Para Anaxágoras, «ninguna “cosa” nace ni perece sino que, a partir de las cosas que existen, hay combinación y separación. De modo que, [para hablar] correctamente, deberían llamar al nacer combinarse y al perecer separarse»

d) Las «cosas» no nacen ni mueren.

683 (59 A 52) ARIST., De gen. y corr. I 1, 314a: Entre los antiguos [filósofos] algunos dicen que la llamada generación simple es alteración, mientras para otros alteración y generación son distintas. En efecto, cuantos dicen que el universo es uno y que todas las cosas se generan a partir de lo Uno, forzosamente han de afirmar que la generación es alteración y que lo que se genera en sentido estricto es alterado. Pero cuantos sostienen que la materia es más que uno, como Empédocles, Anaxágoras y Leucipo [deben considerar a la alteración y a la generación] como distintas. Anaxágoras, sin embargo, no llega a entender sus propias palabras. Afirma, en todo caso, que nacer y perecer consisten en lo mismo que ser alterado.

684 (12 A 9) SIMPL., Fís. 24, 23-25: [Anaximandro] piensa que la generación se produce no al alterarse el elemento sino al separarse los contrarios por obra del movimiento eterno. Por eso Aristóteles lo conecta con Anaxágoras.

685 ARIST., Fís. I 4, 187a: Los físicos hablan de dos modos. Por un lado, algunos piensan que el cuerpo sustrato es uno, sea uno de los tres [elementos, a saber, aire, agua o fuego] o algo que sea más denso que el fuego y más sutil que el aire, y que las demás cosas se generan por condensación y rarefacción, formando la multiplicidad… Por otro lado, algunos piensan que los contrarios están en lo uno, a partir de lo cual se separan, como dicen Anaximandro y cuantos afirman que (lo real) es uno y múltiple, como Empédocles y Anaxágoras, pues éstos también piensan que las demás cosas se separan de la mezcla. Pero difieren entre sí, porque uno [Empédocles,] concibe que esto sucede periódicamente; el otro [Anaxágoras] en cambio, que sucede una sola vez y que las cosas son infinitas, tanto las homeómeras como los contrarios, en tanto el primero admite sólo los llamados elementos 38.
Anaxágoras parece haber concebido así las cosas infinitas, a raíz de suponer que es verdadera la opinión común de los físicos, según la cual nada se genera del no-ente 39. Por esto dicen: «todas las cosas estaban juntas» y «el generarse tal o cual cosa consiste en ser alterada», mientras para otros [el generarse] es composición y división 40.

686 (59 B 17) SIMPL., Fís. 163, 18-24: Pero claramente dice Anaxágoras en el libro I de la Física que nacer y perecer son componerse y dividirse, cuando escribe de este modo: «Los griegos no consideran rectamente ni el nacer ni el perecer. Pues ninguna cosa nace ni perece sino que, a partir de las cosas que existen 41, hay combinación y separación. De modo que, [para hablar] correctamente, deberían llamar al nacer combinarse y al perecer separarse 42».

687 (59 A 52) [HIPÓCR.], De Victu I: De todas las cosas ninguna perece ni se genera algo que antes no existía; se alteran cuando se combinan o se disgregan 43.

38 Las aseveraciones de que lo real «es uno y múltiple» y de que «las demás cosas se separan de la mezcla», son aplicadas por Aristóteles tanto a Anaximandro como a Empédocles y a Anaxágoras, en lo que en nota 50 a Anaximandro (cf. nota 56 a Empédocles) hemos calificado de indebida «anaxagorización» de Anaximandro por parte de Aristóteles (aparte del hecho de la «aristotelización» de Anaxágoras). En lo que sigue, en cambio, por razones de conveniencia, Aristóteles se limita a contraponer las presuntas cosmogonías de Empédocles y Anaxágoras.

39 Este principio es enunciado por vez primera por Parménides, y Aristóteles lo considera «opinión común de los físicos», por cuanto la comparten Empédocles y los atomistas.

40 La primera frase entrecomillada es innegablemente anaxagórea (fr. 1). La segunda es atribuida por Aristóteles a Anaxágoras al final del texto núm. 683, pero en forma indebida (cf. texto núm. 684 y comparar con el primer grupo aludido en el presente texto). El hecho de que Aristóteles atribuya a la misma doctrina afirmaciones como la primera —que forma parte del fr. 1 de Anaxágoras— y la segunda —que la atribuye erróneamente a Anaxágoras en el texto mencionado—, y las contraponga a una afirmación que efectivamente corresponde a Anaxágoras (ver fr. 17 en el texto siguiente) da una pauta de la ausencia de sentido histórico del pasaje.

