B 17) SIMPL., Fís. 157, 25 y 161, 14; PLUT., Amat. 756D; CLEM., Strom. V 15:

Algo doble diré: Una vez creció hasta ser Uno solo
desde muchos, y otra vez se separó hasta ser muchos desde Uno 206.
Doble es la generación de los seres mortales, doble su desaparición;
pues una generación es procreada y hecha perecer por la concurrencia de
todas las cosas 207,
y otra es criada y se volatiliza a su vez al separarse éstas.                                 
Y ellos nunca cesan de cambiar ininterrumpidamente,
ya confluyendo hasta ser Uno por causa de la Amistad,
ya, en cambio, conducido cada uno separado por el rencor del Odio
〈Así, en tanto se habituaron a constituirse en Uno desde muchos〉 208
y como, a su vez, al separarse lo Uno se realizan los muchos,
de este modo están sujetos al nacimiento y su vida no es estable;
pero en tanto que nunca cesan de intercambiar ininterrumpidamente,
así, siempre son, inmutables a lo largo del ciclo.
Pero vamos, oye mi relato, pues la enseñanza hace crecer la mente.
Como ya dije antes al indicar los confines de mi relato,
algo doble diré: Una vez creció hasta ser Uno solo
desde muchos, y otra vez se separó hasta ser muchos desde Uno:
fuego, agua, tierra y la inmensa altura del aire,
y el funesto Odio separado de ellos, igual en todo respecto 209,
y la Amistad entre ellos, semejante en largo y en ancho.
Obsérvala con el intelecto, no quedes con ojos de asombro:
es ella a quien la consideran innata en los miembros de los mortales,
y por ella tienen amorosos pensamientos y realizan amigables tareas,
llamándola por el nombre de Alegría o de Afrodita;
sin que la haya percibido, yendo y viniendo entre ellos, ningún
hombre mortal. Oye, empero, el trayecto no engañoso de mi discurso.
Todos ellos son semejantes y de la misma edad,
pero cada uno es dueño de diferentes prerrogativas y posee su propio carácter,
y predominan por partes en el girar del tiempo.
y, además de ellos, nada hay que se produzca ni que cese de ser.
Pues si perecieron ininterrumpidamente, ya no podrían ser;
¿Y qué cosa podría hacer que el todo crezca? ¿Y de dónde podría provenir?
¿Y de qué modo podría desaparecer, ya que nada está carente de ellos?
Ellos son, empero, los mismos, pero corriendo uno a través de otro
llegan a ser tales y cuales cosas, y son siempre y continuamente los mismos.

206 La Amistad y el Odio.

207 Cf. nota 102

102 Quizá éstos sean los versos que, entre toda la obra conservada de Empédocles, más discusiones suscitaron en lo que respecta a su lectura e interpretación, sobre todo en lo referido a la cuestión de si ellos contienen una alusión a la «doble cosmogonía». Nosotros creemos que si, e interpretarnos que dicen lo siguiente: línea 2: se produce la generación de un universo de seres al unirse las raíces separadas y se destruye al volverse dicha unión total bajo el Esfero; línea 3: al separarse las raíces a partir del Esfero se genera un nuevo universo que a su vez perece al volverse dicha separación total (dominio absoluto del Odio). Debemos entender «generación» en nuestra traducción con significado verbal y no como designando al conjunto de seres.
En la segunda línea «una generación» es traducción de tẽn mén («la una»), y la hacemos sujeto de un verbo pasivo, pero en el griego es objeto directo de «la concurrencia de todas las cosas». Los problemas fundamentales que se presentan son los siguientes: a) si tẽn mén debe ser tomado como acusativo externo, o interno, y b) si los antecedentes de tẽn mén y («la una… la otra») son solamente la generación (Burnet), respectivamente la generación y la desaparición (HÖLSCHER, págs. 30-31), o un par de generación y destrucción para ambos (GUTHRIE, pág. 153 n.; STOKES, One and Many, pág. 155). En ambas cuestiones, elegimos la posibilidad nombrada en último término. O sea, una generación y destrucción se produce como consecuencia del Esfero, y lo mismo tiene lugar debido a que el Odio alcanzará su dominio absoluto. En la tercera línea tomamos la lección de threphthéisa («es criada») de DK, aportada por Panzerbieter, en vez del thryphthéisa («es quebrada, disuelta») de los MSS. Sin tal corrección quedaría oscura la doble cosmogonía, pero es requerida por el propio contexto, pues de lo contrario no hallaríamos en este verso el contraste existente en los dos anteriores. Esta lección fue aceptada con pocas excepciones (WILAMOWITZ, HÖLSCHER, pág. 31, y antes VON ARNIM, pág. 25).

208 Verso que falta en los manuscritos y añadido por DK sobre la base de que está presente en el frag. 26, cuyos versos 5, 6, 9-12 y 1 son, respectivamente, la repetición (con pocas variantes) de los 7, 8, 10-13 y 29 de este frag. 17. Ver las notas al texto núm. 317.

209 Ver el final de la nota 66.

66 Estos dos últimos versos no se refieren a la ubicación del Odio y la Amistad en la fase del Esfero, como han creído algunos, sino a su propio comportamiento en cualquier momento del ciclo cósmico. Los calificativos aplicados al Odio y a la Amistad tienen por objeto equipararlos a las cuatro raíces, como indica el doxógrafo. Quizás con ello Empédocles quiera indicar que, siendo las dos fuerzas coextensivas a las raíces, actúan sobre ellas (o «en» ellas) cubriendo todo su ámbito; sin embargo, la interpretación nos parece difícil de sostener. Por otra parte, parece innegable que se aluda al carácter «corporal» de la Amistad y del Odio, lo cual no debe sorprendemos: todo aquello que, debido a su perfección o superioridad fue representado como inmaterial o espiritual en estadios posteriores de la historia del pensamiento, es concebido por los presocráticos como poseyendo una corporalidad de carácter sutil.
El penúltimo verso es de lectura y traducción complicada: no nos parece necesario entender atálanton como significando «de igual peso», cf. GUTHRIE, II, pág. 154. En lugar de hapántei (trad. «en todo respecto») los manuscritos (en adelante abrev. MSS.) de Simplicio traen hékaston, lo que indicaría que las cuatro raíces y el Odio son iguales.

Los Filósofos Presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 259 a 261.

La mente sagrada, en la filosofía de Empédocles, es una suerte de eterna presencia que no se corresponde con el Esfero, ni con el Odio, ni con la Amistad: es una presencia, divina, sagrada e inefable que atraviesa a toda la realidad

g ) La mente sagrada 192.

468 (31 B 133) CLEM., Strom. V 81: Pues a lo divino, dice el poeta de Agrigento,

No es posible traerlo al alcance de nuestros ojos
o apresarlo con las manos, medio por el cual la mayor
vía de persuasión accede a la mente de los hombre.

469 (31 B 314) AMONIO, De interpr. 249, 1: Por esto también el sabio Agrigento, tras haber fustigado a los mitos de los poetas que se refieren a los dioses como de forma humana, agrega, principalmente sobre Apolo —de quien continuaba versando su discurso— pero también mostrando el mismo tipo de opinión sobre todo dios en sentido absoluto:

Pues no luce una cabeza humana sobre sus miembros,
ni se elevan dos ramas de su espalda,
no tiene pies, ni veloces rodillas, ni velludos órganos viriles
sino que sólo es mente sagrada e inefable,
que se lanza por el mundo entero con veloces pensamientos.

Aludiendo con «sagrada» también a la causa que está más allá del intelecto.

