El pensamiento no es una suerte de sustancia que segrega el cerebro

«Hemos visto ya, cuáles son las verdaderas opiniones de los materialistas. Estriban en tener la sensación por una de las propiedades de la materia en movimiento, y no en deducirla del movimiento de la materia o reducirla al movimiento de la misma. En esta cuestión, Engels mantenía el punto de vista de Diderot y se apartaba de los materialistas “vulgares” Vogt, Büchner y Moleschott, entre otras co­sas, precisamente porque ellos se equivocaban al opinar que el cerebro segrega el pensamiento igual que el hígado segrega la bilis.»

V.I. Lenin, Obras Completas. Tomo 18. Materialismo y Empiriocriticismo. LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO DEL EMPIRIOCRITICISMO Y LA DEL MATERIALISMO DIALÉCTICO, página 42. Editorial Progreso. URSS 1983.

Para el materialismo, la sensación es una propiedad de la materia en movimiento

«Hemos visto ya, cuáles son las verdaderas opiniones de los materialistas. Estriban en tener la sensación por una de las propiedades de la materia en movimiento, y no en deducirla del movimiento de la materia o reducirla al movimiento de la misma. En esta cuestión, Engels mantenía el punto de vista de Diderot y se apartaba de los materialistas “vulgares” Vogt, Büchner y Moleschott, entre otras co­sas, precisamente porque ellos se equivocaban al opinar que el cerebro segrega el pensamiento igual que el hígado segrega la bilis.»

V.I. Lenin, Obras Completas. Tomo 18. Materialismo y Empiriocriticismo. LA TEORÍA DEL CONOCIMIENTO DEL EMPIRIOCRITICISMO Y LA DEL MATERIALISMO DIALÉCTICO, página 42. Editorial Progreso. URSS 1983.

Según Hipólito, basado en las enseñanzas de Anaxágoras: todas las cosas participan del movimiento y, movidas por el intelecto, se agrupan las similares

721 (59 A 42) HIPÓL., 1 8, 2: Todas las cosas participan del movimiento y, movidas por el intelecto, se agrupan las similares. También las cosas que están en el cielo fueron ordenadas cósmicamente por el movimiento circular. Lo denso y húmedo lo oscuro y frío y todas las cosas convergieron en el centro, y estas cosas, solidificadas, dieron consistencia a la tierra. Las cosas contrapuestas a éstas, tales como lo caliente y lo brillante, lo seco y lo ligero, fueron impulsadas hacia la parte más distante del éter.

Los Filósofos Presocráticos II, Anaxágoras de Clazómenas, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 357.

Según Simplicio, Anaxágoras dijo que el mundo se generó en el principio del tiempo, y que este se inició cuando el intelecto comenzó el movimiento. Sin embargo, los autores hacen notar que el momento de reposo —condición previa fundamental para que se iniciara dicho movimiento— no fue propuesto por Anaxágoras, sino que es una introducción a la filosofía de este por parte de Aristóteles

681 ARIST., Fís. VIII 1, 250b: Si es posible que en algún momento nada estuviera en movimiento, tendría que pasar una de dos cosas: o bien lo que dice Anaxágoras (éste afirma, en efecto, que todas las cosas estaban juntas y en reposo por un tiempo infinito, y el intelecto introduce el movimiento separador) o lo que dice Empédocles 36.

711 (59 A 64) SIMPL., Fís., 1121, 21-26: Anaxágoras, Arquelao y Metrodoro de Quíos parecen querer decir que el mundo se ha generado desde el principio del tiempo. Ellos dicen que también el movimiento ha tenido un comienzo: cuando las cosas estaban en reposo antes del tiempo, dicen, el movimiento fue engendrado en él por obra del intelecto, con lo cual se genero el mundo. Parece que ellos han supuesto un comienzo de la creación del mundo, con miras a una función didáctica 57.

36 Aristóteles —con una lógica incuestionable, pero aplicada anacrónicamente— no puede dejar de concebir a la mezcla primigenia «en reposo» (ya que el intelecto tiene que ser agente del movimiento) «por un tiempo infinito» —interrumpido por la acción del intelecto— al cual parece difícil que Anaxágoras se haya referido.