41 Hemos subrayado la palabra cosa (chrêma) por constituir la verdadera unidad simple donde Aristóteles podría haber hallado el «elemento» (aunque no lo sea en el sentido aristotélico estricto, ya que hay infinidad de cosas, de variados aspectos, etc.) del cual se componen todos los seres.
Como hemos dicho en la Introducción, el uso de chrêma es especialmente significativo en el plural, donde puede prescindirse de ella y bastarse con el artículo o adjetivo en forma neutra. Y en el texto que el lector tiene delante de sí, esta presencia es doblemente importante, ya que, en todo caso, con mayor frecuencia, era usado tà ónta, «las cosas», que, por su derivación del verbo «ser» o «existir», pasa paulatinamente —tras Parménides y culminando con Aristóteles— a significar «entes» o «cosas que son» o «cosas que existen». Pues bien, en el fr. 17 se dice que, para que haya generación (o muerte) debe haber combinación (o división) «a partir de las cosas que existen», donde encontramos el plural chrémata calificado, por así decirlo, por ónta (en jonio eónta). Esto parecería implicar que son las cosas por antonomasia, las que están en ese continuo presente en el que se amparaba el ente parmenídeo, en contraste con las cosas «compuestas», que nacen a partir de aquéllas y mueren dividiéndose en aquéllas.

42 Obsérvese como Anaxágoras, al igual que antes Heráclito y Parménides (ver tomo I, textos núms. 650 y 910 —entre otros—, respectivamente), contrapone su propio juicio verdadero al erróneo de los hombres en general.

43 Este tratado pseudo-hipocrático es sin duda bastante posterior a Anaxágoras, y su autor, más que un médico de aquella escuela, parece un sofista, que recoge tesis filosóficas de aquí y allá.

Los Filósofos Presocráticos II, Anaxágoras de Clazómenas, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 337 a 340.

Fragmento probablemente auténtico de Empédocles

481 (31 B 12) Ps. ARIST., M. J. G. 2, 6, 975b; FILÓN, De aet. mundi 2, 3, 5:

Pues es imposible que algo llegue a ser a partir de lo que no es,
y es irrealizable e inconcebible 204 que perezca lo que es,
porque siempre estará allí donde pueda ser ubicado por cualquiera en toda ocasión.

204 apyston, «inconcebible» es conjetura de Mangey tomada por DK. Pero Filón tiene ápauston.

Los Filósofos Presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 258.

Fragmento probablemente auténtico de Empédocles

480 (31 B 11) PLUT., adv. Col. 1113C:

Ingenuos: pues no poseen pensamientos de largo alcance
aquellos que suponen que lo que previamente no era puede llegar a ser,
o que algo puede morir y ser completamente destruido.

Los Filósofos Presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 258.

Fragmento probablemente auténtico de Empédocles

477 (31 B 8) PLÚT., adv. Col. 1111F; AECIO, I 30, 1:

Y te diré otra cosa: no existe nacimiento de ninguno de los
seres mortales, ni tampoco un fin en la funesta muerte,
sino que solamente la mezcla y el intercambio de lo mezclado
existen, y esto es llamado nacimiento por los hombres

Los Filósofos Presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 257.

Por qué se produce el sueño, la muerte y la locura, en el sistema de Empédocles

VI. EL ALMA HUMANA Y EL CONOCIMIENTO.

a) Sueño, muerte, locura.

407 (31 A 85) AECIO, V 24, 2: Empédocles supone que el sueño se produce por el enfriamiento proporcionado del calor existente en la sangre, mientras que la muerte por el enfriamiento absoluto.

408 (31 A 85) AECIO, V 25, 4: Según Empédocles la muerte se produce por la separación del [elemento] ígneo [aéreo, acuoso y terroso] 145, consistiendo la estructura humana en la combinación de ellas.

409 (31 A 98) CELIO AUREL., Morb. Chron. I 5 , 25: Los que siguen a Empédocles dicen que una [forma de locura] procede de la purificación del alma 146, y la otra de una alienación de la mente a partir de una causa o imperfección del cuerpo —de esta última trataremos ahora; y es ésta la que los griegos llaman manía porque produce una gran angustia.

145 Estas palabras entre paréntesis son agregado de DK. GUTHRIE, I, pág. 226 n., propone suponer que el fuego se separó de los otros elementos (y así hace coincidir plenamente lo que se dice en este texto con el anterior). Pero no creemos que sea necesario.

146 ex animi purgamento. Bignone traduce «impuritá dell’ animo», o sea lo contrario de lo que se dice en el texto latino, de modo de evitar el aparente contrasentido. Pero la «primera locura» no sería patológica sino sagrada, precisamente la del hombre purificado en el sentido de los katharmoí.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 220 y 221.

Empédocles niega el vacío (no-ser); sus raíces son inmutables, no generadas, siempre las mismas y, por consiguiente, inmortales: nada puede llegar a ser o dejar de ser; muerte y nacimiento son disociación y combinación, respectivamente, de las raíces.

f ) Carácter aparente del nacimiento y de la muerte. Negación del vacío.