192 Los dos fragmentos siguientes nos enfrentan a uno de los aspectos de la filosofía de Empédocles más difíciles de interpretar. A pesar de que los tres primeros versos del frag. 134 se asemejan, por su critica al antropomorfismo, a la descripción negativa del Esfero del frag. 29, no podemos identificar a esta mente divina e inefable con él (a riesgo, en tal caso, de considerar al Esfero no como una fase del ciclo sino como una eterna presencia), porque en el último verso se la superpone al mundo. Tampoco es seguro que deba asimilarse a la Amistad, pues en los fragmentos no hay mayores indicios que permitan tal cosa, salvo quizás el v. 23 del frag. 17 donde se afirma que gracias a Afrodita los hombres «tienen amorosos pensamientos». Se trata, por cierto, de una máxima representación de lo divino que abarca el cosmos entero y que, a partir del adjetivo «inefable» (que no es una óptima traducción de athésphatos; cf. LSJ, s. v.), parece poseer una trascendencia respecto del mundo y, en el ámbito de éste, constituir la heredad o prolongación de la absoluta sacralidad y perfección del Esfero.
Los fragmentos en cuestión son colocados por Bignone en el poema físico junto con el 131 y 132, basándose en que TZETZES, Chil. VII 522, los remite a un supuesto libro tercero de dicho poema. Pero preferimos seguir a DK, porque el contexto que ofrecen las Purificaciones nos resulta más adecuado para ellos. Para la identificación de la mente sagrada con la Amistad, cf. BIGNONE, págs. 643-644. GUTHRIE, II, págs. 262-263, insiste adecuadamente en la diferencia de esta divinidad con los elementos y descubre en ello un paso importante hacia el descubrimiento futuro del quinto elemento y hacia la concepción de la realidad incorpórea. Un agudo análisis del vocabulario de Empédocles en referencia a la mente sagrada, conteniendo sugestivas y originales direcciones para la investigación, se hallará en C. A. DISANDRO, Filosofía y Poesía en el pensar griego. Anaxágoras, Empédocles, Demócrito, La Plata, 1974, págs. 239-247. Los epítetos de hieré y athésphatos implican, apunta este autor, «la total posesión del vigor originario, no compartido como tal en el decurso mundano, aunque comunicable y actuante (hieré); la absoluta concentración del carácter divino, que impide adscribir ese pensar a un numen configurado, a una existencia repartida… El carácter íntimo y eficaz correspondería a hieré; la nota de excluyente-capacidad incircunscrita (a los elementos y a las potencias míticas) a athésphatos» (página 246).

Los Filósofos Presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 252 a 253.

Para Empédocles la necesidad es el cambio de lo Uno hacia lo múltiple, y de lo múltiple hacia lo Uno

b) La ley de la Necesidad.

445 (31 B 115) HIPÓL., VII 29 170: Esto es lo que dice Empédocles sobre su nacimiento:

Yo también soy ahora uno de ellos, exiliado de los dioses y vagabundo,

llamando de este modo dios a lo Uno y a su unidad, en la cual residía antes de ser arrancado por el Odio y de nacer entre los múltiples seres propios del orden cósmico impuesto por el Odio. Dice, en efecto:

〈Por haber confiado en el furioso〉Odio,

llamando Empédocles [Odio] furioso, turbulento e inquieto, al artesano de este mundo. Pues ésta es la condena y la Necesidad a que están sujetas las almas, que el Odio arranca de lo Uno y crea y produce. Y al hablar de este modo:

Errado emite un vano juramento 171,
[uno de] éstos, espíritus 172 que tienen asignada una larga vida 173,

denomina espíritus de larga vida a las almas, porque no las afecta la muerte y viven largas eras:

Por treinta mil estaciones 174 deben vagar lejos de los Bienaventurados,

y considera bienaventuradas a aquellas que, por obra de la Amistad, son conducidas de la multiplicidad a la unidad del mundo inteligible. Dice así que ellas deben ir vagando y

Naciendo a lo largo del tiempo bajo todo tipo de figuras mortales
que truecan uno por otro los penosos rumbos de la vida.

Expresa que los penosos rumbos son los cambios y transfiguraciones de las almas en los cuerpos. Tal cosa es lo que significa

Que truecan uno por otro los penosos rumbos de la vida.

Porque las almas truecan un cuerpo por otro, reubicadas y castigadas por el Odio, sin que se les permita permanecer en lo Uno. Al contrario, son las almas castigadas por el Odio con todo tipo de penas, y deben cambiar un cuerpo por otro cuerpo. Y añade, en efecto:

El vigor del éter los empuja hacia el mar,
el mar los escupe hacia el suelo terrestre, la tierra a los rayos
del sol resplandeciente, y se los lanza a los torbellinos del éter:
uno los recibe del otro, pero todos los aborrecen.

Éste es el castigo que aplica el artesano [de este mundo], al modo en que un herrero transforma el hierro y después del fuego lo baña en agua. Es así que el éter es el fuego, a partir de donde las almas son reubicadas en el mar por el artesano [de este mundo]… Pero a las almas odiadas… Las reúne la Amistad, que es buena y se apiada de su lamento y del orden confuso y perverso del Odio furioso… Empédocles exhorta a sus discípulos a que se abstengan [de alimentarse] de todo ser animado de este mundo fraccionado en virtud del ordenamiento cósmico del Odio funesto, porque dice que los cuerpos de los animales que devoramos constituyen la morada de las almas castigadas. Y a los que escuchan tales discursos les enseña a contenerse del trato íntimo con mujeres, para que no sirvan y colaboren con las obras que el Odio produce, que siempre disuelve y dispersa la obra de la Amistad. Agrega Empédocles que ésta es la máxima ley del gobierno universal, hablando así:

Hay un oráculo de la Necesidad, antiguo decreto de los dioses
eterno, sellado con vastos juramentos,

y denomina Necesidad al cambio de lo Uno hacia lo múltiple en virtud del Odio, y de lo múltiple hacia lo Uno por obra de la Amistad. Y cuatro dioses son mortales —fuego, agua, tierra y aire— y dos inmortales, inengendrados y totalmente enemigos entre sí —el Odio y la Amistad.

446 (31 B 116) PLUT., Qiuaest. conv. IX 5, 745C:… La Gracia de Empédocles

…aborrece a la insoportable Necesidad 175.

170 El comentario pormenorizado de Hipólito a este fragmento 115 (véanse los versos completos y en su orden correcto en el cap. siguiente), que contiene el meollo de la doctrina de las Purificaciones, resulta sumamente adecuado y esclarecedor, a pesar de alguna transposición platonizante (por ej., habla del mundo inteligible). Sobre todo porque pone de manifiesto los principales paralelismos respecto de la doctrina cosmológica. La alternancia mayor entre lo Uno y lo múltiple, dispuesta ineluctablemente por la Necesidad, es asignada claramente por Empédocles al origen y destino de las almas, pues constituye el contenido del «vasto juramento» que había determinado la asignación de los privilegios del Odio y de la Amistad en el fragm. 30 en el plano de la física. No es, por tanto, errada la interpretación de Hipólito del primer verso citado, según la cual «los dioses» de los que Empédocles dice estar exiliado no son sino lo Uno o el Esfero. Obsérvese, aunque resulta
superfluo señalarlo, que aquí, como en el poema físico, el Odio es el artífice del mundo siguiente al de la unidad. Finalmente, tampoco están aquí ausentes las cuatro raíces —fuego, aire, agua y tierra— que ahora representan los ámbitos por los cuales va pasando el alma que ha perdido la unidad, es decir, las subregiones del escenario de la pluralidad en las cuales ella no puede hallar un alojamiento estable.

