Para Meliso, lo que es, es incorpóreo. Si tuviera cuerpo, tendría magnitud y, por tanto, partes (distintas unas de otras) por lo que podría dividirse, y por consiguiente, moverse, pero si se moviera no sería.
Los filósofos presocráticos II, Meliso de Samos, N.L. Cordero, F.J. Olivieri, E. La Croce, C. Eggers Lan, Editorial Gredos, 1994, páginas 110 a 113