324 (31 B 8) AECIO, I 30, 1: Dice Empédocles92 que no existe nacimiento de nada, sino mezcla y división de los elementos. En efecto, en el primer libro de la Física escribe esto:

Y te diré otra cosa: no existe nacimiento93 de ninguno de los seres mortales, ni tampoco un fin en la funesta muerte, sino que solamente la mezcla y el intercambio de lo mezclado existen, y esto es llamado nacimiento por los hombres.

325 (31 A 44) AECIO, I 24, 2: Empédocles, Anaxágoras, Demócrito, Epicuro y todos cuantos construyen el mundo por una reunión de finas partículas corporales, admiten combinaciones y separaciones, pero no legítimas generaciones y destrucciones. Pues estas últimas no se producen a partir de una alteración cualitativa, sino de una reunión cuantitativa94.

326 (31 B 13) Ps. ARIST., M. J . G. 2, 976b: Y cuando [las sustancias] se reúnen en una única forma para constituir un único todo, dice que:

No hay nada en el Todo que sea vacío o lleno95.

327 (31 B 14) Ps. ARIST., M. J . G. 2, 976b: Y del mismo modo dice Empéclocles que las cosas siempre están en movimiento, combinándose perpetuamente, y que nada existe de vacío; se expresa así:

Y, del todo, nada hay vacío: ¿de dónde, pues, podría provenirle algo más?

92 En este fragmento (y ademas en los números 9, 11 y 12) nos encontramos ante una nítida influencia parmenídea. Los elementos son inmutables como el ser de Parménides (akínetoi, frag. 17, 13 y 26, 12; cf. PARM., frag. 8, 26), no generados (agéneta en el frag. 7; cf. PARM., 8, 3), «siempre los mismos» (aién homoía en 17, 35; cf. pân homoîon en Parm. 8, 22) y, por lo mismo, inmortales, en el contexto cósmico. Nada puede entonces llegar a ser o dejar de ser, y muerte y nacimiento son solamente palabras que designan la disociación de las criaturas en los elementos o su combinación a partir de ellos. Véase sin embargo el frag. 9 donde Empédocles admite seguir utilizando a veces dichas palabras dejándose llevar por la costumbre.

93 Traducimos por «nacimiento» la palabra phýsis; ver nuestra nota 34. Lovejoy, «The meaning of phýsis in the Greek physiologers», PR (1909), 371, entiende, inconvincentemente, la palabra en este fragmento como significando la naturaleza permanente, lo que lo obliga a leer en el verso segundo que la muerte no tiene fin.

94 Más allá de lo apropiado que es este testimonio en lo que se refiere a la generación y destrucción en Empédocles, notamos una asimilación indebida de su filosofía al atomismo: ver nota al texto núm. 341.

95 En el texto núm. 327 el contexto del Ps. Aristóteles muestra que la negación del vacío se refiere, en ese caso, al Esfero. Pero dicha negación (que constituye otro postulado parmenídeo, porque el vacío equivaldría al no-ser) vale para cualquier instancia del ciclo cósmico, como lo muestra el texto siguiente.

Los filósofos presocráticos II, Empédocles de Agrigento, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 184 y 185

 

En Meliso, que el ser sea incorpóreo significa que es carente de toda forma, diferenciación, y determinación, algo así como el ápeiron de Anaximandro, el hómoion o asómaton

En Meliso, el vocablo incorpóreo puede tener el significado de carente de toda propiedad, de diferenciación cuantitativa o cualitativa, de partes, en suma, y excluye toda figura o forma determinada, expresando, así, una noción muy cercana tanto a ápeiron como a hómoion.

Para algunos estudiosos, en Meliso no se representaba un ser incorpóreo, ni polemizaba contra un ser de otra filosofía, sino definía un aspecto de su ser, como asómaton, es decir, existente por sí y carente de toda determinación.
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Los filósofos presocráticos II, Meliso de Samos, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 113 a 116

La muerte es necesaria para la vida

[…] la vida es un fenómeno necesario de la evolución de la materia de lo más simple a lo más complejo, por ello la vida es portadora de la esencia del desarrollo, el movimiento y el cambio, que se manifiesta como permanente desintegración y reorganización, de esto se desprende que la muerte es un hecho necesario para la vida misma, la vida y la muerte son dos expresiones necesarias de un mismo fenómeno, el desarrollo de la materia. La necesidad, lleva en sí misma sus causas.[…]

EcuRed: Necesidad y casualidad (Filosofía), página visitada el 23 de julio de 2014 a las 21:30 horas.

Iglesia católica y adulterio

Y si la Iglesia católica abolió el divorcio, es probable que fuese por haber reconocido que frente al adulterio, como frente a la muerte, no hay remedio que valga.

Federico Engels, El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado, Fundación Federico Engels, 2006, páginas 77.