171 El acontecimiento básico por el cual las almas se separan de la unidad por obra del Odio, es representado simbólicamente por Empédocles como derramamiento de sangre (cf. el v. 3 del frag. 115) y como perjurio. De este modo se quiebra el reino de armonía (y de ofrendas incruentas, ver texto núm. 443) propio de la edad de la Amistad.

172 Con «espíritus» traducimos el griego daímones, demonios, en este fragmento (en los demás casos, frag. 59, textos números 450 y 457, la misma palabra es vertida como «divinidad»). Designa a la esencia trascendente de los seres vivientes, cuyas figuras va adoptando de acuerdo con el itinerario de la transmigración. En nuestras notas, sin embargo, aludimos a este principio con el vocablo «alma», liberándonos al uso más común de la palabra. Pero en Empédocles psyché aparece una sola vez (frag. 138) aparentemente con el viejo significado de «aliento de vida» o, simplemente, «vida». Sobre los diversos sentidos de daímon en los fragmentos y doxografía empedóclea debe consultarse el trabajo de M. DÉTIENNE, «La ‘démonologie’ d’Empédocle», REG 72 (1959). 1-17. Para el papel del Daímon en la transmigración cf. nuestra nota 179.
La palabra psyché es utilizada con el significado evidente de principio divino, trascendente e inmortal, en algunos textos más o menos contemporáneos de Empédocles o anteriores: HERÓD., II 123 (como entidad transmigrante), JENÓFANES, frag. 7, IÓN DE QUÍOS, frag. 4, PÍND., frag. 131 (se dice que ella procede de los dioses) y 133. Por ello es significativo que Empédocles haya preferido el vocablo daímon. El significado tradicional de esta palabra es el de «potencia divina de donde dios, destino… el término se emplea en Homero para designar una potencia divina que no se puede o no se quiere nombrar, de ahí los sentidos de divinidad y destino, por otra parte; el daímon no es objeto de culto» (P. CHANTRAINE, Dictionnaire Étymologique de la Langue Grecque, I, París, 1968; s. v.). La etimología de la palabra remonta al verbo daíomai, «repartir, dividir, asignar», sentidos que Empédocles debe haber tenido bien presentes, por cuanto corresponden perfectamente a su concepción del daímon como fragmento de una unidad divina a la que la Necesidad le asignó el destino de emigrar. Véase A. TRAGLIA, pág. 171: «el daimon es un dios solamente en potencia»; y WILAMOWITZ, esp. la n. 1 de pág. 659.

173 No eternos, quizás en el sentido de que no es eterno su destino de emigrar a través del mundo del Odio. En el frag. 23, 8 se dice lo mismo de los dioses.

174 Si Empédocles no tomó esta cifra en sentido simbólico para indicar un lapso indeterminado (como quieren ZELLER, ZN, pág. 808 n., y MILLERD, pág. 55 n.), una «estación» debe quizás equivaler a un tercio del año solar, como en Homero y Hesíodo (ver LSJ, s. v. hóra). Entonces, el periodo de exilio del alma abarcaría 10.000 años y coincidiría con el que asigna PLATÓN, Fedro 248e, y posiblemente con PÍNDARO, frag. 133.
No sería extraño que Empédocles tenga en mente el «Gran Año» (GUTHRIE, n. 6 en págs. 251-252, menciona en favor de esto el paralelo con HESÍODO, Teog. 799) del que hablan las tradiciones cercana-orientales y griegas, a menudo hecho equivalente al tiempo que demora la precesión de los equinoccios en recorrer la mitad del ciclo zodiacal, es decir poco menos de 13.000 años (cf. R. GUÉNON, Formes traditionnelles et cycles cosmiques, París, 1970, págs. 22 y ss.). Es probable, por otra parte, que el ciclo de las almas sea el mismo que el ciclo cósmico, como muchos han supuesto.

175 Puesto que la Necesidad es quien condena a los espíritus a vagar, puede que la Gracia (Cháris) constituya un equivalente de la Amistad; ver KAHN, págs. 20, n. 49.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 237 a 241.

El principio de los semejantes en el sistema de Empédocles

c) El principio de los semejantes.

416 (31 B 109) ARIST., Met. III 4, 1000b: …Y el conocimiento es de lo semejante por lo semejante 152.

Pues por la tierra

—expresa Empédocles—

vemos la tierra, por el agua el agua,
por el éter el divino éter, por el fuego el destructivo fuego,
el cariño por el cariño, y el odio por el odio funesto 153.

417 (31 A 86) TEOFR., De Sens. 1-2: Parménides, Empédocles y Platón [establecen que la sensación se produce] por lo semejante, mientras que para los seguidores de Anaxágoras y de Heráclito es por obra de lo que es contrario… En lo que se refiere al tema de las sensaciones particulares, los demás casi lo dejan de lado, pero Empédocles intenta remitirlas también a ellas al principio de la semejanza.

418 (31 A 86) TEOFR., De Sens. 9-10: Respecto del conocimiento y de la ignorancia dice lo mismo. El pensamiento se produce, en efecto, por obra de los semejantes y la ignorancia por los contrarios, de modo que el pensamiento es lo mismo que la sensación o bien algo muy similar.

152 El conocimiento y la sensación constituyen, como se dijo, procesos de índole física. Por lo mismo, el principio que los explica y regula («lo semejante percibe o conoce a lo semejante») no es más que una aplicación particular del principio físico fundamental de la atracción de los semejantes. En el frag. 90 aparentemente se lo refiere al proceso de nutrición; en el 62, v. 6 actúa sobre el fuego en el contexto zoogónico del período del Odio creciente; en el frag. 22 se expresa que las cosas diversas, para poder formar parte de una mezcla, deben ser vueltas semejantes por obra de Afrodita o la Amistad. Los intérpretes han discutido acerca de si la atracción entre los semejantes debe ser atribuida a la actividad del Odio (que busca reunir en una única masa a cada uno de los elementos, distribuidos entre las criaturas), a la de la Amistad, o bien se trataría de un principio independiente del accionar de ambas fuerzas cósmicas (por ej., BIGNONE, pág. 525). Tras haber examinado el problema, O’BRIEN, pág. 313, concluye que «’lo semejante hacia lo semejante’ describe la actividad de ambos, Amor y Odio. Aunque pueda parecer paradójico, para Empédocles el fuego hacia el fuego y el fuego hacia el agua son ambos manifestaciones del principio de que lo semejante es atraído por lo semejante: pues el Amor, cuando une elementos opuestos, los hace semejantes» (subr. de O’Brien).

153 El hecho de que se mencionen aquí a la Amistad y al Odio podría permitir la inferencia de que estas dos fuerzas están presentes inclusive como parte integrante de la mezcla de elementos que constituye el sujeto de la percepción y del pensamiento. Es pertinente Cf. la crítica de Aristóteles en Del Alma, I 4, 408a18 y ss.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 224 y 225.

Cómo surgieron los hombres, las mujeres, y los demás seres vivientes en el sistema de Empédocles

V. EL HOMBRE Y DEMÁS SERES VIVIENTES

a) Los estadios zoogónicos.

383 (31 A 72) AECIO, V 19, 5 134: Dice Empédocles que las primeras generaciones de animales y vegetales no nacieron completas, sino desunidas en partes incompatibles; las segundas, cuyas partes estaban combinadas, eran como los seres de la fantasía; las terceras eran de seres de naturaleza completa; las cuartas no procedían ya de los semejantes como la tierra y el agua, sino unas de otras, en algunos por ser sobreabundante la alimentación, en otros porque la belleza de las mujeres produjo la excitación del movimiento seminal. Y las razas de todos los animales se diversificaron de acuerdo con la cualidad de sus mezclas:
algunas poseen un natural impulso hacia el agua, otras —aquellas que poseen mayor cantidad de fuego— a volar por el aire, las más pesadas, en cambio, a ir por la tierra, y las que poseen igual proporción de partes en su mezcla [armonizan con todas las regiones] 135.