57 En nota 36 al texto núm. 681 nos hemos referido a la lógica que rige el examen aristotélico del libro de Anaxágoras, que lo lleva a hablar de un momento de «reposo» previo a la puesta en marcha de las cosas por el intelecto. Esa (y no Anaxágoras) es la fuente de esta afirmación de Simplicio.

Los Filósofos Presocráticos II, Anaxágoras de Clazómenas, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 336, 354 y 355.

Para Aristóteles el intelecto de la filosofía de Anaxágoras, solo podría mezclar si no tiene mezcla, y ser el principio del movimietno si es inmóvil, aunque esto último, según los autores, es improbable que lo haya pensado Anaxágoras

704 (59 A 56) ARIST., Fís. VIII 5, 256b: Así también Anaxágoras habla correctamente cuando afirma que el intelecto es impasible e incontaminado, puesto que lo constituye en principio del movimiento; pues sólo podría mover si es inmóvil 53 y podría mezclar si no tiene mezcla.

53 Esto corresponde a la tesis aristotélica del «primer motor inmóvil», y por lo tanto no es forzoso que lo haya pensado Anaxágoras; incluso es improbable (al menos si lo comparamos con Platón).

Los Filósofos Presocráticos II, Anaxágoras de Clazómenas, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 351 a 353.

Para Aristóteles el intelecto de la filosofía de Anaxágoras solo podría ser iniciador del movimiento si es inmóvil, esto, según los autores, corresponde a la tesis aristotélica del «primer motor inmóvil» y es improbable que Anaxágoras lo haya pensado

704 (59 A 56) ARIST., Fís. VIII 5, 256b: Así también Anaxágoras habla correctamente cuando afirma que el intelecto es impasible e incontaminado, puesto que lo constituye en principio del movimiento; pues sólo podría mover si es inmóvil 53 y podría mezclar si no tiene mezcla.

53 Esto corresponde a la tesis aristotélica del «primer motor inmóvil», y por lo tanto no es forzoso que lo haya pensado Anaxágoras; incluso es improbable (al menos si lo comparamos con Platón).

Los Filósofos Presocráticos II, Anaxágoras de Clazómenas, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 351 a 353.

Para Teofrasto, según Simplicio, Anaxágoras concibe «una sola causa del movimiento y de la generación, el intelecto», además, esa generación sería disgregación de lo infinito: separación de la mezcla infinita de cosas, de tal modo, nada nace si no existía antes

702 SIMPL., Fís. 27, 11-23: Y Teofrasto dice que en esto Anaxágoras habla similarmente a Anaximandro. Pues aquél dice que, en la disgregación de lo infinito, las cosas del mismo género convergen; de modo que, si en el todo eran oro, llegan a ser oro, y si tierra, tierra, y de modo parecido con cada una de las otras cosas, de manera que nada nace si no existía antes. Además Anaxágoras añade el intelecto como causa del movimiento, por el cual se disgregan los mundos y se genera la naturaleza de las otras cosas. «Y así», dice Teofrasto, «Anaxágoras parece concebir infinitos principios materiales, pero una sola causa del movimiento y de la generación, el intelecto; mas si se considera la mezcla de todas las cosas, como si fuera una naturaleza indefinida en cuanto a tamaño y figura, sucede que afirma dos principios: la naturaleza infinita y el intelecto. De manera que, en cuanto a los elementos corpóreos, parece proceder de modo similar a Anaximandro» 51.

51 En el tomo I, texto núm. 119, hemos presentado este mismo pasaje, explicando en la respectiva nota 53 por qué invertíamos el orden en que son nombrados, al comienzo, Anaxágoras y Anaximandro, de modo que no cupiera dudas de que la palabra —que sigue— «aquél» se refiere a Anaxágoras. Aparte de las excepciones gramaticales de que disponíamos para hacerlo, hemos hecho notar entonces que lo que, según Teofrasto, «dice aquél» corresponde sin duda a Anaxágoras, o, al menos, digamos ahora, a lo que Teofrasto ha pensado de Anaxágoras, incluso con su «ejemplo favorito» del oro.

Los Filósofos Presocráticos II, Anaxágoras de Clazómenas, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, página 349.