384 (31 B 57) ARIST., Del Cielo III 2, 300b: Además podría uno agregar el interrogante de si es o no posible que algunos [elementos] moviéndose desordenadamente puedan haberse combinado con tales mezclas, de las cuales se constituyen los cuerpos naturales, por ejemplo los huesos y las carnes, tal como dice Empédocles que ocurre bajo la Amistad. Pues expresa que

En ella brotaron muchas cabezas sin cuello…

385 (31 B 57) SIMPL., Del Cielo 586, 29: Cómo podría dar indicios de [cuál es su tipo de] mezcla la cabeza sin cuellos y las demás cosas mencionadas por Empédocles:

Y vagaban brazos desnudos desprovistos de hombros,
y erraban ojos solitarios carentes de frente;

y muchas otras cosas para las cuales no existe un paradigma de [cuál pueda ser] su mezcla.

386 (31 B 20) SIMPL., Fís. 1124, 9: Dice Empédocles que también allí mismo el Odio y la Amistad ejercen su predominio por turnos sobre hombres, peces, fieras y aves, escribiendo esto:

En la masa de los miembros mortales es claramente visible esto:
a veces, por causa de la Amistad, confluyen en uno todos
los miembros a los que les ha tocado formar un cuerpo, en la plenitud de la vida floreciente;
y a veces, nuevamente, partidos por malvadas Discordias,
cada uno vaga por separado en la rompiente de la vida.
Y del mismo modo ocurre con los arbustos y con los peces que moran en el agua,
con las fieras que se guarecen en los montes y con las aves de alado vuelo.

387 (31 B 58) SIMPL., Del Cielo 587, 18: En este ordenamiento 136 [cósmico] los miembros, a partir de la separación impuesta por el Odio, que eran

miembros aislados… erraban

en busca de su mutua combinación.

388 (31 B 61) SIMPL., Fís. 371, 33: Así Empédocles dice que durante el imperio de la Amistad nacieron primero, en forma fortuita, las partes de los animales como cabezas, manos y pies, y luego se combinaron:

Surgió prole vacuna con rostro humano, y a la inversa,

a saber, vástagos humanos con rostro de buey, o sea [combinaciones] de buey y de hombre. Y de todos aquellos [miembros] que se unieron entre sí de tal modo que les fue posible obtener su conservación, nacieron animales y subsistieron en virtud de que satisfacían mutuamente su requerimiento: los dientes cortando y triturando el alimento, el estómago cociéndolo, el hígado transformándolo en sangre. La cabeza de hombre al reunirse con un cuerpo humano hace que el conjunto se preserve, pero no armoniza con el de un buey y hace entonces que se destruya. Todo aquello que, en efecto, no entró en unión según una fórmula apropiada pereció.

389 (31 B 61) ARIST., Fís. II 8, 198b: Aquellos seres en los que ocurre todo como si se produjera en vista de un fin determinado, han sobrevivido, por estar convenientemente constituidos por obra del azar. En cambio, aquellos en los que no ha sido así, se destruyeron y se destruyen, tal como Empédocles habla de la

…prole vacuna con rostro humano.

390 (31 B 60) PLUT., adv. Colot. 1123B: Estas cosas y muchas otras son, ciertamente, más trágicas, semejantes a las irrisorias monstruosidades de Empédocles, entre ellas

Rebaños que doblan los pies al marchar 137, de innumerables manos

y prole vacuna con rostro humano.

391 (31 B 62) SIMPL., Fís. 381, 29: En el segundo libro de la Física, antes de hablar de las articulaciones de los cuerpos de los hombres y de las mujeres, expone Empédocles estos versos:

Y ahora, vamos, oye cómo a los nocturnos retoños de hombres y mujeres
llorosas los condujo hacia arriba el fuego cuando se separó;
mi relato, pues, no es vano ni necio.
Primero se elevaban de la tierra formas de naturaleza completa,
que poseían porciones de ambos, agua y calor,
a ellos los enviaba hacia arriba el fuego, que deseaba alcanzar a su semejante.
Empero ellos no ostentaban aún la figura graciosa de sus miembros,
ni la voz, ni el órgano propio de los varones.

Cuando Empédocles dice estas cosas, Aristóteles añade que también él expresa que la semilla parece haber sido engendrada antes de los animales. Y la «primera [forma] de naturaleza completa» mencionada por él era una semilla que no ostentaba la figura graciosa de sus miembros… Si se trataba, empero, de una semilla, me parece que la «[forma] de naturaleza completa», conviene con ello maravillosamente; pues una «[forma] de naturaleza completa» en su sentido propio es aquella que, absolutamente ella misma, es la totalidad de la cosa, cualquiera sea ésta, puesto que la división no ha tenido lugar aún.

392 ARIST., Fís. II 8, 199b: Es necesario además que la semilla sea engendrada primero y no a continuación de los animales, y la «primera [forma] de naturaleza completa» era una semilla.

393 (31 A 70) AECIO, V 26, 4: Dice Empédocles que los árboles fueron los primeros entre los animales en brotar de la tierra, antes de que el sol se desplegara en tomo y antes de que fueran separados el día y la noche. En virtud de la simetría de su mezcla contienen la fórmula propia de lo masculino y de lo femenino. Crecen impulsados hacia arriba por obra del calor que está en la tierra, por lo cual son parte de la tierra tal como los embriones que están en el vientre son partes de la matriz. Y los frutos son cantidades excesivas de agua y de fuego existentes en los vegetales… 138.

134 Esta descripción de Aecio de cuatro estadios de evolución zoogónica encuentra real apoyo en los textos mismos de Empédocles, porque cada uno de dichos estadios está ilustrado por algunos versos, que se citan luego. Ahora bien, el problema en la interpretación surge cuando se busca proyectar el orden zoogónico de Aecio en el marco del ciclo cósmico. Según la versión que elegimos nosotros, los cuatro estadios se producen en cada uno de los hemiciclos del Odio y de la Amistad crecientes, pero en un orden estrictamente inverso en uno y en otro. En el actual período del Odio creciente, primero surgieron (poco después de la quiebra del Esfero) los seres bisexuados de «naturaleza completa», luego los hombres y mujeres que ahora vemos (producto de la división de los anteriores), más adelante se producirían combinaciones monstruosas como «seres de fantasía» y, finalmente, poco antes de que el Odio ejerza su total dominio y ya no haya vida, las partes o miembros de los animales vagarán separadas. Bajo el período de la Amistad creciente, el orden será exactamente al revés. Los miembros separados se ilustran en los textos núms. 384-387; los monstruos en los 388-390; los seres «de naturaleza completa» en los 391-393. Ahora bien, la mayoría de los textos recién mencionados parecen describir las formaciones tal cual se produjeron bajo la Amistad creciente (por ej., hablan de las partes aisladas «en busca de su mutua combinación» (texto núm. 387), de combinaciones que sobrevivieron si eran adecuadas o perecieron en caso contrario (textos núms. 388 y 389), con lo cual se sugiere que el estadio zoogónico que debe sobrevenir a continuación debe ser aquel que corresponde al orden del período de la Amistad creciente).

La interpretación que parecía haberse impuesto totalmente entre los eruditos hasta no hace mucho tiempo, era la que sostenía que bajo el periodo de la Amistad creciente solamente surgieron los miembros errantes y los monstruos, en tanto que los seres de naturaleza completa y los hombres y las mujeres son formaciones propias del periodo del Odio creciente. Esta versión, que reconoce ciertas variantes (Bignone, por ej., cree que los hombres y las mujeres también se produjeron en el hemiciclo inverso al del Odio creciente), alcanza su expresión más acabada y desarrollada en GUTHRIE,
II, págs. 200-211. Contra ella pueden elevarse dos objeciones básicas —más allá del hecho menos significativo de que ella quitaría simetría a los dos períodos inversos del ciclo cósmico— que son las siguientes: a) La negación de que existan hombres, mujeres y demás seres que ahora vemos en el período opuesto al de la Amistad creciente, podría contradecirse con el frag. 35, pues este texto describe el período de la Amistad y, sin embargo, los «millares de razas mortales dotadas de toda clase de figuras» parecen no ser distintas de los seres del mundo actual. SOLMSEN, págs. 126 y ss., proporciona argumentos esclarecedores en este sentido, pero él niega que dicho fragmento describa un mundo distinto del actual. b) Como bien notan HÖLSCHER, pág. 24 y STOKES, One and Many, pág. 159, cuando Aristóteles y Simplicio refieren que los monstruos aparecieron ex archẽs, ello significaría (a partir de esta interpretación) «al comienzo de un mundo distinto de éste», y tendrían que ser colocados «no en el pasado sino en el futuro»; las frases entrecomilladas son de Stokes. El género de interpretación que hemos seguido nosotros —con los cuatro estadios zoogónicos en cada hemiciclo— fue adelantado por MINAR, págs. 140-146 (aprobado por Stokes), que supuso que los cuatro estadios se produjeron en el orden en que los refiere Aecio bajo la Amistad creciente, e inversamente bajo el Odio. Ahora bien, esto tiene el inconveniente de que los «seres de naturaleza completa» (en los cuales, por cierto, debe existir un alto grado de perfección y, por consiguiente, reflejarían una mayor actividad y pujanza de la Amistad) se ubican antes de los hombres y mujeres en el período de la Amistad creciente y después de éstos bajo el dominio progresivo del Odio. Paralelamente, los seres de naturaleza sexuada y distinta como los que vemos ahora representarían entonces el máximo grado de perfección zoológica, pues aparecerían justo antes de que el Esfero se reconstituya e inmediatamente después de que se quiebre, o sea, cuando el poder de la Amistad es más fuerte que nunca en el orden cósmico. Pero, si bien es comprensible que se requiera un alto grado de Amistad para que los seres bisexuados se unan sexualmente, mucho mayor grado de Odio es necesario para que los sexos estén diferenciados sin constituir una «naturaleza única». Por todo esto nos hemos inclinado en favor de la versión de O’BRIEN, págs. 196-236, que corrige a Minar alterando el orden de los estadios III y IV de Aecio. Resta observar dos cosas: 1) La afirmación de Simplicio al final del texto núm. 391 respecto de que los seres de naturaleza completa experimentan una división (de la cual derivarán hombres y mujeres) debe corresponder al período del Odio creciente, puesto que en el hemiciclo opuesto de la Amistad los hombres y las mujeres —como bien expresa el mismo Empddocles en el frag. 26— proceden del acoplamiento de partes y no de la división. 2) Simplicio y Aristóteles (textos núms. 388 y 389) refieren claramente que al lograrse un adecuado tipo de combinación de los miembros, la criatura sobrevivirá (por ej. un cuerpo de buey con cabeza de buey); ello corresponde sin duda al periodo de la Amistad creciente, como ya se anunció antes.

135 Corrupción ininteligible. Seguimos las sugerencias, similares en la traducción, de Diels y Reiske. Dos renglones antes, «volar…» también es conjetura de DK.

136 Aquel al cual se refiere el frag. 35, que Simplicio viene de citar, es decir, el período de la Amistad creciente. Esto (ver nota 134), ya se podía inferir a partir del contexto final del fragmento.

137 Simplicio comenta la falsa asimilación que hizo Aristóteles (ver texto siguiente) de las formas o seres de naturaleza completa a las semillas. Puede parecer curioso al lector moderno que estos seres bisexuzidos (o sin distinción sexual, no queda claro) ostenten un mayor grado de perfección, como seguramente ocurre en la concepción empedóclea. Obsérvese que estos seres, según se dice en el fragmento, surgieron de la tierra impulsados por el fuego. Ello ocurre bajo el periodo del Odio creciente, justo en su comienzo, con toda probabilidad. Respecto de la formación de estos seres en el hemiciclo opuesto, podríamos inferior que surgen por la unión de los machos y las hembras y, de este modo, conservar la simetría del sistema, porque bajo el Odio creciente los machos y las hembras procederían de la división de las formas de naturaleza completa (tal cosa da a entender la última línea de Simplicio: «la división no ha tenido lugar aún»). Pero el asunto no queda del todo claro.

138 A partir de este testimonio sería factible conjeturar que los árboles constituirían arcaicas formas de naturaleza completa que sobrevivieron sin experimentar división.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 207 a 214.

En el sistema de Empédocles la Amistad nunca abandona el centro del universo: allí se mantiene en cualquier momento del ciclo, aun en el caso de que el Odio domine totalmente, por obra del cual se halla recluida solo en el centro (por el contrario, bajo el Esfero, el Odio es recluido fuera)

j) La cosmogonía de la Amistad creciente.

342 (31 B 35) SIMPL., Fís. 32, 11: Y antes de estos versos, refiere en otros la actividad de ambos [Amistad y Odio] en ellos [los elementos], diciendo:

…Cuando el Odio alcanzó el fondo máximo
del torbellino y la Amistad llega al centro del remolino,
allí entonces todos ellos confluyen hasta ser Uno solo,
no en seguida, sino uniéndose voluntariamente por uno y otro lado.
Y al mezclarse éstos surgieron millares de razas mortales;
pero muchos permanecieron sin mezclarse, alternando con los que estaban confundidos—todos aquellos que el Odio retenía en suspenso. Pues él aún, no sin reproches,
se alejó totalmente de ellos hacia los últimos límites del círculo,
sino que en parte permanecía y en parte había abandonado los miembros.
Pero siempre, cuanto más se alejaba, tanto más se producía
la amable e inmortal embestida de la irreprochable Amistad.
En seguida se hicieron mortales aquellos que antes conocieron la inmortalidad,
y mezclados los que antes eran puros, trocando sus rumbos.
Y al mezclarse éstos surgieron millares de razas mortales dotadas de toda clase de figuras, algo maravilloso de contemplar108.

343 (31 A 47) AECIO, I 5, 2: Empédocles admite un solo mundo, pero en verdad el mundo no es el todo una pequeña parte del todo, y el resto es materia estéril109.

344 (31 A 42) ARIST., Del Cielo III 2, 301a: No es razonable efectuar la generación a partir de cosas disociadas y en movimiento. Por ello Empédocles deja de lado la [generación] propia del periodo de la Amistad, pues no hubiera podido construir el cielo constituyéndolo a partir de cosas separadas y efectuando luego la reunión de ellas por medio de la Amistad. En efecto, el mundo está constituido de elementos separados, de modo que es necesario que proceda de un estado de unidad y combinación110.

345 SIMPL., Del Cielo 591, 4: Deja de lado la generación propia del período de la Amistad, porque en él no se produce este mundo sensible sino el inteligible…111.