119 SIMPL., Fís. 27, 9-23: Dice en efecto Anaxágoras que «en todo hay parte de todo» y que «cada cosa es y era manifiestamente aquello de lo que más poseía». Y en esto Teofrasto dice que Anaxágoras habla similarmente a Anaximandro. Pues aquel 53 dice que, en la disgregación de lo infinito, las cosas del mismo género convergen, de modo que, si en el todo era oro, llega a ser oro, y si tierra, tierra, y de modo parecido con cada una de las otras cosas, de manera que nada nace si no existía antes. Además Anaxágoras añade el intelecto como causa del movimiento, por el cual se disgregan los mundos y se genera la naturaleza de las otras cosas. «Y así», dice Teofrasto, «Anaxágoras parece concebir infinitos principios materiales, pero una sola causa del movimiento y de la generación, el intelecto; mas si se considera la mezcla de todas las cosas como si fuera una naturaleza indefinida en cuanto a tamaño y figura, sucede que afirma dos principios: la naturaleza infinita y el intelecto. De manera que, en cuanto a los elementos corpóreos, parece proceder de modo similar a Anaximandro».

53 Lo que, según Teofrasto, «aquél dice» corresponde sin duda a Anaxágoras. Por esa razón hemos invertido, en la frase anterior, el orden en que figuran los nombres de Anaxágoras y Anaximandro.
MCDIARMID, TonPC, pág. 100, n. 63, dice respecto del pronombre ekeînos, «aquél»: «No sólo el uso normal del griego requiere que esta palabra se refiera al primero de los dos nombres mencionados, esto es, a Anaximandro; sino que, a menos que ekeînos sea Anaximandro, la comparación con Anaxágoras pierde sustento; y la referencia a Anaxágoras, por su nombre, en la afirmación siguiente no sería necesaria si no debiera indicar un cambio de sujeto». Pero fuera de la norma gramatical, no se advierten las razones de McDiarmid, ya que el final de la cita muestra, como en el texto núm. 118, que Teofrasto encuentra una similitud entre Anaximandro y Anaxágoras respecto de la «mezcla» de «infinitos elementos corpóreos». Y la referencia a Anaxágoras que, según McDiarmid, perdería sentido si no indicara un cambio de sujeto («Además Anaxágoras añade el intelecto, etc.»), lo que indica es el punto en que Teofrasto encuentra la diferencia con Anaximandro: la adición del intelecto.
Respecto de la parte gramatical leemos en la Ausführliche Grammatik II de R. KÜHNER-B.GERTH (4.ª ed., 1955, vol. I, págs. 641 sigs.) que, en general, ekeînos «designa un objeto que no está en el ámbito del que habla, y lo que vale en cuanto al espacio, vale en cuanto al tiempo». Análogamente, D. LANZA, Anassagora, Florencia, 1963, pág. 48, menciona ejemplos en que ekeînos alude al último personaje citado: ISÓCRATES, XIII 9; PLATÓN, Ap. 18d-e y Fedro 233e, en los cuales ekeînos apunta «a personajes distintos de aquellos a los cuales se dirige el discurso, de ahí que indique una lejanía lógica; así como en Met. 1053b tiene valor cronológico». Por citar un solo caso, el de Ap. 18d-e, el pronombre allí no se refiere a los acusadores recientes, que han sido mencionados en primer lugar, sino a los aludidos en segundo lugar, que son quienes «hace tiempo» lo han acusado.

LOS FILÓSOFOS PRESOCRÁTICOS, Conrado Eggers Lan y Victoria E. Juliá, editorial Gredos, Madrid, España, 1981, páginas 101 y 102.

Eudemo, según Simplicio, siguiendo una lógica peripatética, de acuerdo a los autores, reprocha a Anaxágoras que el reposo —estado en que se suponía que se encontraba «todo» antes de que el intelecto comenzara el movimiento, según este— no puede existir sin una condición previa, que es el mismo movimiento, su contrario: si pudiera hacerlo no sería reposo, ya que este solo podría llegar a ocurrir, o tendría sentido, si el movimiento ya existe. La solución lógica a esto es percatarse de que el reposo absoluto, de «todo», jamás existió, lo único que ha existido siempre es el movimiento: nunca hubo un «intelecto», un «demiurgo», un «dios», ni nada parecido, que iniciara el movimiento, porque este es eterno

682 (59 A 59; EUDEMO, fr. 111 W.) SIMPL., Fís. 1185, 9-15: Eudemo censura a Anaxágoras no sólo porque éste dice que el movimiento, que antes no existía, ha comenzado en cierto momento, sino porque ha omitido hablar acerca de la permanencia [del movimiento] y detención en un momento dado, aunque esto no resulte claro. «¿Qué impide conjeturar» dice «que en cierto momento todas las cosas sean detenidas por el intelecto, tal como afirma que las puso en movimiento?». Y además Eudemo reprocha a Anaxágoras esto: «¿Cómo es posible que haya una privación previa a la condición opuesta? Porque si el reposo es privación del movimiento, no podrá existir antes que el movimiento» 37.