108 Las dos primeras líneas de este texto (que en verdad son las tercera y cuarta del frag. 35, porque Simplicio no lo cita aquí completo) se refieren a la fase instantánea en que el Odio ejerce su dominio absoluto; las restantes, al período de la Amistad creciente.

Tradicionalmente se sostenía que las tres primeras líneas constituían una descripción del Esfero, sobre todo porque se pensaba que bajo el dominio absoluto de la Amistad, ella debe situarse en el medio del mundo y el Odio en los confines (esto es, según esta versión, «el fondo máximo del torbellino», que se equipara a «los últimos limites del círculo»). A nosotros nos resulta mucho más convincente —porque es más coherente y salva más dificultades— la interpretación que es defendida merced a un profundo análisis por O’BRIEN, págs. 104-120, y que ahora nos contentaremos con parafrasear: las dos primeras líneas describen el dominio total del Odio. El «fondo máximo del torbellino» representa no la máxima profundidad exterior sino interior (o sea, es lo mismo que el «centro del remolino» y lo opuesto a los «últimos límites del círculos» del verso 8). Es que la Amistad nunca abandona el centro del universo: allí se mantiene en cualquier momento del ciclo, aun en el caso de que el Odio domine totalmente, por obra del cual se halla recluida solo en el centro (por el contrario, bajo el Esfero, el Odio es recluido fuera). A partir del tercer verso comienza la descripción del periodo de la Amistad creciente, bajo el cual los elementos que se hallaban totalmente escindidos entre sí, empiezan a unirse de modo gradual («no en seguida», se dice en el verso 4). Finalmente, se encuentra cierta evidencia de que la fase del Odio total es instantánea, porque se dice precisamente que cuando el Odio, etc., entonces todos ellos (elementos) confluyen… (epeí, versos 1 y 3). Para soportar su interpretación O’Brien considera que el mén y el de los versos 1 y 2 no marcan un contraste de lugar, que la combinación del indicativo híketo (v. 1) con el subjuntivo génẽtai no es imposible sino adecuada para distinguir una situación producida en un solo ciclo («llegó») de un fenómeno reiterado en todos los ciclos («alcanza»).

Para una versión enteramente distinta del frag. 35 como describiendo al mundo actual, véase SOLMSEN, págs. 111-119: este frag. es ubicado por él en el mismo contexto que el 71, 73, 96 y 98, incluso en esta misma secuencia del poema.

109 Quizá, como sugiere BIGNONE, págs. 564-565, este testimonio deba entenderse en el contexto del frag. 35: al comienzo del período de la Amistad creciente solamente la parte central del universo entra en combinación, y el resto —la «materia estéril» de la que habla el doxógrafo— permanece aún sin mezclarse, en estado de escisión. Cf. los vv. 8 y 9 del frag. 35.

110 Paraleípei tén epí tés philótetos, es decir, «deja de lado» no describe la génesis del cosmos que, si exigimos simetría al ciclo cósmico de Empédocles, tendría que haberse producido bajo el período de la Amistad creciente. Ahora bien, Aristóteles algunas veces habla de eventos zoogónicos acaecidos bajo dicho período (por ej., texto núm. 384), por lo cual la generación que Empédocles dejaría de lado no es por cierto la de las criaturas vivientes y, agregamos nosotros, tampoco la de los astros, sino concretamente la del marco cósmico del cielo ígneo y aéreo, mar y tierra, la que dentro de un modelo cosmogónico típico Aristóteles entiende que se debe producir mediante un chõrismós o separación a partir de una unidad. El período de la Amistad creciente tiene comienzo inmediatamente después de que el Odio alcance su total predominio y, entonces, el cielo está ya separado de la tierra y ésta del agua (pues los elementos se ubicarían en círculos concéntricos), de modo que no es necesaria una generación del marco cósmico en el período siguiente porque éste de antemano está realizado. De acuerdo con esta versión del presente testimonio, no existe en absoluto contradicción entre él y el número 335 (contra SOLSEM, págs. 130-132).

111 Simplicio asimila el periodo de la Amistad al mundo inteligible de los neoplatónicos (es decir, el Esfero de Empédocles), y encuentra así la explicación de que no se haya descrito su génesis. Pero Aristóteles habla concretamente de «constitución del cielo», no del Esfero. No encontrarnos fundamentos para la observación de CHERNISS, ACPP, pág. 195, n. 210, de que Simplicio de este modo halla el único camino para salvar la incoherencia de Aristóteles. No existe tal incoherencia de Aristóteles; antes bien, en el testimonio 344 creemos encontrar una de las pocas apreciaciones adecuadas y correctas del Estagirita sobre el sistema de Empédocles.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 195 a 198

El ciclo cósmico en la filosofía de Empédocles, se puede dividir en dos cosmogonías: la del Odio creciente —que va desde el Esfero hasta el dominio total del Odio— y la de la Amistad creciente—que se prolonga desde la fase recién mencionada hasta la reconstrucción del Esfero.

h) La estructura del ciclo cósmico101.

334 (31 B 17) SIMPL., Fís. 157, 25:

Doble es la generación de los seres, doble su desaparición;
pues una generación es procreada y hecha perecer por la concurrencia de todas las cosas
y otra es criada y se volatiliza a su vez al separarse éstas…102.

335 (31 A 42) ARIST., De Gen. y Corr. II 6, 334a: Y dice asimismo que el mundo se encuentra de la misma manera ahora, en el período del Odio, como antes en el período de la Amistad. ¿Y cuál es, por consiguiente el primer motor y la causa del movimiento? No ciertamente la Amistad o el Odio, que sólo son causas de un determinado tipo de movimiento103.

336 SIMPL., Del Cielo 587, 24: Empédocles dice allí ‘en el período de la Amistad’ no en el sentido de que la Amistad ejerza ya su dominio sino de que se halla en vías de dominar.

337 (31 A 38) ARIST., Fís. VIII 1, 252a: Empédocles parece decir que la acción de dominar y de imprimir movimiento que por turnos ejercen la Amistad y el Odio residen en las cosas por Necesidad, así como el reposo en el tiempo intermedio.

338 ARIST., Fís. VIII 1, 250b: O, como dice Empédocles, el movimiento y el reposo se dan por turnos, el movimiento cuando la Amistad crea lo Uno de lo múltiple y cuando el Odio crea lo múltiple de lo Uno, y el reposo en los tiempos intermedios104.

339 ARIST., Fís. VIII 1. 252a: Pero el hecho de que [el accionar de la Amistad y el Odio] también ocurra a través de iguales intervalos de tiempo requiere una explicación105.

101 Presentamos en este ítem testimonios a partir de los cuales y otra puede reconstruirse el ciclo cósmico de acuerdo con su «alternancia menor», es decir según la hipótesis de que el mundo de la pluralidad se presenta en dos hemiciclos de cuño inverso: la cosmogonía del Odio creciente —que va desde el Esfero hasta el dominio total del Odio— y la de la Amistad —que se prolonga desde la fase recién mencionada hasta la reconstrucción del Esfero. Ver Introducción.

102 Quizá éstos sean los versos que, entre toda la obra conservada de Empédocles, más discusiones suscitaron en lo que respecta a su lectura e interpretación, sobre todo en lo referido a la cuestión de si ellos contienen una alusión a la «doble cosmogonía». Nosotros creemos que sí, e interpretarnos que dicen lo siguiente: línea 2: se produce la generación de un universo de seres al unirse las raíces separadas y se destruye al volverse dicha unión total bajo el Esfero; línea 3: al separarse las raíces a partir del Esfero se genera un nuevo universo que a su vez perece al volverse dicha separación total (dominio absoluto del Odio). Debemos entender «generación» en nuestra traducción con significado verbal y no como designando al conjunto de seres.

En la segunda línea «una generación» es traducción de tén mén («la una»), y la hacemos sujeto de un verbo pasivo, pero en el griego es objeto directo de «la concurrencia de todas las cosas». Los problemas fundamentales que se presentan son los siguientes: a) si tén mén debe ser tomado como acusativo externo o interno, y b) si los antecedentes de tén mén y hẽ dé («la una… la otra») son solamente la generación (Burnet), respectivamente la generación y la desaparición (HÖLSCHER, págs. 30-31), o un par de generación y destrucción para ambos (GUTHRIE, pág. 153 n.; STOKES, One and Many, pág. 155). En ambas cuestiones, elegimos la posibilidad nombrada en último término. O sea, una generación y destrucción se produce como consecuencia del Esfero, y lo mismo tiene lugar debido a que el Odio alcanzará su dominio absoluto. En la tercera línea tomamos la lección de threphthéisa («es criada») de DK, aportada por Panzerbieter, en vez del thryphthéisa («es quebrada, disuelta») de los MSS. Sin tal corrección quedaría oscura la doble cosmogonía, pero es requerida por el propio contexto, pues de lo contrario no hallaríamos en este verso el contraste existente en los dos anteriores. Esta lección fue aceptada con pocas excepciones (WILAMOWITZ , HÖLSCHER, pág. 31, y antes VON ARNIM, pág. 25).

103 Los dos estados del mundo aluden a los universos nacidos y destruidos del texto núm. 334. La expresión epí tés philías (o tés philótetos) —en el período de la Amistad— es clarificada por Simplicio en el texto siguiente a éste: nombra al período que va desde el reino total del Odio hasta el Esfero (o sea, la fase de la Amistad creciente), y así debe entenderse en los textos núms. 344, 384 y en Gen. Animal. 722b. ZELLER (ZM, página 783, n. 20), sin embargo, interpreta la expresión como «en el Esfero», siendo esta perspectiva seguida por algunos eruditos. Ello es enteramente rechazable, no porque epí tẽs philias no pueda eventualmente significar eso (ver nuestra nota 58) sino porque el Esfero no tiene ninguna semejanza con el mundo actual. Es relevante la clara referencia de Aristóteles a que el mundo actual se ubica en la etapa del Odio creciente; por ello algunos testimonios aluden a la etapa de la Amistad creciente utilizando adverbios de tiempo pasado. Debe consultarse el minucioso an4lisis que hace O’BRIEN, págs. 172 y ss. de este pasaje.

104 La única fase del ciclo en la cual todo tipo de movimiento está ausente es la del Esfero (cf. texto núm. 285); en la fase contrapuesta del dominio total del Odio no existe reposo (ver nota 106). Ahora bien, Aristóteles aquí asigna reposo a los momentos intermedios (en el texto núm. 337 hablaría en singular de «tiempo intermedio» por estar pensando en cada ciclo, mientras que en el 338 tendría en consideración la serie de los ciclos, cf. MILLERD, pág. 54, n. 1) entre el período de la Amistad creciente y el del Odio creciente; pero lo «intermediario» entre los dos períodos transicionales no es solamente el Esfero, sino el momento en el que el Odio reina absolutamente. Nos resulta difícil, pues, interpretar que Aristóteles sólo se refiere como «tiempo intermedio» a una sola de las fronteras que separan dichos períodos (o sea, el Esfero) con exclusión de la otra. Es decir, creemos que Aristóteles le asigna reposo también a la fase del Odio total, con lo cual distorsiona un aspecto importante del sistema de Empédocles.

O’BRIEN, págs. 7 y ss., considera que es imposible que Aristóteles interprete erróneamente a Empédocles en este punto, porque en varios de sus pasajes (ver textos números 344 y 384) demuestra tener clara conciencia de que bajo el Odio total la realidad se hallaba en movimiento. Por lo tanto, este autor sostiene que el «tiempo intermedio» alude sólo al Esfero, cosa que ya antes sostuviera VON ARNIM, págs. 17-18. Sin embargo, no es de extrañar que Aristóteles sea inconsecuente consigo mismo y que en los presentes pasajes no haya tenido en cuenta que hay movimiento bajo el dominio absoluto del Odio, quizá —como sugiere CHERNISS, ACPP, pág. 175, n. 130— por haber aplicado su propia teoría de que entre movimientos contrarios debe existir el reposo. Al finalizar el texto núm. 338 Aristóteles cita los versos 8-12 del frag. 26 (iguales a los 9-13 del frag. 17) con el propósito de justificar su observación. Como Aristóteles está hablando de la «inmovilidad», es lógico suponer que aquellas palabras de Empédocles que él quiere utilizar a modo de ilustración, son las de la última línea (v. 12. Cf. texto núm. 317 y nota): akínetoi katá kýklon, para lo cual interpretaría akínetoi como significando «inmóviles» (SIMPLICIO, Fís. 1123, 5, cree que Aristóteles le dio a la palabra tal significado), cuando en rigor debe ser «inmutables», suponiendo que los elementos están en reposo durante los dos tiempos intermediarios. O’Brien dedica varias paginas (252-261) para demostrar que esta suposición de que Aristóteles malinterpretó la palabra akínetoi es errónea, pues él en realidad «habría visto en estas líneas la alternancia de reposo y movimiento subyaciendo a la alternación de la unidad y la pluralidad» (páginas 253-254); pero sus argumentos no nos terminan de convencer.

105 Si se lee el pasaje aristotélico desde un poco antes (252a22) se descubrirán ciertos indicios que llevan a suponer que los periodos de tiempo que se están equiparando son los que corresponden a los hemiciclos de la Amistad creciente y del Odio creciente y no, como quiere O’BRIEN, págs. 59 y ss., a la alternancia de reposo (= Esfero) y movimiento. Pues Aristóteles habla inmediatamente antes de la Amistad como «algo que reúne a los hombres», lo que mal podría corresponder a la acción de ella en el Esfero. Además, con la interpretación que elegimos, quedaríamos liberados de suponer que Empédocles asignó al Esfero una determinada duración, porque —aunque es difícil saber qué concepción del tiempo tuvo— constituyendo el Esfero una fase acósmica cuesta creer que se lo pueda instalar en el tiempo. Por eso mismo hemos hablado repetidas veces de los períodos del Odio y de la Amistad crecientes como «hemiciclos», dejando entrever así la posibilidad de que el Esfero no pertenezca rigurosamente al ciclo (temporal) cósmico. Ver nota 46; la objeción de Bollack a O’Brien a que allí aludimos es la siguiente: «Si el tiempo resulta en el devenir discontinuo, de los movimientos regulares que se afirman contra el desorden y se organizan en la rotación de los astros, cómo aplicar este mismo concepto a la inmovilidad perfecta de la esfera». También GUTHRIE, II, pág. 178, asigna un período de tiempo al Esfero, considerando que dura 1/3 del ciclo, el mismo término que poseen respectivamente cada uno de los períodos transicionales, siendo instantánea la fase del Odio total.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 188 a 193

En la filosofía de Empédocles, para que las cosas puedan formarse necesitan, en algún grado, ser aunadas, homogeneizadas o vueltas semejantes por la Amistad (en este momento de pluralidad, esta última, solo puede contraponerse al Odio en un grado mínimo, pero suficiente para que las cosas se formen)

g) Composición de las criaturas.

328 (31 B 22) SIMPL., Fís. 160, 26:

Del mismo modo, aquellas cosas que son más aptas para la mezcla se aman entre sí, habiéndose vuelto semejantes por obra de Afrodita96.