37 El concepto de «privación» es una categoría aristotélica (cf. Fís. I 9; Met. V 22, etc.) que sólo puede aplicarse al pensamiento de Anaxágoras a modo de ejercicio lógico (peripatético). Por otro lado, en cambio, la crítica a la posibilidad —que queda abierta— de que el intelecto pueda detener las cosas que ha puesto en movimiento, ya que Anaxágoras no ha hablado sobre ello, es una crítica más al mecanicismo de éste: ¿cuál es el sentido del movimiento, como para poder estar seguro de su duración?

Los Filósofos Presocráticos II, Anaxágoras de Clazómenas, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 336 y 337.

Eudemo, según Simplicio, critica a Anaxágoras por no profundizar en el tema del movimiento iniciado por el intelecto: para él, aquel, debió referirse acerca de la permanencia, o detención en algún momento, del mismo. De acuerdo a los autores, esto es más bien un reproche al mecanicismo de Anaxágoras, dado que este nunca habló lo tocante al sentido del movimiento, como para poder afirmar cuál será su duración

682 (59 A 59; EUDEMO, fr. 111 W.) SIMPL., Fís. 1185, 9-15: Eudemo censura a Anaxágoras no sólo porque éste dice que el movimiento, que antes no existía, ha comenzado en cierto momento, sino porque ha omitido hablar acerca de la permanencia [del movimiento] y detención en un momento dado, aunque esto no resulte claro. «¿Qué impide conjeturar» dice «que en cierto momento todas las cosas sean detenidas por el intelecto, tal como afirma que las puso en movimiento?». Y además Eudemo reprocha a Anaxágoras esto: «¿Cómo es posible que haya una privación previa a la condición opuesta? Porque si el reposo es privación del movimiento, no podrá existir antes que el movimientos» 37.

37 El concepto de «privación» es una categoría aristotélica (cf. Fís. I 9; Met. V 22, etc.) que sólo puede aplicarse al pensamiento de Anaxágoras a modo de ejercicio lógico (peripatético). Por otro lado, en cambio, la crítica a la posibilidad —que queda abierta— de que el intelecto pueda detener las cosas que ha puesto en movimiento, ya que Anaxágoras no ha hablado sobre ello, es una crítica más al mecanicismo de éste: ¿cuál es el sentido del movimiento, como para poder estar seguro de su duración?

Los Filósofos Presocráticos II, Anaxágoras de Clazómenas, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 336 y 337.

Según Aristóteles, Anaxágoras afirmó que la mezcla primigenia se encontraba «en reposo por un tiempo infinito, y el intelecto introduce el movimiento separador», sin embargo, este, de acuerdo a los autores, no afirmó algo semejante: esto se debería a que aquel intenta introducir sus ideas en la filosofía de este, de tal manera, en lo que es analizado ahora, el reposo absoluto, en la mentada mezcla primigenia, es necesario para que el intelecto —del que sí habló Anaxágoras— sea la causa del comienzo del movimiento

681 ARIST., Fís. VIII 1, 250b: Si es posible que en algún momento nada estuviera en movimiento, tendría que pasar una de dos cosas: o bien lo que dice Anaxágoras (éste afirma, en efecto, que todas las cosas estaban juntas y en reposo por un tiempo infinito, y el intelecto introduce el movimiento separador) o lo que dice Empédocles 36.

36 Aristóteles —con una lógica incuestionable, pero aplicada anacrónicamente— no puede dejar de concebir a la mezcla primigenia «en reposo» (ya que el intelecto tiene que ser agente del movimiento) «por un tiempo infinito» —interrumpido por la acción del intelecto— al cual parece difícil que Anaxágoras se haya referido.

Los Filósofos Presocráticos II, Anaxágoras de Clazómenas, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 336.