329 (31 B 23) SIMPL., Fís. 159, 27: Y también, pone un claro ejemplo de la producción de los diferentes seres a partir de ellos:

Y como cuando los pintores decoran las ofrendas religiosas —hombres bien diestros en su arte por la comprensión que poseen— ellos, tomando pinturas multicolores en sus manos y mezclándolas con armonía, con un poco más de unas y menos de otras, ejecutan con ellas figuras que se asemejan a todas las cosas creando árboles, hombres y mujeres, fieras, aves y peces que se nutren en el agua, y también dioses de larga vida, superiores en dignidad97.

330 (31 A 34) GAL., in Hipp. nat. hom. XV 32: Creía Empédocles que la naturaleza de los cuerpos compuestos procede de los cuatro elementos inmutables, estando los elementos primarios de tal modo mezclados entre sí, tal como si alguien, después de desmenuzarlos por completo y hacerlos polvo, mezclara herrumbre, pirita de cobre, calamina y tierra vitriólica, de modo de que no pueda manipular ninguno de ellos por separado.

331 (31 A 43) ARIST., De Gen. y Corr. 11 7 , 334a: ¿Cuál será el modo [de constitución de las cosas a partir de los elementos] según aquellos que opinan como Empédocles? Pues será necesario que la unión se produzca tal como en una pared de ladrillos y piedras. Y ésta será una mezcla de elementos que se conservan tal como son y que se hallan yuxtapuestos en partículas unos junto a otros. De este modo ocurre con la carne y con cada una de las otras cosas98.

332 (31 B 96) ARIST., Del Alma I 5, 410a: No es de cualquier manera como cada una de estas cosas posee a los elementos, sino en una determinada proporción y composición, tal como dice Empédocles del hueso:

Y la amable tierra, en los crisoles de su amplio pecho, obtuvo dos octavas partes del fulgor de Nestis, y cuatro de Hefesto. Y nacieron los blancos huesos…99.

333 (31 B 98) SIMPL., Fís. 32, 3: Y por cierto dice esto a menudo, también en los versos siguientes:

Y la tierra se encontró con ellos en proporciones casi iguales, con Hefesto, con la lluvia y con el éter resplandeciente100, tras amarrar en los puertos terminales de Cipris, ya en proporción un poco mayor o menor que el máximo. Y de ellos nació la sangre y otras formas de carne.

96 Para que cosas diversas puedan participar de una misma mezcla, deben ser en algún grado «aunadas», homogeneizadas o vueltas semejantes (en el texto homoiothénta) por Afrodita o la Amistad. Se trata del mismo poder que en otro momento del ciclo cósmico edificó la unidad absoluta del Esfero, pero que en el mundo no puede lograr más que una mezcla armónica donde sus componentes no pierden la identidad, debido a la pluralidad básica instaurada por el Odio.

97 Empédocles compara la composición de un cuadro a partir de las pinturas con la constitución de las criaturas a partir de los elementos. Con toda probabilidad tiene en cuenta que los colores básicos que usaban los pintores en su época eran cuatro (cf. Ps. ARÍSTOTELES, De Mundo 396b12). Aecio, además, refiere (I 15, 3 = 31A93) que Empédocles equiparaba los colores a los elementos: blanco, negro, rojo y amarillo.

98 Cuesta saber como concebía nuestra til6sofo el modo en que se obraba la mezcla propia de las criaturas del mundo. La inmutabilidad de los elementos exigiría que se trate de una combinación en la cual éstos subsistan como tales, lo cual llevaría a suponer una yuxtaposición de pequeñas partículas. Tal interpretación la hallamos en los dos textos anteriores, sobre todo en la imagen aristotélica del «muro de ladrillos». Ahora bien, la versión de Aristóteles es especialmente peligrosa, porque parece asimilar indebidamente a Empédocles a los atomistas.

CHERNISS, ACPP, n. 139, págs. 190-1, habla de la tendencia de Aristóteles a tratar a Empédocles como un atomista inconsciente y a suponer como objetos individuales a los fragmentos de una raíz, dirección que es llevada a su último grado en la afirmación de AECIO, I 31, 1 = 31A43: «Empédocles dice que hay partículas diminutas homeoméricas anteriores a los elementos, como si se tratara de elementos anteriores a los elementos».

99 No es descartable que Empédocles haya determinado con cierta claridad matemática la proporción de las raíces o fórmula propia de la mezcla de una cierta cantidad de sustancias (como aquí se utiliza para los huesos la fórmula de agua 2/8, fuego 4/8, tierra 2/8; y en el texto siguiente se dice que la sangre posee partes de los cuatro elementos en modo proporcionado). Observa MINAR, pág. 140, n. 1, que «el fr. 98 muestra que, aunque él pensaba que había una ratio en cada caso, no le asigna gran importancia a establecerla con precisión matemática». De este modo Minar, acertadamente, busca minimizar la cuestión de la influencia pitagórica que, según algunos autores, explicaría la presencia de dichas proporciones matemáticas en Empédocles. Pero aun en el caso de que él pensara en un número considerablemente alto de fórmulas claramente establecidas, aun así, creemos, la hipótesis de la influencia pitagórica sigue siendo gratuita.

100 Aithér («éter»), antes que se impusiera la doctrina de los cinco elementos, designaba al aire mezclado con fuego, brillante, de la atmósfera exterior; nombra, por lo tanto, fundamentalmente a la raíz aire, pero por su carácter ígneo puede oponerse (quizá como fuego) al aire inferior de la atmósfera. Ver notas 72 y 73.

Así aparece aithér en el frag. 100 distinguido de aér (aire) y en el frag. 38 el «titán éter» es mencionado diferenciado del «aire húmedo», por lo cual puede pensarse que, por ser ígneo, podría en ocasiones designar al fuego. Pero el uso más frecuente de aithér es el que lo hace significar «aire», como en el presente fragmento (aquí es opuesto a Hefesto, nombre simbólico del fuego) y en los frags. 71 y 109.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 185 a 188

Las raíces de Empédocles y sus características: no se transforman unas en otras; son inmutables en el ciclo cósmico pero se generan desde el Esfero; son más que componentes materiales, porque al integrar compuestos, no pierden su ethos

«Las raíces de Empédocles exhibirían las siguientes diferencias respecto de los elementos aristotélicos: a) ellas no se transforman unas en otras como los elementos (lo cual determina las críticas de Aristóteles a nuestro filósofo en Gen. y Corr. II 6, 333a16 ss.); b) las raíces son inmutables a lo largo del ciclo cósmico, pero se generaron a partir del Esfero; c) las raíces son algo más que componentes materiales de las cosas, pues es difícil que al integrar compuestos pierdan su ethos o modo de ser propio.»
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Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 175 a 184

La destrucción del Esfero de Empédocles, por el Odio, y la separación de las cuatro raíces unidas por la Amistad

«Los textos siguientes ilustran la destrucción de la unidad homogénea del Esfero obrada por el Odio, que equivale a la separación de las cuatro raíces. Ellas actúan como condición de posibilidad del conjunto de la manifestación cósmica, pues a partir de su combinación se constituye la totalidad de las criaturas del mundo. Parece necesario que en el origen mismo de este proceso cosmogónico, posterior a la quiebra del Estero, las cuatro raíces alcancen un alto grado de separación, de modo de constituir el «marco cósmico» adecuado (esto es, las cuatro agrupaciones de elementos bajo la forma de planos separados: el cielo ígneo, el cielo aéreo, el mar y la tierra) dentro del cual tendrá lugar la formación de las criaturas.»
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Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 172 a 175